jueves, 27 de marzo de 2025

De bufones, barcos y fantasía

Me iba a esperar a leérmelo todo para empezar a escribir esto pero no puedo desaprovechar esta sensación de estar flipándolo como un capibara en un onsen.

Tenía yo pendientes los libros de Robin Hobb desde que estaba en la carrera. Volví a recordar que existían en ¿2011? ¿2012? cuando la reeditaron con portadas que no recordaban a la Dragonlance (tú me das algo que huela a miniatura medieval y yo ya estoy sacando la cartera) y luego se quedó en salmuera hasta ahora.



No me esperaba lo que me iba a encontrar.

Me gustan las novelas de fantasía con setenta personajes, magia a carretillas, bichos que no sean un plagio de Tolkien y prosa buena. La saga del Vatídico y la de los barcos (que no sé cómo la llaman en español) lo tiene todo. Todo. Incluye además ritmo raro y una sensación subyacente continua de que hay algo que no se sabe o no te están explicando. Además, no dan ganas de matar a la mayoría de los protagonistas (Kennit, te estoy mirando) y la gente tiende a comerse las consecuencias de sus actos, cosa que siempre es de agradecer. Los adolescentes se comportan como adolescentes.

Y luego está la magia. Es esa magia embebida en el devenir de la vida, en la esencia de las criaturas que la poseen; una magia sin manuales ni metodología ni mierdas que le quiten misterio o la conviertan en una FP. Compleja, imprevisible, deliciosamente tejida con los acontecimientos. Y lógica. Los tres primeros libros de los barcos (al parecer luego hay más) me dieron cosas que no sabía que necesitaba respecto a la magia.

Además, está bien escrito. A ver, no es Lord Dunsany, pero es que el tono de estas historias es otro rollo, y la voz narrativa se adapta a la primera persona que te cuenta su vida de la primera trilogía y a los diferentes puntos de vista en la segunda. No es igual cuando estás viviendo la escena desde el punto de vista de la abuela que desde el de la nieta, y no es igual la nieta del primer libro de los barcos que la del tercero.

Qué queréis que os diga, de momento me parece todo redondo. Da gusto leer las cosas cuando están bien escritas, la verdad. Y ya está. Esa es la entrada. Así se escribe. Hale, circulen.

miércoles, 12 de marzo de 2025

De vergüenza ajena, falta de ética y deformación profesional

 Por lo visto tengo cosas que decir, todavía, respecto al tema de la inteligencia artificial.

Cuando te consideras creador, sea en el medio que sea, lo mínimo que habría que esperar de ti es que domines el medio de tu creación. Que si ilustres, sepas ilustrar. Que si compones, sepas componer. Que si escribes, sepas escribir. Y por encima de todo eso, que te importe hacerlo bien (lo consigas o no) y que lo hagas tú.

No hay forma de tomarse en serio a un ilustrador que tira de inteligencia artificial generativa o un escritor que recurre a la Chati para tener ideas o que le escriba las escenas que no tiene ganas de escribir. Es tratar a tu obra como un producto y encima de segunda, como las obras "de taller" de los pintores del Renacimiento, pero además con el añadido de las implicaciones éticas: te estás aprovechando de una serie de herramientas que han sido alimentadas con esfuerzo y talento ajeno, sin el consentimiento de sus creadores.

Llegados a este punto, hay dos posibilidades: que tú mismo tengas tan poco aprecio a tu obra que ese desprecio se extienda a la obra ajena o que lleves un doble rasero de "a mi obra no me la toques pero yo puedo aprovecharme de la ajena todo lo que me parezca". 

O que te la pele tu obra en sí y lo que quieras sea conseguir otra cosa con ella.

Qué queréis que os diga, si algo hizo el Romanticismo es darle voz a esa necesidad humana de propósito transcendental en la vida más allá del ámbito religioso: construir catedrales como celebración de la gloria divina en modo esfuerzo colectivo está muy bien, sí, pero agonizar ante la página en blanco intentando domeñar el rebelde y mezquino idioma mientras te mueres un poco de hambre y no sabes siquiera si vas a acabar publicando tu obra, también. ¿Tú te crees que Van Gogh iba a recurrir a alguien para que le pintara los cuadros de acuerdo a su "idea"? ¿Que Bécquer iba a considerar como suyos poemas verbalizados por una máquina sin alma?

