lunes, 9 de noviembre de 2020

De redes, Amazon y Google Play

Esta entrada es una comparación breve y sesgada

entre Amazon y Google Play a la hora de autopublicar.


Pronto saldrá otro libro. Ya veis, hijitos: estoy tan segura de que esto no lo lee nadie a no ser que lo rebote en redes que puedo permitirme adelantar noticias que se cargan el plan mercadotécnico que he diseñado meticulosamente para ir subiendo contenido relacionado, dividido en categorías, hasta que salga el título. Es la ventaja de que no me lea nadie.

Hace poco me lié la manta a la cabeza (otra vez) y decidí poner a la venta varios libros electrónicos en Google Play y tenerlos en vista previa en Google Books. Madre del amor hermoso. Iba yo con la idea de que eso ayudaría a echarle alpiste al algoritmo del buscador pantagruélico y conseguiría así posicionar un poco mejor los títulos, pero ha costado bastante de criar.

Donde Amazon tiene herramientas y tutoriales para legos, Google Play tiene esto:


Fundamentalmente, si quieres subir un ebook, tienes que subir un epub. A ver, también puedes subir un pdf, pero queda como... cutre. Subir un epub implica que tienes que exportar tu texto en dicho formato y que quede bien maquetado y tal. Amazon tiene un editor muy apañado, el KindleCreate, que aunque limitadito te ahorra muchos calentamientos de cabeza. Con Google Play tuve que recurrir a Calibre y parecía bastante intuitivo al principio, hasta que subí los archivos.

Y no se publicaban, y salía una frasecita roja diciendo que algo había ido mal... pero no el qué. Toca bucear, encontrar el error, comprobar que es de html, volver a Calibre y darle al método empírico hasta que dejan de aparecer errores. Un gozo, vamos.

Y, cuando al fin quedaron libres de errores, se quedó la cuenta en revisión preliminar casi una semana.

Google Play no ha descubierto que mimarle el ego a los autores los anima a que suban los libros a su plataforma, como sí ha hecho Amazon, con cosas tan sencillitas como la página de autor. En general, es calentarte bastante la cabeza para lo que se prevén como pocas ventas. El tiempo dirá si la parte de que al buscador le caigan mejor los títulos funciona a largo plazo.

Si no queréis pelearos con programas externos, recomiendo Amazon de lejos. Yo entiendo que las librerías de toda la vida le tengan alergia, pero como plataforma de autopublicación para pobres (papel incluido) la verdad es que no tiene precio.

Eso sí, quedan muy monos.

También le he pegado un tiento a Instagram. Es otro salto de fe tecnológico, a ver si consigo llegar a la franja de adolescentes y jóvenes adultos. De momento, a 23 seguidores, el rendimiento de las publicaciones (tomando el "engagement" como referencia) es mucho mayor que en Facebook. Eso sí, me está tocando mucho las narices, porque desde el móvil no hace más que dar errores y publicarme las fotos sin el pie de foto, pero supongo que será subsanable.

A veces me pregunto por qué echo tiempo en diseñar campañas, si no puedo permitirme anuncios y me niego a ponerme en modo cansino. Una de las mejores cosas que tuvo el primer "confinamiento" (que yo me pasé teniendo que ir a trabajar de todas formas, aunque fuese con horario reducido) fue que volví a escribir por placer y recuperé un poco las ganas/voluntad para que mis historias lleguen a más gente. Como dicen en mi tierra, a donde llegue la manta estiraremos los pies.

domingo, 18 de octubre de 2020

De antagonistas, villanos y gente

Cuando te pones a escribir historias con antagonistas se abre ante ti el fantabuloso mundo de la creación de los enemigos. Al meterte en temas de personaje VS personaje hay que andar con cien ojos para no caer en el maniqueísmo y que los buenos sean muy buenos y los malos sean muy malos. La fantasía épica está plagada de señores del mal que son malos porque el mundo los ha hecho así y a los que les apetece es ver el mundo arder porque sí.


Kami fue un bálsamo al ir por delante con la premisa de que iba a ser una historia sin malos. El conflicto se trasladó al entorno: la muerte, la enfermedad, las leyes de la física... Fue mucho más fácil de escribir que otras historias.

