He estado haciendo memoria y recolectando pruebas. Iba yo a hablar de las lecturas obligatorias y me ha salido tal tocho que he decidido hacerlo por etapas.
No sé cuándo le cogí el gustillo a lo de leer. Sé que en primero y segundo de EGB teníamos una biblioteca de aula y nos llevábamos cuentos para leer en casa, y que teníamos que leer en voz alta (el gran pain in the ass de las clases de lengua, caldo de cultivo para aburrirte en clase y desconectar mientras leían tus otros veintinueve compañeros, debería de estar prohibido por la Convención de Ginebra).
En tercero de EGB, en un colegio y ciudad nuevos, casi todas las asignaturas nos las daba una monja, lengua incluida. Mi primera lectura obligatoria como tal fue La Rosa de los Hielos, de Carlos Puerto, que es un libro brutal con una niña que habla con los animales y que, además, es el tercero de una serie. Puede que me venga de ahí el placer morboso de empezar las sagas por la mitad.
Mi portada es distinta, pero esta también mola
En cuarto de Primaria (mientras los de quinto seguían siendo quinto de EGB, soy de la generación cobaya de la LOGSE) la verdad es que no me acuerdo de si leímos o no. Sé que teníamos una hora de nosequé de la lectura a la semana que era una tortura mereenina, que consistía en leer la lectura del tema que tocase (había algunas bastante geniales, de hecho) y contestar a una serie de preguntas de "comprensión lectora" que hacían querer arrancarme la piel a tiras. No sé quién las redactó, pero me da miedo que siga suelto.
Ejemplos gráficos:
Cuidado, ¿eh? Es ORIGINAL y DIVERTIDO. No puedes elegir con qué divertirte, y si esto no te ha divertido ERES DEFECTUOSO. No tengas criterio. Ya te decimos nosotros lo que mola y lo que no.
La pregunta número uno refleja muy bien el espíritu de todo el libro.
Desafío cero, señores.
Al "comenta con tus compañeros" también le tengo alergia.
Debió de ser un día horrible.
En quinto... Dioses del Averno, qué curso. El libro que me hizo sangrar los ojos fue el sacrosanto Los hijos del vidriero,
de Maria Gripe, que me dejó con cara de "ein?" y no disfruté en
absoluto salvo por el cuervo. El cuervo molaba. La bruja tenía su punto,
pero el resto era un quiero-ser-tétrico-y-no-me-sale. Gracias a los Poderes Innombrables, el otro libro que nos mandaron fue Con la cabeza a pájaros.
Era un batiburrillo de aventuras con gente que buceaba en Las
Meninas, ágil y ligerico y me lo leí en una tarde, sin que me
estomagara.
Entonces, a mi profe se le ocurrió la
genial idea de que cada uno eligiésemos un libro para leerlo en clase. Y
aparecí yo toda feliz con Juana de Arco, de Mark Twain. Todavía
me acuerdo de la cara que me puso. No sé qué leerían los otros niños,
pero yo me fui a las Guerra de los cien años y vi derramar sangre y
quemar gente más feliz que las pesetas. Con diez años, maestros del
mundo.
Sí, tengo un problema personal con la clasificación por edades.
En sexto tuvimos la misma profe de lengua, que molaba, pero tengo un trauma psicológico por culpa de Las palabras mágicas, una de las grandes decepciones de mi existencia. Empezaba bien, con un niño con mucha imaginación, pero luego se convertía en un pastel de moralina que, tachán, me trataba como si fuera idiota y no me fuese a dar cuenta de que intentaba meterme un "mensaje" con calzador. No me acuerdo del autor y no quiero buscarlo. Nunca.
La respuesta pasivo-agresiva de la pregunta 9
demuestra que ya iba a puntando maneras.
Os hacéis una idea del palo del que iba el libro.
Hubo más.
No tengo claro si fue también en quinto o ya en sexto cuando tuve que tragarme otro truño épico, Un monstruo en el armario. Tú lees esto y piensas en monstruos. Pues no, va de "cuánto quiero a mi abuelito". Y además lo contaban mal. Publicidad engañosa, señores.
Las preguntas son tremendas.
Me sentía idiota contestándolas.
Tampoco coloco bien De profesión, fantasma, que estuvo bastante entretenido y cuyo trabajo de fin de lectura no fue un torniquete en el píloro.
Un trabajo más creativo: "haz un cómic de lo que has leído".
Bastante mejor que contestar perogrulleces.
Empecé a pensar que El Barco de Vapor (todos
los libros desde quinto eran de esa colección) era una especie de
mafia chunga que tenía por objetivo quitar a los niños las ganas de
leer para convertirlos en ignorantes y dominar el mundo en una
generación. Pese al condicionamiento pauloviano que desarrollé, descubrí varios libros brutales en esa colección, aunque ninguno me lo mandaron en el colegio. No dejaré de recomendar Silvia y la máquina Qué, cuyo título es una piltrafa pero esconde una historia genial. Shhh, esos muertos, ¡que se callen! es una rayada que me hizo caerme de la silla de la risa. El dragón color frambuesa era de mis preferidos. No entendía por qué se empeñaban en mandarnos chorrigilimindreces habiendo tantos libros chulos por ahí. En la biblioteca, sin ir más lejos, podías coger lo que quisieras sin tener que contestar luego a preguntas absurdas como "¿Cómo se llama el protagonista?"
Continuará...