Ah, el alma. El arte es alma. Aunque te salga el truño del siglo, aunque sea arte mediocre, si hay alma puesta, es arte. Si le quitas el alma, te queda... ¿producto?

Ojo, que artistas capaces de lo sublime se han subido al carro éste de ponerse a producir pensando en qué va a vender sin despeinarse, empezando por Dalí, que mientras le proporcionara viruta se apuntaba a cualquier bombardeo, incluyendo firmar papelitos en blanco a cascoporro que pudieran luego rellenarse con grabados o dibujos de dudosa procedencia. Pero, mira, el hombre por lo menos sabía pintar. No tengo pruebas ni tampoco dudas de que habría puesto Cadaqués del revés si una IA le hubiera empezado a imitar el estilo y él no pudiera llevarse un duro. Y también lo veo llamando a Lorca exagerado si la Chati le hiciera lo mismo.

Me he acordado de esto así de repente

Estoy desbarrando un poco.

A donde iba yo es a que hay que tener los huevos cuadraos para considerarte creador en cualquier ámbito y tirar de inteligencia artificial generativa para tu contenido promocional. El doble rasero ese del que hablaba antes y tal. Que, además, queda cutre. Parece que estás jugando ya no al respetable impulso del fanfic, que es una cosa sin ánimo de lucro y que nace -otra vez- del alma, sino al quiero y no puedo. No solamente te estás bajando los pantalones para "crear contenido", sino que además estás echando mano de una herramienta que se lucra con el trabajo ajeno. Demuestras que o eres ignorante o tienes la ética domiciliada en el Banco Popular de Egolandia.


También me ha hecho pensar en esto

Mira, yo qué sé. Ya decía Walter Benjamin en La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica que El aquí y ahora del original constituye el concepto de su autenticidad. Consuela de forma inquietante que este aquí y ahora en que nos encontramos sea semejante en cantamañanismo al mismo ambiente del que se quejaban ya Cicerón y hasta los sumerios: ya hemos estado aquí y ya nos hemos arrastrado fuera de este pozo. Hay gente con el efecto Dunning-Kruger como seña de identidad paseándose sobre la tierra desde que el primer primate desarrolló autoconsciencia y aquí seguimos, generación tras generación, comiendo palomitas a ver qué resiste la prueba del tiempo.

Mientras, recurriremos a los clásicos. Qué le vamos a hacer.

sábado, 1 de febrero de 2025

De gustos, eufemismos y que te cuenten historias

Resumen: A la gente, entre la que me incluyo, le gustan cosas muy raras y dispares.

Esto empezó como un experimento. Uno que me ha llevado a las profundidades del alma humana, al horror, el horror. Esta entrada va a ser larga. Esta entrada está llena de esa ira que Terry Pratchett decía que era gasolina para la escritura.

Comencemos.

Creo que me voy a ponerme elitista. A mis años. Debe de ser la crisis de los cuarenta.

Me estuve mirando en Goodreads reseñas de una estrella de libros que no he leído. Vaya por delante que yo siempre he considerado las reseñas como opiniones: todo el mundo tiene una. Lo que me he encontrado es que mucha reseña intenta más bien ser una crítica (aquí entra el elitismo) y me pasma intentar criticar una cosa que no has entendido. Quizá sea por deformación profesional, pero tengo muy claro que la calidad de algo tiene muy poco que ver con cuánto te gusta. Si hubiera correlación, el McDonalds habría quebrado hace décadas.

Ejemplo: me da pereza el Barroco. No aguanto el rollo churrigueresco y me deprime sobremanera el herreriano, pero defenderé su importancia y sus virtudes porque ya se encargaron dos veces que tuve que hacerme la puñetera asignatura más las investigaciones inesperadas de los cursos de doctorado que me empapara sobre el tema.

Es adictivo ir abriendo de libro en libro y ver cómo las cosas de las que se queja la gente son variantes del "no es lo que esperaba". Las que empiezan con "no me ha gustado porque..." me llegan como una cosa lícita: no conectan con los personajes, no pillan el ritmo de la acción, la ambientación se les queda corta, cosas así. Cuando la gente se queja de que los personajes no hacen lo que esperaban me da ternura. Teniendo en cuenta que hice este experimento con libros que no he leído, me fascinó imaginarme el proceso mental de esas personas. Y añadió unos cuantos libros a la lista de pendientes gracias a quejas como "es que usa palabras que no se entienden, como "efímero".