Me cuesta especialmente encontrar motivos para los villanos para ser lo cenutrio que hay que ser para ser un villano. Empatizar con megalómanos ansiosos de poder me cuesta bastante, aunque alguno ha habido. Acabo siempre con el mismo tipo de conflicto: dos niños bandos quieren el mismo juguete objetivo a la vez, con diferentes matices. Al final, el antagonista con el que me siento más cómoda es aquel que es medio villano medio entorno: la criatura que precisa de la extinción o sufrimiento de los protagonistas para seguir existiendo. Donuts contra Homer. Matar o morir.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte se me han ido colando los antagonistas secundarios, los villanos del día a día, supongo que porque estoy ya vieja y cabreada y todo lo que me parece exasperante acaba saliendo por alguna parte. Se me cuela la gente que tiene que tener siempre razón y quedar por encima. Se me plagan las historias de incompetentes que se creen la repanocha con patatas porque no les da la neurona para ver lo mostrencos que son. Aparece de repente la peña que vive en un mundo de yupi imaginario en el que son seres de luz cuando en realidad son talegas de autoengaño que ahogan a todo el que tienen alrededor. Y mis protagonistas, que son capaces de bregar con movidas cósmicas chugas y horrores tremendos, las pasan canutas con esta panda de... gente.

El terror de lo cotidiano es un tema recurrente en la literatura, sí. ¿Quién no siente un poco de angustia ante la perspectiva de verse dentro de la casa de Bernarda Alba? Recuerdo un libro ¿infantil? que pretendía ser ligero, pero incluía un episodio en el que inculpaban al protagonista y nadie le creía cuando decía que no había sido él y que todavía me cierra la garganta cuando lo recuerdo.

Erya del Thrais y su paz artificial, Lan Vathos y su autoridad cruel, las normas intransigentes de Tronnia, la marmota imbécil de Londerra... Nivia, la gente de la tundra. Quizá los antagonistas más angustiosos sean esos en los que nos podemos convertir si no mantenemos nuestra oscuridad a raya. Ese ha sido el protagonista más terrible de escribir: el que tiene al monstruo dentro y tiene que vivir con las consecuencias de sus actos.

Este ultimo tipo de antagonista es fascinante de lo real que es. Es ese que tiene la gestión emocional en la punta del píloro y no sabe actuar con madurez, viniendo todo conflicto de sus rabietas de niño de dos años de me enfado y no respiro y la lío parda porque quiero vengarme. La Maléfica de la peli de dibujos, por ejemplo, que se cabrea como un mono porque no la invitan a una fiesta, es un ejemplo perfecto. El malo de Los Increíbles, que no sabe gestionar el rechazo. Estos son los chungos, los que se te cuelan en casa en navidades o te plantan en un grupo de trabajo y si se rebotan porque su idea se rechaza son capaces de cargarse el trabajo de todos por despecho puro.

¿Cuántas historias avanzan porque los implicados son unos cenutrios? ¿Qué habría pasado con Christine si el fantasma hubiera sido un niño querido por sus padres y aceptado por sus contemporáneos? ¿O con Blancanieves, si su madrastra hubiera mantenido a raya su egoísmo? ¿Cuántas páginas habría tenido Madame Bovary si le hubieran puesto un buen psicólogo a todo el elenco? ¿Cuántas "novelas románticas" no se darían si los implicados se comunicasen de forma decente?

¿Cuántos villanos son sólo gente sin herramientas para ser mejores personas?

domingo, 11 de octubre de 2020

De gordas, ficción y derecho a ser amadas

 Me tenéis contenta.

Me tenéis hasta las gónadas.

Voy a entrar en modo friki "Tom Bombadil no sale en la película".


Esta es una queja en forma de entrada sobre la desaparición sistemática de las señoras que en los libros de fantasía y ciencia ficción son descritas como grandes y rotundas una vez se adapta su historia a la gran pantalla.


1. He visto el tráiler de The Watch y Lady Sybill es una tía buena.



Como fanfic con presupuesto desde luego es un logro.

Colega. A ver. A parte de que el tráiler deja claro que esa cosa que han hecho es una versión, no una adaptación, y tiene pinta de que, como versión, va a ser un fanfic flojillo, me tomo el cambio de tipo de cuerpo de Lady Sybil como un ultraje personal. Al ver la miniatura pensé que era Angua, o Zanahoria, o yo qué sé, alguien de los que se describen como dentro de los cánones occidentales de finales del XX y principios del XXI. Pero hay un momento del tráiler en que se le cae la peluca y SHIT. Por lo menos la han dejado calva, pero aun así: SHIT.


