domingo, 8 de octubre de 2023

De escribir, ser escritor y querer haber escrito un libro

Evito ponerme a pontificar muchas veces, pero hay momentos en los que ya no puedo poner los ojos más en blanco. Agarraos, que contenta me tenéis.

Si te has visto las películas de Peter Jackson y te han encantado, no vayas por ahí diciendo que te gusta Tolkien, porque es lo mismo que haberte visto Los Mosqueperros y decir que te apasiona Dumas. Os lo digo yo, que Los Mosqueperros me encantaron y Dumas me pareció un truño infumable.

Ahí va la osa, que han hecho una peli

Sois el tipo de persona que se saltó el prólogo de La Música del Silencio y luego se quejó de que no tenía acción.

Si odias escribir (enfrentarte a la página en blanco, encontrar las palabras adecuadas, buscar la forma exacta de puntuar un párrafo para dotarlo de un ritmo que se adecúe a la intención narrativa, jugar con la polisemia) pero quieres "contar tu historia", mira, a lo mejor no eres escritor, eres alguien a quien le gusta contar historias y el medio escrito no es el tuyo. Si quieres que una IA te haga el trabajo para luego poder enseñar el producto final y decir que "has escrito un libro"...

Pues no. No eres escritor. Eres un cantamañanas que quiere haber escrito un libro y colocarse la chapita, que no tiene respeto ni amor por esa historia suya que tanta necesidad tiene de contar. ¿No te gusta escribir? Busca otro medio. Igual lo tuyo es hacer stop motion con plastilina.

La mejor definición de lo que es escribir la hizo Bécquer con su domeñar al rebelde y mezquino idioma. Si te importa un comino la ortografía, la gramática y la sintaxis, pues no: no eres escritor. Que sí, que tienes muchas historias que contar, pero si ni sabes escribir ni te preocupa hacerlo bien ni disfrutas del proceso, no eres escritor. Si crees que pulir el medio en el que quieres contar tu historia es irrelevante, que lo que importa es solamente "la historia" y no cómo contarla, estás más perdido que la retórica en Sálvame. 

Escribir es barato. Es muy barato. La inversión inicial para escribir es irrisoria: los márgenes de un cuaderno, el mismo boli que usas en clase. Igual lo tuyo sería hacer una peli, pero para eso hacen falta pasta, recursos técnicos y personal (ah, no, espera, que en tres días la IA te va a hacer pinículas también) y tú lo que quieres es un producto final cuanto antes. Vamos a escribir, que me enseñaron en el cole. Escribir es como cantar: crees que sabes hasta que te pones a aprender en serio y te das cuenta de lo que cuesta hacerlo bien. Uno se cree que tiene dominado lo de respirar hasta que se mete en clase de canto.

Que oye, si quieres ir diciendo por ahí que eres escritor porque te hace ilusión, pues tú sabrás. Igual eres de los primeros de este nuevo mundo feliz que nos espera donde ni el talento ni la dedicación hacen falta para que te lleves tu chapita, no sea que te vayas a traumatizar por no recibir el mismo reconocimiento que quien se ha dejado las pestañas luchando durante años por sacarle a su talento natural, sea cual fuere su punto de partida, todo el jugo posible. No, pobrecico, a ver, dale al nene su premio de consolación, pero que sea igual que el primero, ¿eh? Que todos tenemos derecho a ganar.

Quien quiera entender, que entienda.

Escribir es el viaje. No es el libro publicado. ¿Sabéis una de las cosas que descoloca a los críos mientras se están criando y los convierte en monstruos adolescentes y en adultos insufribles? Recibir recompensas por algo que no se han ganado. Suspender ocho y que les compren la moto. Tú tienes el ejemplar con tu historia en la mano (me voy a negar a llamar a eso libro) y se te llena la boca diciendo que eres "escritor", pero no vas a vivir, a sentir nunca ese nudo en la garganta de ver el puerto de Ítaca después de años de esfuerzo: de leer, de probar, de fanfics, de presentar movidas a concursos, de los excel con rechazos editoriales, de todas las veces que han fluido las palabras, de las correcciones, de los recortes, de los borradores reescritos, de los personajes desechados, de las escaletas reformadas y olvidadas, del aprendizaje inesperado que te permite darle un enfoque nuevo a una historia, un estilo; de la búsqueda de voces narrativas, de la pérdida de sueño, del subidón del cierre perfecto de la trama, de descubrirte habiendo llegado más lejos de lo que jamás soñaste al terminar el borrador final.

Meter el sopinstant en el microondas no es lo mismo que hacer un cocido.

Si no quieres escribir, sino haber escrito un libro, no eres escritor. Querrás reconocimiento, palmaditas en la espalda, fama, la falsa sensación de haber conseguido algo, ganar la carrera sin haber levantado el culo del sofá y llamarte atleta, pintor por números, jardinero de plantas de plástico. ¿De verdad te importa tu historia? Búscale un medio que le haga justicia. Búscate un medio en el que poner el alma, dejarte horas y esfuerzo. Búscate un viaje que disfrutar. Hay miles de escritores que no publicarán una obra en su vida y pueden llevar el nombre del oficio con más orgullo y derecho que quien desprecia lo que a ellos les hace sentir, respirar y existir, quien ve las letras como un "medio" para contar "su historia" y no como lo que son, parte intrínseca de la misma, si es que esa historia es novela, novela corta, poesía, relato, microrrelato.

Pues eso. ¿No quieres escribir? No eres escritor. Hala, que os cunda en las fiestas mayores de Autoengañolandia. Deseandico estoy ver qué panegírico os escribe la IA cuando llegue el momento.

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