Luego vi las de Olvidado Rey Gudú.

Acabáramos.

Son reseñas de gente que viene buscando acción y fantasía y que les expliquen el worldbuilding tipo manual de rol, o comerse intrigas políticas, supongo. Las quejas vienen de que es muy lento, muy lírico, tiene frases muy largas con muchas comas (a.k.a el síndrome de "me metes una subordinada y ya la hemos liao) y de que los personajes aparecen y desaparecen y parece que se han olvidado de ellos.

Ay, madre.

En esta epifanía se me han juntado dos neuronas y me he acordado de Harrow the Ninth, reseñas que me he vuelto a leer por encima y que se quejan básicamente de que no les dan la historia masticada.

Y es que hay una diferencia entre que te guste leer* y que lo que te guste sea que te cuenten una historia. Ambas cosas pueden convergir o no. 

Con lo que me cuesta a mí entender a mis semejantes, ahora lo hago un poco mejor. Las expectativas, una vez más, dando forma desmerecida al criterio. Esto es tan viejo como la gente que se queja porque pide pizza con pepperoni en un pueblo perdido de la Italia profunda y se la traen con pimientos en vez de con salami reseco.

Si todo el tema de "a ver lo que se puede hacer con el idioma retorciendo sus elementos" te resbala, pues no, no cojas Olvidado Rey Gudú. Corre. Si quieres desconectar y ver cómo personajes hacen cosas, tampoco. Huye de Harrow también. Qué queréis que os diga: lo que veo es gente calificando platos de pasta con el criterio con el que calificarían un bollycao. Pues claro que te va a decepcionar, alma de cántaro. No te leas estas cosas. Abandona el libro. Léete algo que te esté gustando, que la vida es muy corta.

El paladar lector tiene un rango muy amplio. Igual eres muy tiquismiquis y quieres un tipo de historia concreto y que no te mareen con estructuras raras y construcciones sintácticas complejas con vocabulario extraño porque todo eso te la pela, tú quieres tu bollycao. Igual te da igual ocho que ochenta y trasiegas bollycaos, langostas con puturrufuá de ibérico y judiones del Barco por igual. Pero seamos conscientes de qué tenemos en el plato antes de aplicarle un criterio arbitrario.

Pasa igual con el cine. Yo quiero mi bollycao. A mí los planos y el montaje y tal me dan igual. Yo quiero una historia bien contada y ciertos aspectos del lenguaje cinematográfico me aburren soberanamente. Pero no te voy a decir que Ciudadano Kane es mala, sino que me aburre soberanamente.

Y aquí llegamos al siguiente punto: el romantasy.

Anglicismo horroroso por delante (¿por qué no romantasía?), la palabra me sonaba. Historias de fantasía donde ponen el foco en la historia de amor. Okey, conceptaco, a mi yo de quince años le habría parecido estupendo, pero ¿esto no existía ya?

Muchas de esas reseñas de una estrella eran libros de romantasy. En las reseñas en general que aparecen según abres el libro en Goodreads empecé a ver patrones: que si "enemies to lovers", que si "slowburn". Destripe de toda la vida chorreando anglicismos.

Y pimientos. "Spicy". Aquí viene el giro inesperado.

Cuando se me juntaron dos neuronas sobre qué podía significar eso, me pudo el pasmo. No. No puede ser. ¿Está la gente avisando de cuánto frotifroti hay en el libro sin atreverse a llamarlo sexo o de la calidad literaria del mismo? Mira que escribir erótica tiene que ser difícil, con lo terreno de vergüenza ajena que puede llegar a dar, en esa fina línea entre la obscenidad soez y lo que sea que le vean los lectores de erótica al género. Como el terror, vamos.

Mi sentido cuarentón me decía que iba a ser más bien lo primero. "En este libro hay sexo a carretillas", pero con pimientos. O llamándolo "spicy", porque tenemos todos trece años y nos da vergu admitir abiertamente que estamos contando las escenas pornográficas en una novela fantástica, jiji qué prohibido todo, la madurez nos llega para leerlo pero no para ir con la cabeza alta reconociéndolo, sino que nos escudamos en un código como si fuésemos yonkis.

Qué me estás contando.