2. Adaptación VS Versión VS Inspiración.

A ver. Cuando coges un libro y lo adaptas a otro medio, es de suponer que vas a:

a) Contar la misma historia

b) Mantener el subtexto en la medida de lo posible

c) Respetar el núcleo de la narración, es decir, aquello sobre lo que el autor quería hablar en el libro

LOTR es una adaptación fallida porque sólo acierta, respecto al punto c), a hablar de heroísmo. Todo el tono elegíaco lo pierde, cargándose la importancia de que la Última Alianza fuese la última sacándose una extra de la manga, por ejemplo. The Watch parece una parodia chunga que va a ignorar por completo temas como que las personas son personas vengan en el envoltorio en que vengan, y que pueden ser amadas, ya sean enanos, trasgos o GORDAS.

Nosotros no estamos sometidos al núcleo melancólico que impregnaba la obra de Tolkien. Somos siervos de Peter Jackson y podemos contradecir al original cuando queramos, por ejemplo ahora apareciendo donde no nos esperan y muriendo como conejos en una batalla donde viejos con espadas del todo a cien sobreviven a pesar de nuestro entrenamiento milenario.

Si coges la ambientación, los personajes y la historia y lo cuentas como te salga del níspero, enhorabuena, tienes una versión, y está bien que tengas claro que es una versión. Si coges lo anteriormente mencionado y le cambias algunas cosillas porque te mola que caperucita y el lobo tengan un grupo de jazz o que Heidi y Pedro acaben bailando sevillanas en un tablao, enhorabuena, tienes la imaginación justa pa pasar el día miedo de contar tu propia historia y por eso destrozas las de otros ganas de hacer un retelling pero no entiendes en qué consiste un retelling una cosa inspirada en cosas de otra gente. 


3. Pero qué os pasa con las gordas, de verdad

Voy a tener que contenerme si no quiero que esta entrada se alargue hasta el infinito. ¿Dónde están las gordas en la fantasía y en la ciencia-ficción? Yo diría más: ¿dónde están las gordas como interés amoroso en la fantasía y en la ciencia ficción? En muy pocos sitios. Dos de ellos son Ready Player One y Mundodisco. Y, además, para ponerle la guinda al pastel, en ambos casos la trama de las gordas no gira en torno a que son gordas. 

Son personajes que resulta que son, en un caso, un prodigio de amabilidad y hacer las cosas cuando y como toca y, en el otro, un prodigio de inteligencia, actitud y hacer lo que está bien... que resulta que están gordas. Y sí, que sean gordas es bastante irrelevante para la historia, pero ahí está la magia: su historia no va de que son gordas.

Lo opongo, por ejemplo, al caso de Agnes, porque algo de su trama necesita que esté gorda para desarrollarse, porque habla de aceptación y demás. Si embargo, ni las tramas de Sybil ni de Art3mis tienen que ver con que estén gordas, y eso es maravilloso. Fantabuloso. Las gordas teniendo derecho a existir, a ser intereses amorosos, protagonistas duras, sin que su cuerpo tenga peso más allá de ser rubia o tener los ojos verdes.

Que no es que la gente que escribe fantasía y ciencia ficción tenga que meter gordas en sus obras si no le va. El tema aquí es sacarlas de las obras en las que estaban, que ya tiene delito.


4. Primer caso: Art3mis.

Yo sé que estáis muy cansados de que vengan los frikis a quejarse de que Legolas era moreno, pero me da igual.

Art3mis es descrita como "rubenesque". Y es importante, porque su avatar también es "rubenesque". No intenta encajar ni complacer. Es más: sus problemas de inseguridad vienen de una marca de nacimiento, no de su cuerpo, lo cual me parece glorioso. Y el lelo del protagonista se pasa todo el santo libro colgadísimo de ella y de su avatar rubenesco y luego son felices y comen perdices ecológicas criadas con humanidad. 

Y van y eligen para la peli a una moza estándar.

Guapa no sé, que eso es mu personal, pero rubenesca ya te digo yo que no


Se habla mucho de representación en otros ámbitos. La adaptación cinematográfica le roba al público que cada verano mira al bikini y los pantalones cortos con terror la posibilidad de verse reflejado en una protagonista inteligente, perspicaz, divertida, eficiente, valiente y de la que además se cuelga el protagonista. Sí, bueno, que las gordas sueñen leyendo el libro, si ponemos una en la pantalla esta peli no va a vender. No va a ser creíble que el protagonista se cuelgue de una gorda, ¿verdad? Nah, mejor sigamos perpetuando el estereotipo.

Ready Player One es importante porque rompe una lanza en este aspecto. Supongo que es una lanza que no vende lo suficiente en pantalla.


