Hola, soy la
creadora de Tronnia y vengo a explicaros un par de cosas acerca de
confundir la velocidad con el gorrino, la sensación de poder y los
libros bonitos.
Primer Acto:
Opinólogos, criterio y las cuatro témporas.
Estaba yo toda feliz
con el subidón que tiene una después de leerse un texto bonico
traducido, buscando la versión original en ebook, cuando me encontré
con que valía lo mismo que en tapa blanda (WTF). Quisieron los hados
que se me ocurriera bajar y leer un par de opiniones de una o dos
estrellas.
W. T. F.
Esto me ha hecho
pensar en varias cosas.
1. Si vas buscando
gore y resulta que lo que te encuentras es una comedia romántica,
juzgar la comedia romántica bajo los criterios del gore porque te da
rabia haberte equivocado de libro es igual un poco exagerado.
2. Hay una teoría
muy buena sobre cómo cuanto menos entiende alguien de algo más se
cree que sabe. Me parece interesante.
3. Las dos
reflexiones anteriores se evitarían si tuviéramos en cuenta lo
siguiente: en esta línea actual de confundir la velocidad con el
tocino, que es uno de los deportes preferidos de internet, voy a
recordaros que existe una cosa llamada relativismo estético y que
viene a explicar que el hecho de que a ti te guste algo o no no tiene
nada que ver con que sea bueno o no.
Esto a la gente suele dolerle en
la patata porque tenemos asociado que si algo es canónicamente bueno
nos tiene quegustar y, si no, somos defectuosos. ¿Me estás
llamando tonto? Si este cuadro es tan bueno debería emocionarme,
¿no? Si no me emociona es porque soy tonto y no lo entiendo o porque
es malo, así que elijo que sea malo y lo voy a denostar hasta
reventar internet. A ver... No. Puedes entender (o no) por qué
algo es bueno o está bien hecho (o no) y que te guste o lo odies
independientemente de eso. Identificar que lo que te gusta es lo
mejor de lo mejor y lo que no lo peor de lo peor denota cierta
parcela de madurez emocional a nivel de parvulario y es una de esas
cosas que deberían hacerse mirar.
Ejemplo gráfico:
hay marcadores para concluir que un retablo barroco dorado es de
mejor o peor calidad, pero a mí me van a dar urticaria todos igual.
4. Todo lo anterior,
además, se magnifica porque ahora tenemos picotas públicas para
valorar las cosas con estrellicas a nuestra bola. No se da un
criterio de evaluación porque la idea es llegar a todo el mundo y la
única forma de que todo el mundo pueda participar es que usen algo
que todos tenemos: una opinión. Sí. ¿Informada? ¿Desinformada? Da
igual. Es una opinión. Algo te gusta o no basado en inserte aquí
matojo rodando por el desierto.
Y esto lleva a la
sensación de poder, porque ahora tu opinión importa. Da igual que
seas lerdo, mala persona o te guste despellejar gatitos: internet te
permite dejar por ahí tus opiniones y sentirte importante al
hacerlo. Lo siguiente es sentirte ofendidito cuando alguien no las
respeta. Noticias frescas: las opiniones, incluidas las mías, no
merecen respeto por el hecho de ser una opinión. No somos más que
otro ser humano más con acceso a un teclado.
¡Oh, dios, el suelo
tiembla bajo mis pies! Sí, suele pasar. Fórjate un criterio y así
no te darás por aludido cuando te recuerden cosas como esta.
Segundo acto: La
música del silencio
Dicho esto, voy a
centrarme en qué hay que hacer para disfrutar La música del
silencio.
1. Leerse el
prólogo. En serio: hay un prólogo que te dice claramente "esto
no tiene acción, si buscas Kvothe deja de leer ahora, esto es otra
cosa más poética". Que os están avisando.
2. No esperar
acción. Por si acaso os saltáis lo del prólogo. No, no tiene
acción. No es un libro de aventuras.
3. Entender las
metáforas. Este es un libro que no sé si llamaría de prosa
poética. Lo importante no es lo que pasa sino cómo pasa. ¿No te
apetece pararte a pensar, a contemplar, a sentir? Go ahead y tira con
la Dragonlance. Aquí tienes que ir preparado para que te partan el
pensamiento lateral.
4. Que te guste
leer. LEER. No procesar información escrita que te transmita que
pasan cosas, sino LEER. Los juegos del lenguaje, las formas poéticas.
Lo que se puede retorcer una escena dependiendo de las palabras
usadas. La magia de las palabras.
5. Ir con la mente
abierta. No es una novela al uso, no puedes esperar que haya lugares
comunes donde agarrarte. Disfruta de eso, como si tuvieras cuatro
años y fuese la primera vez que te llevan al parque de atracciones.
A partir de ciertas edades es difícil descubrir cosas nuevas, así
que no desaproveches esta oportunidad.
Tercer acto:
SPOILERS ADEREZADOS CON MÁS SPOILERS.
Este libro es
terriblemente hermoso y devastador.
Auri, como metáfora,
es poderosa: la mente herida encerrada en la Subrealidad, una suerte
de mundo en sí mismo que se nutre parcialmente de la realidad, ajena
y agresiva, exterior. Un lugar que es muchos y donde, sola, ha de
acometer una serie de tareas tanto impuestas (como comer y dormir)
como autoimpuestas (organizar el mundo, que todo esté en su sitio).
El trauma que la
lleva a esconderse es desconocido, pero su reacción se puede
entender perfectamente. Su misión no es tan azarosa como pudiera
parecer. Auri subsiste a base de dotar de significado a lo que la
rodea, de mirar y percibir de forma poética. Es uno de los
personajes más infelices que he visto nunca, lleno de resignación
sabiendo a qué atenerse con su ilusión. Y, sin embargo, se las
ingenia para seguir viva en un equilibrio muy precario en el que los
contratiempos pueden ser fatales.
Para entrar de
verdad en el espíritu del libro hay que empatizar, dejarse llevar a
ese mundo laberíntico de soledad extrema, un universo cerrado donde
es más sencillo mantener el control, o al menos un espejismo del
mismo.
Transcurre en un
momento en que Auri ha encontrado un aliciente. Tiene algo que
esperar, un momento en el tiempo que anhelar, una visita. Su
existencia se articula hacia ese momento y esa ilusión es el motor
de sus acciones a lo largo de las páginas. Recuerda con
terror/desazón los tiempos en los que ese aliciente no existía.
Hay un capítulo
(Hueca) que dura una línea y en el que he leído todo lo que no está
escrito. Ocurre cuando cree que la visita ha llegado antes de tiempo,
pero al ir a buscarla no está. Se derrumba. En ese derrumbe se
manifiesta toda su fragilidad, todo el espejismo de sentido que tiene
su vida se hace patente también para ella, viendo todo lo que no
quiere mirar porque sabe las consecuencias que tiene mirarlo: el
vacío. Sin ese aliciente no hay nada, sólo queda ella, y ella es
muy poco y está vacía (o, al menos, así lo siente).
No sé qué podría
salvar a Auri y, de hecho, no he terminado de digerir la lectura. Es preciosa
y tristísima. Remueve. No puedo decir ya nada más.