Y entonces algo hizo click en mi cabeza. Acababa yo de leerme un telenovelón famosísimo (A Court of Thorns and Roses) que funciona como telenovelón que avanza gracias a lo disfuncionales que son los personajes y que tiene alguna escena de sexo que me leí en diagonal (como me pasa muchas veces con las de acción, porque me aburren soberanamente). Y hurgué en internet, igual que hurgan los personajes de Lovecraft en busca de lo que la humanidad hace mejor en ignorar.

No busquéis "spicy books" en instagram. Ya he perdido la cordura yo.

Posts detallando en qué capítulos de cada libro están las escenas pornográficas. Posts de "libros spicy con portadas inocentes". Más cosas que no quiero recordar.

¿Qué problema tiene llamarlo erótica? ¿Qué me estoy perdiendo? Que toda la vida has tenido novela rosa y novela erótica con un cierto solapamiento entre ambas. ¿Qué sentido tiene esto del eufemismo? 

Mira, no me jodas. Esto es el equivalente de las películas de los noventa donde el adolescente tiene el Playboy abierto dentro del libro de matemáticas para disimular. No me digas que te estás leyendo el libro por el worldbuilding o por la historia de amor: lo que quieres es ver cuándo follan. No te estás leyendo el Playboy por los artículos, pero como es un libro y el público de esto es mayoritariamente femenino no se ve a simple vista el alcance que tiene la comunidad de gente hablando con toda tranquilidad de porno haciendo como que no lee porno. O erotismo. En serio, ¿por qué todo el tema sectario de los pimientos?

Ah, a lo mejor es porque no se admite que es porno. Ni siquiera erótica. Lo llamas "romantasy con spicy" porque qué corte admitir que lees disfrutando escenas explícitas de sexo, jiji, tenemos todos trece años.

A estas alturas, esta señora mayor se tiene que tomar una tilita. ¿No estábamos en el siglo XXI?

Mira que yo he defendido siempre que los niños no son tontos y saben reconocer conductas de mierda cuando las leen, pero eso se sustenta en llamar a las cosas por su nombre. Sexo. Erótica. Es el eufemismo lo que me saca de mis casillas, el tener que esconderlo. Que toda la vida se ha leído erótica. El agazaparse detrás de un eufemismo, de esta bromi a gran escala, perpetúa la idea de que es algo que esconder. 

Lo que me aterra es la falta de madurez que rodea todo esto: los eufemismos, la falta de huevos para llamar porno al porno y erótica a la erótica. No he visto ni una reseña que evalúe la calidad del erotismo de la obra, sino su cantidad, lo cual me inquieta.

Y espérate, que hay más.

Esto (el "romatasy" del padrón), al parecer, según las etiquetas de ciertos libros de instagram, se solapa con otra subcategoría a la que llaman dark romance. Y por lo que he visto se supone que es en plan protagonista se enamora de personaje de moral cuestionable: mafiosos, vampiros, okey. Pero, también, ha evolucionado a protagonista se "enamora" de personaje maltratador que putea/maltrata/humilla a protagonista y por lo visto esa mierda es muy excitante y ¿romántica? Qué me estás contando.

Esto me lleva sacando de mis casillas más de una década. QUE TE HAGAN DAÑO NO ES ROMÁNTICO. Que hace treinta años ya estaban las campañas de "si te pega no te quiere". Qué cojones estamos haciendo romantizando mierda.

Quizá lo que me pone histérica de todo esto es que parece que no aprendemos. Que la misma mierda vuelve cíclicamente. Que nada de esto es nuevo, lo único que pasa es que tiene mayor alcance gracias a las redes sociales y que el jinete del Apocalipsis posmoderno llamado Falta de Criterio abona el campo para que cualquier aberración sea carne de aesthetic o de ser convertida en algo cuqui. Pero qué vamos a esperar de un público que no es capaz de llamar sexo al sexo y se esconde en llamarlo "spicy": que al abuso lo llame amor. Qué razón tenía el señor Orwell.

Dicho esto, leed lo que os dé la gana, llamad a las cosas por su nombre y recordad que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. 


*4. Que te guste leer. LEER. No procesar información escrita que te transmita que pasan cosas, sino LEER. Los juegos del lenguaje, las formas poéticas. Lo que se puede retorcer una escena dependiendo de las palabras usadas. La magia de las palabras.