5. Segundo caso: Lady Sybil.

Wagneriana. Esta mujer es enorme. Grande. Muy grande. Tremenda de grande. La clase de tía que te imaginas llevándote al Valhalla. Una tía con eslora. Además, es el interés romántico del protagonista y se acaban casando y teniendo un bebé y su marido la adora y atesora y muchas cosas.

Y es maravilloso. Sobre todo, porque al principio del libro aparece caracterizada ligeramente como una loca de los gatos dragones. Es amable y dulce y comprensiva y no juzga y es un amor de persona. Una gorda con una vida que es feliz y cuya talla no es un problema ni un tema más relevante que el color de su bata. Sus problemas vienen de que su marido es adicto al trabajo y hay gente mala por ahí intentando hacer daño a la gente. Fin.

En ese tráiler que ha dado origen a esta entrada, vemos a una Lady Sybil que tiene de wagneriana lo que Morgoth de monja.

Señoras wagnerianas en la imagen: cero. Nótese que llevar hachas no te cataloga automáticamente como valkiria.

¿Qué os pasa? Veo un troll y una licántropa, pero parece ser que las gordas como interés amoroso son criaturas demasiado sobrenaturales incluso para una versión de una historia de fantasía.


6. Release the kraken.

Al contrario de lo que mucha gente cree, un amplio porcentaje de los TCA no empiezan con un "quiero estar delgada". Empiezan por un "necesito tener el control sobre algo" (sobre todo, los restrictivos) y por un "dónde está mi derecho a ser amada, igual lo consigo a través de mi apariencia", que a su vez viene de padres y entorno con altas expectativas y aprendizajes dañinos en general. ¿Sabéis lo que pasa, mortales, cuando tienes un ligero sobrepeso y bajas un poco?

OH QUÉ GUAPA ESTÁS

Que viene a ser droga dura cuando ansías la aceptación de tus semejantes. ¡Has hecho algo bien! ¡Albricias! ¡DADME MÁS! Y, como cualquier droga, una vez empiezas a pasarte ya pierdes el norte y acabas en una espiral de odio y autodestrucción de la que no hay forma de salir sin ayuda profesional y, en muchos casos, cambiar de familia.

No es que los medios de comunicación tengan toda la culpa del mundo de que la gente se odie y sienta que da asco y que debe cambiar para gustar y poder sentir un poquito de aprobación de sus semejantes, pero coadyuvan. Y mucho. Y tragarte toda tu santa vida intereses románticos femeninos que gastan como mucho una 38 no ayuda a que contemples la posibilidad de que con una 44 te vaya a mirar alguien con ojos golositos, y menos si tienes un entorno de mierda. Cuando hay un oasis, un lugar a salvo donde las gordas aparecen siendo amadas y deseadas... Venir a echarle lava hirviendo al adaptarlo en pantalla es confirmar tus sospechas: no, nadie quiere ver tus michelines. Escóndete. Das más miedo que un troll.


7. Recogiendo los bártulos.

Sienta muy mal lo de sentirse inadecuado y aunque sería maravilloso que todos tuviéramos la fortaleza mental para que nos diera igual todo, incluso nuestro entorno sociocultural, al final nos construimos basándonos en lo que nos rodea. Si nos rodean mensajes de mierda y aprendizajes de mierda, hay un chorroporciento de posibilidades de que acabemos sintiéndonos como una mierda. Estaría bien que disminuyesen, por lo menos, los mensajes de mierda, en la medida de lo posible. En estos dos casos, con Art3mis y Sybil, se ha perdido la oportunidad de acabar con un mensaje de mierda, y es bastante triste.


Que no se pierda el legado de Lady Sybil Ramkin.

