miércoles, 15 de abril de 2015

Arquetipos VIII: El Héroe

Por muy raro que parezca, este arquetipo está sacado directamente de la vida real.

El Héroe hace lo que tiene que hacer y le echa cojones al tema. Hay pocos héroes que lo sean desde el principio. Suelen empezar como Niño que se cae del guindo (Simón, Añoranzas y Pesares) o como Alma Torturada (Aragorn). Tiende a estar íntimamente ligado con el Elegido, pero a veces aparecen como personajes secundarios con un par bien puestos (Angarad, El Sueño de los Muertos).

Es el que da un paso adelante para asumir la tarea de hacer algo chungo, que no le apetece una mierda pero no se fía de nadie más para hacerlo/no quiere que ninguna otra persona tenga que comerse semejante marrón. Además suele carecer del bonus de Poderes Cósmicos con el que suele venir el Elegido normal. Suelen tener la cabeza mejor amueblada; son los dignos de admiración, esos que da gusto desarrollar. Frodo, por ejemplo, que se decide a llevar el anillo aunque le apetece una higa.  Lúthien Tinúviel, que se va a buscar a Beren donde haga falta, y a la inversa.

Fingolfin.




A Tolkien se le daban bien los Héroes. Su épica es épica de personajes con un par de huevos, que quizá se alejen del lector (nosotros, proletarios del siglo XXI, llenos de defectos y de flaca voluntad) para identificarse con ellos. Es fácil identificarse con el Elegido 80% (Jo, Paco, imagínate que te toca salvar al mundo y te pierdes la Eurocopa, buf, no me extraña que reaccionen como reaccionen). Es fácil entender al Elegido 20% (Joder. Puedo volar. Echo rayos por las pestañas. Los malos se van a cagar). Sin embargo, el Héroe es ese que le echa cojones y va a hacer lo que nadie más tiene hipotálamo de hacer, sin armas extra. A ver cuántos de nosotros haríamos lo mismo.

A veces le sale bien, como a Frodo. Otras, no, y la carga dramática se dispara. Sí, Fingolfin. Otra vez.


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