martes, 11 de agosto de 2020

De libertad, rebeldía e irrelevancia

Llevo toda mi puñetera vida escribiendo. No exagero. El primer cuento lo escribí el verano que cumplí ocho años, pero ya había puesto por escrito -con la ayuda de mi madre- algunas obras de teatro de creación propia los dos estíos anteriores. La culpa la tuvo un teatrito de títeres que me trajo mi padre de Italia, cuando se fue a investigar para la tesis, y que se convirtió en el escenario para que mis pones lucieran sus dotes de interpretación. Recuerdo una de ellas: El buscaestrellas. Sé qué poni la protagonizaba, pero no tengo muy claro el argumento.
Siempre he estado imaginando historias e inmortalizando en palabras alrededor de un 20 % de ellas. Siempre. Cuando me ha tocado atravesar realidades de mierda de las que no te puedes escapar, he usado la escritura y la creación de mundos como arma y escudo, refugio y sanatorio mental. Es una forma de vivir. Casi, diría, de ser. Al final, el trabajo remunerado sirve para subvencionar el tiempo de escritura. Cuando digo "soy escritora" no me refiero a que escribo cosas y se publican. Me refiero a que respiro, siento y vivo a través de palabras, historias, voces narrativas, tramas y subtramas. Entiendo el mundo en forma de historia y creo mis mundos a la medida de las historias que necesito contar. Me he dejado las pestañas exprimiendo todas las posibilidades del castellano para subyugar el rebelde y mezquino idioma a mis deseos, persiguiendo la excelencia gramatical, ortográfica y sintáctica, aquella que permita la precisión quirúrgica dentro de su complejidad. Aspiro a dominar la forma para poder jugar con ella de todas las formas posibles. Quiero poder decir, al contar mis historias, exactamente lo que quiero decir.
Y quiero que todo este trabajo no se note cuando dichas historias sean leídas.

El año pasado, cuando publiqué Tailwhisper en Amazon, culminé un proceso de "aprender a autopublicar" que, gracias a los dioses, no fue tan terrible como prometía al principio, gracias a que Amazon está preparado para que cualquiera con un mínimo de alfabetización digital y comprensión lectora sea capaz de maquetar un libro de tapa blanda y pinchar en cuatro o cinco sitios para que su texto acabe convertido en ebook. A poco que hurgues por internet sobre maquetación para pobres que no tienen para pagar a profesionales aprendes lo básico de viudas y huérfanas y demás, y a poco que cojas un libro de verdad bien maquetado y le saques las tripas al procesador de textos para averiguar cómo se hacen las cosas, una es capaz de hacerlas por sí misma.
Lo mismo con el tema portadas. Cuando no tienes para pagar a un profesional, tienes que arremangarte y conocer tus límites y rezar para que el programa de manipulación de imágenes haga lo que tú quieres que haga. Aprender.
Del booktrailer de Tailwhisper no se habla. Es como la cuarta historia. De mayor quiero un ordenador que funcione y no se cuelgue con más de dos pistas. Qué cruz.

El conocimiento y la práctica te acaban dando independencia y la independencia te da una libertad preciosa. Con dicha libertad, que te permite no tener que confiar en una editorial que haga esas cosas que tú no sabes hacer, te puedes permitir además el lujo de rebelarte. De hacer lo que te dé la gana. De dejarle la tilde al sólo porque en la RAE también hay legales malvados que supeditan la eficacia de la lengua a la uniformidad de la norma y no te da la gana tragar con gilipolleces en tu propio texto.

No ha tenido que venir nadie a decirme que me merecía intentarlo o que era lo suficientemente buena como para presentarme a concursos y mandar manuscritos a saco. He metido la cabeza como finalista en los Ignotus y en el Domingo Santos. Me han seleccionado en el Visiones. He publicado en editoriales variopintas. Me han intentado timar diciéndome que comprometerme a comprar 200 ejemplares no era coedición. Me han pirateado libros que estaban gratis en mi web. Han venido a explicarme con condescendencia lo que acababa de escribir. Me han rechazado manuscritos educadamente, sí, pero han pasado de mi culo cuatro veces más. No tengo agente. No tengo contactos, y aquí entra una vez más la rebeldía.

No quiero caerle bien a nadie.

Entendedme. Quiero ser irrelevante con respecto a mis libros. Mis historias son las que valen la pena, las que se merecen salir al mundo, independientemente de que las haya escrito yo. No quiero que ninguna editorial me publique porque soy la sobrina de alguien o porque vengo recomendada por su cuñá. A día de hoy, los libros se venden básicamente en función de lo bien que caiga el autor y lo que interaccione en redes. Mi salud mental y mi amor propio no aguantan eso. Y tampoco pasa nada. Es una decisión que he tomado conscientemente: no me dejo la vida perfeccionando mi literatura para que luego vengan a tocarme los cojones.

Porque, hijos míos, soy escritora. Escritora, no publicista, ni famosa, ni simpática. Lo mío es escribir; lo de vender lo que escribo mediante las formas que imperan ahora mismo ha sido sopesado y desechado. No me vale la pena. No quiero compartir trocitos de mí en redes para que lectores potenciales decidan que les caigo bien. No quiero ir a convenciones para darme a conocer a editoriales a ver si les caigo bien. No quiero que me publiquen para cubrir un cupo de personas con tal configuración cromosómica. No quiero tener que airear mis convicciones morales u opiniones políticas en redes para que lectores potenciales y editoriales decidan basándose en ellas si soy digna de ser leída o publicada, ni para unirme a la sensación de pertenencia cada vez que salte la causa de la semana, ni pasar por el aro de ser "uno de nosotros" para ser relevante.


Esto tendría que haberse llamado "el cursus honorum del escritor en los tiempos del social media 
sobre persona humana", óleo sobre lienzo, en vez de "The Nightmare", de Henry Fuseli.

La libertad y la rebeldía tienen un precio y, en este caso, es el de no vender libros. Si junto las regalías de la autopublicación no me da para pagar un abono transportes mensual. Si hago una montaña con la salud mental ganada desde que descubrí que me estaba forzando a tener una "carrera" y a que me publicaran y a hacer todas esas cosas de las que está internet lleno de ESTO TIENES QUE HACER PARA SER ESCRITOR DE ÉXITO y lo mandé todo a tomar por saco, el Kilimanjaro se me queda chiquitito.

No me da la gana dejarme la vida en cambiar un sistema que me parece aberrante, ni tampoco dejármela quejándome porque dicho sistema es aberrante, así que decidí largarme y alejarme de todo aquello. Porque soy escritora, no justiciera social ni heroína de ninguna clase. Y soy libre, por fin.

No perdáis el tiempo intentando caer bien si lo que queréis es escribir. Si lo que queréis es caer bien, mira, que los dioses os amparen.

miércoles, 29 de abril de 2020

De bizcochos, azaleas y que pasen de tu culo

Te pasas toda tu vida trabajando sin remuneración alguna en tu pasión artística y, cuando al fin la cristalizas en algo tangible, parece que a la gente le da igual. O te dicen que "es muy bonito".
¿Qué pasa cuando pasan de tu culo?


¿Tú para qué haces lo que sea que hagas?
Voy a usar aquí fundamentalmente el "escribir" porque es de lo que va mi chozo, pero se puede aplicar a cualquier disciplina: bailar, dibujar, cantar, colgarte de un trapecio por los dedos de los pies, componer, el macramé... Cualquier cosa que te apasiona y a la cual hay que dedicarle años de aprendizaje para alcanzar un cierto dominio y una práctica constante para desarrollar su maestría.
Normalmente, además, le dedicamos el "tiempo libre" a esta cosa que nos apasiona, de forma que se va filtrando progresivamente en el concepto de ocio y te acabas sintiendo culpable el día que llegas reventado del curro y en la hora libre que te sobra tras la higiene, el tema hogar y las cosas urgentes no eres capaz de escribir. Esto es otro tema, pero viene bien para ilustrar que es algo en lo que tienes invertida mucha vida. Probablemente se haya filtrado, además, en tu identidad. Si te quitaran la escritura, ¿qué quedaría de ti? ¿Serías sólo el pobre cajero de supermercado que ahorra todo el año para poder pegarse un viaje de semana y algo en septiembre?
Hay mucha inversión emocional en la pasión de uno. Si eres un proletario que trabaja ocho horas por un sueldo en algo que ni te va ni te viene, adquiere una importancia aún mayor. Puede que llegue un momento en que sientas que eres lo que haces.
Y por eso duele en el alma que no le importes a nadie.

Qué viaje nos acabamos de pegar, colegas.

Si te has sentido identificado con toda la parrafada anterior, mira, lo siento. Been there, es una mierda, pero la buena noticia es que se puede entrar ahí con una guadaña, ponerse uno a segar broza y quedarse nuevo. Spoiler: no tenemos ningún control en lo que le gusta o le deja de gustar a los demás. Lo que le gusta y le deja de gustar a los demás no tiene ningún poder sobre tu identidad. LOS DEMÁS NO ESTÁN MINANDO TU IDENTIDAD PORQUE LES DÉ IGUAL TU LIBRO. La calidad de tu trabajo es independiente a que le guste a la gente o no.
Yo sé que nos encantaría a todos poder compartir nuestras pasiones con la gente que consideramos nuestros amigos o familia y sentirnos reconocidos y tal, pero es altamente probable que eso no pase. No es porque te quieran menos. La gestión de tu identidad como persona que escribe es responsabilidad única y exclusivamente TUYA. ¿Que a los demás les chupa un pie? Pues mira, tienen todo el derecho, toda la razón del mundo, si les chupa un pie. Si además te dicen "qué bonito" igual hasta están intentando hacer el esfuerzo de mostrarte que les importas aunque lo que hayas escrito les chupe un pie.
Tenemos una fantasía muy clara (y perniciosa) de dedicarle tiempo algo, dar lo mejor de nosotros, compartirlo con el mundo, y recibir una recompensa a cambio. Ya hablé de las dichosas recompensas que nos imaginamos. Y mira, no. Vuelvo a la pregunta del principio:

¿Tú para qué haces lo que sea que hagas?

1. Yo lo hago por el reconocimiento y la admiración. Bueno, pues entonces cambia el chip e investiga lo que le gusta a la gente y dáselo. No puedes obligar a nadie a que le guste el macramé. Si sólo lo haces por el reconocimiento y la admiración, prueba a subir selfis o fotos de tu gato a redes sociales varias. Verás como suben los likes.
2. Yo es que quiero sacar dinero de esto. Bueno, pues entonces cambia el chip e investiga lo que le gusta a la gente y convéncela de que te paguen por dárselo. Si a la gente le gusta el ganchillo y no el macramé, no tienes derecho a cabrearte porque no te compren el macramé. Vuélvete empresario.
3. Yo lo hago porque me mola. Entonces, ¿qué tiene que ver la gente en esto?

A este último grupo es al que sigo hablando. El resto, ya os podéis ir a hacer estudios de mercado, gracias por venir.

Spitzweg, El poeta pobre.
Viene a representar el público objetivo de esta entrada.

Duele que pasen de tu culo

Duele que pasen de tu culo porque en nuestra cabeza significa cosas. Que no nos quiere nadie, que somos una basura en lo que hacemos, que nos convierte en insignificantes, que inserte aquí mierdas aprendidas probablemente en la infancia o etapa escolar a base de malinterpretar estímulo-recompensa. Mira, sí, la gente va a pasar de tu culo. No tiene por qué ilusionarle lo mismo que a ti. Tú quieres que te acepten con tus ilusiones, acéptalos a ellos con sus no-ilusiones. No te cabrees con tus seres queridos porque no les mole lo que haces, porque entonces lo que estás haciendo es esperar tener un club de fans y que se comporten como lo harían en tu fantasía, pero es que son personas. Independientes. No están ahí de bulto en tu historia para aplaudir cuando hagas tu entrada triunfal. No son atrezzo.

Es que es muy solitaria la vida del artista y nadie me comprende

Oh, no me importa que no me hagan caso, yo es que soy como un Van Gogh amargado anhelando una comprensión megacósmica entre iguales, un incomprendido, un alma singular. A ver. Otra vez: que no. Que nadie te debe nada. Guardarle rencor al mundo porque no entiende tus chistes está muy feo. Te has imaginado personas que no existen y quieres que tu prima Paqui y tu cuñá Loli encajen en esas personalidades ficticias que te gustaría, pero la Paqui está consagrada a la horticultura y le cabrea que le digas que sus azaleas "son bonitas" después del currazo que le ha puesto a que no se le mueran, y la Loli sólo lee thriller de terror y le enerva que no distingas que ha cambiado de harina en el bizcocho que te ha traído esta semana, porque el tiempo que le dedica a la repostería parece caer siempre en saco roto y todo el mundo pasa de su culo.

Y qué hago

Igual suena muy budista (o estoico, no me acuerdo, al final todos los rollos de responsabilizarte de las cosas que están dentro de tu control vienen a ser lo mismo) pero lo más sano es controlar las expectativas. Ser conscientes de todo lo anterior. Leer a Marco Aurelio. Reforzar tu autoestima, incluso terapia mediante, viene muy bien para la vida en general. Quejarte menos. Pretender que la gente te admire cuando estás haciendo algo sólo para ti no es realista.

Vaya, he vendido dos libros, pensaba que iba a gustar más, bueno, ha quedado muy bien, para la próxima voy a mejorar esto y esto. Ostras, Paqui, qué hermosotas tienes las azaleas; Loli, qué rico el bizcocho. Qué buena tarde se ha quedado.

viernes, 13 de marzo de 2020

De romanticismo, fantasía y poetas muertos

Pues he publicado otra cosa.
Se llama Libro de horas de las oscuras golondrinas y es una arenga romántica al amor, la magia, la historia, la poesía y lo sublime. Pero, mejor, vayamos por partes.

Vi un anuncio de un concurso de novela romántica y tuve uno de esos arranques de "no hay huevos" como el que dio origen a La suerte del Dios Hambriento y a Tailwhisper. ¿Por qué no escribir una novela romántica pero... romántica de verdad? Es decir, con todos esos elementos que la hagan digna representante del Romanticismo, no de encoñamientos tóxicos baratos que echan por tierra el noble concepto de amor y lo convierten en una espuerta llena de celos, triángulos y mentiruscos atados con piedras que se empeñan en meternos como "historias de amor" (y que tanto nos indignan en esta casa).



No, se puede hacer de otra manera. Se puede escribir una historia de amor con un conflicto que no implique andar engañando a nadie, que acabe bien, que tenga su punto de aventura, que explore la melancolía de las ruinas, que mire al pasado con nostalgia y cierta exaltación, donde lo sobrenatural ocupe un lugar destacado, el terruño tenga preponderancia, la poesía sea más poderosa que la violencia y la voz narrativa tenga una excusa para todos los retruécanos habidos y por haber.

El escenario

Libro de horas de las oscuras golondrinas se desarrolla en Toledo, en marzo de 1864. Esta novela me ha exigido cuatro veces más trabajo de documentación que nada que haya escrito hasta ahora (y eso que Tailwhisper me hizo ponerme en biología a marchas forzadas). Y es que no quería inventarme sitios que no existiesen en 1864 ni llamar por otro nombre a edificios que en ese momento tenían otra función (como el Hospital de Santa Cruz).


Grabado de Guesdon que he utilizado para la portada.

Mi madre, Sixto Ramón Parro, Julio Porres y el blog de Toledo Olvidado han sido mis fuentes más consultadas. ¿Qué pinta tenía el Alcázar? ¿Se habían cargado ya la puerta del Alcántara? ¿Qué tipo de vegetación había en el Valle? ¿Se podía llegar andando a tal sitio? ¿Estaba abierta esta iglesia? De verdad, en cuanto te importa un poco el rigor histórico se sale la cosa de madre.
Además, ¿cuál era la moda en 1864? ¿Cuánto la seguirían en Toledo, que eran cuatro piedras asoladas por la despoblación? No sé si sabéis algo de moda del siglo XIX, pero es una pesadilla de cambios y crinolinas y faldones y corsés y llevar la cabeza cubierta o no. Encajes, pañuelitos, abanicos: luego nos extrañamos de la actualidad, pero es que menudo bagaje traemos.

La historia

Como la intención de esta historia era ponerse romántica de verdad, no tuve ningún problema a la hora de remangarme y sacar visigodos y romanos a pasear, remanentes nórdicos traídos por los primeros, problemas mediterráneos heredados por los segundos; ¡mitología, Magna Mater, córvidos odínicos, Erinias! ¡Que no falte de nada! Por no faltar, que no falten tampoco los personajes históricos: ¿dónde estaba este señor en 1864? Ah, ¿que estaba en otro sitio pero justo en marzo hizo un viajecito a Madrid? Bueno, está a un tiro de piedra, y sus biógrafos no pueden saberlo todo...

El libro

El libro es una historia de amor con ambientación fantástica urbana decimonónica. La historia de amor es de amor; de dos personas que se enamoran y un amor que triunfa sin mentiras, monsergas ni autoengaños. Si por el camino tienen que superar casi dos mil años de familias enfrentadas y encargarse de una profecía ominosa, eso sólo redunda en la fortaleza del vínculo que se crea.
Está lleno de referencias históricas (Bizancio, Roma, el mundo visigodo e hispanorromano, mitología griega, el filioque...) y artísticas, así como de lugares el Toledo del siglo XIX.
La voz narrativa también se ha escapado al siglo del Romanticismo; es mucho más poética que en otras obras tanto por la profusión de metáforas como por la utilización sin cortapisas de formas literarias variadas que suelo desechar en otro tipo de novelas por recargadas. Este ha sido un libro donde soltar la señora becqueriana irredenta que llevo dentro y desemelenarme, abusar de subordinadas y de hipérboles, sacar sustantivos y adjetivos de los sótanos del diccionario... No sé si podré reponerme de esto y volver a un uso certero como en Tailwhisper.

Una vez metes el pie en el Romanticismo, no puedes sacarlo. Sólo queda aceptarlo y hundirte en él a tiempo completo; disfrutar de lo sublime y poner el alma en cada verso de la existencia, olvidarte de las medias tintas y sentir, a tiempo completo, la gloria exacerbada de la creación.

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