jueves, 26 de mayo de 2016

Curiosidades sobre "La Suerte del Dios Hambriento"


Estas primeras cosicas son para despertar el gusanillo en vosotros, hijos míos. Para que digáis "ostras, me la ha vendido" o "esto tengo que leerlo por huevos" o "¿Lo qué? Echémosle un ojo".

Queridos hermanos, con todos vosotros, unas pocas curiosidades sobre La Suerte del Dios Hambriento.

CURIOSIDADES VARIAS SIN PELIGRO DE SPOILER


El origen. La historia nació como un "no hay huevos". Igual que a la oligofrénica persona que inventó los cruasanes con jamón y queso o el paté con mermelada, un día dije "anda, imagínate que a alguien le diera por hacer un crossover entre el diálogo platónico y, yo que sé, una partida de D&D". Algo dentro de mí dijo "no hay huevos". Y ya que iba a hacer una tortilla, era momento de darle la vuelta también.

 Hablad conmigo. Bueno, con Sócrates, pero soy yo quien dice las cosas. O algo.


Trevia. Por aquello de la conciliación laboral y demás, y de tener los ovarios como icosaedros fractales, me pareció muy adecuado poner en uno de los papeles protagonistas a una madre soltera mercenaria que se va a matar malos con su niño de diez meses a la espalda. Un bebé al que hay que alimentar, proteger, cambiar los pañales y curar los cólicos. 

Esta soy yo siendo pequeña, entrañable y sin padres mercenarios.


Religión. La Enéada salió así porque ya que estaba con temas platónicos y a Plotino lo tengo atravesado, me parecía divertido utilizar el nombre de "Enéada" para el panteón principal de la historia. Me puse bastante mística, como si estuviera escribiendo un poema metafórico en vez de un génesis, pero quedó bien bonico. Cuando uno se pone a crear religiones suelen salir demasiado redondas. Muy coherentes. La realidad suele ser distinta y haber siete millones de sincretismos, dioses que no tienen nada que ver entre sí (el de los tomates, el de las patatas, el de las cerezas y el de la comic sans, por ejemplo) encajando con calzador en el mismo panteón. Quise reflejar todo eso. Qué queréis que os diga, en ese aspecto ha quedado redondico.

Guiños. No podía ser un crossover con una partida de D&D sin dados. En el Templo Umbrío hay un dado de veinte caras que te dirá tu destino si lo lanzas. 

Ya que hablamos de dados, si queréis derretiros vivos de ternura 
echadle un ojo a estas esculturas.


Idioma. El dialecto del Thrais viene directamente del manchego. Que lo sepáis.


A partir de aquí puede haber cosas que os estropeen ciertas sorpresas. No digáis que no os he avisado. Voy a poner un bicho entrañable para que los despistados no se tragen los spoilers como juanolas. Insisto: no sigáis leyendo si no queréis spoilers. ¿Ya? ¿Quedamos sólo los que hemos llegado al final? Pues hala.

 Las marmotas son lo mejor.


CURIOSIDADES CON SPOILER

1. De Trevia a la Tejedora, pasando por el Paladín y la sacerdotisa, los personajes cargan con cosas que les hacen comportarse como se comportan. Cada uno se enfrenta a "lo suyo" como puede. Ese mondongo mental que hace de la Tejedora un personaje interesante es precisamente el narcisismo de libro, donde lo importante es la imagen que proyecta, el que nadie se dé cuenta de sus errores. A Trevia se le da bien guardar debajo de la alfombra aquello en lo que no quiere pensar. El Paladín... Pobrecico, lo de tener que desarrollar un criterio propio le viene grande. La sacerdotisa es un despojillo humano con un papel de servidumbre silente muy asumido, hasta que algo le rompe el pensamiento lateral. Vamos, que cada uno tiene lo suyo.

2. El Dios del Silencio viene, tangencialmente, para representar las relaciones tóxicas (entre otras cosas). El amor no es silencio, hijos míos. Un dios al que, si le piedes presencia, te regala más ausencia y encima es culpa tuya que no te haga ni caso por haberle suplicado lo mínimo se merece un tempo vacío. He dicho.

3. El Paladín me cae mal. No sé si se nota. La historia exigía un saco de boxeo y no me pensé mucho quién tenía que ser.

4. Que el bardo/mago sea un multiclase es marca de la casa. En El Tiempo de Viridia ya me despaché bien despachada con la música como forma principal de magia, y aquí me apetecía meterlo también. Ese momento glorioso de "Es que soy mago" y su equivalente con "Es que soy bardo" me dan especial gustete. Y sí, es el Mago Azul. A este hilo, no puedo dejar de señalar que el diálogo en el Templo Umbrío sobre el códice, la notación, que si esto es un fiu medio o un silencio de latos y la normalización de la notación fue un gustazo de escribir. Son esas cosas las que dan chicha a un mundo, que lo sepáis.

5. A este hilo, la nana de Rado y Vora es, efectivamente, un hechizo. Cuando la única esperanza que tienes de que a tus hijos no se los lleve el Dios Hambriento es que se duerman y sueñen, porque atraídos por sus sueños vendrán los dioses, protegiendo a las criaturas de que se las merienden, el insomnio infantil cobra una nueva y terrorífica dimensión. Imagínate que eres una madre acojonada intentando cantársela a tu niño para que se duerma, tratando de disimular el miedo. Pues eso.



lunes, 23 de mayo de 2016

Cuatro cosas que hago al escribir


Igual que la entrada del otro día venía para que supiera la afición qué NO iba a encontrar en mis escritos, esta vale para dar un aperitivo de lo que sí pueden esperar.

1. Ponerle padres a los protagonistas y que estén vivos. Saya tiene madre, Floria tiene toda la parentela ahí dando por saco y creando conflicto desde la primera página... La tendencia en la fantasía épica al heroelegido huérfano me tenía cansadica ya cuando empecé a escribir, así que tiendo a fabular sobre qué pasa cuando tienes lazos con tu familia y te importan y esas cosas.

Me pregunto, por cierto, qué pensaría Rousseau de Harry Potter,
 "en habiéndose" criado el pobre en el maltrato físico y psicológico hasta los once años, malviviendo bajo las escaleras.

2. Inventarme un mundo. Creo que esto no necesita explicación. Hasta la fecha sólo he escrito una novelita realista (por razones muy concretas, y que no ha visto la luz) y media (esta sólo vale a medias, que lleva fantasmas). Parte de la diversión es inventarte las reglas y ver qué pasa cuando las sigues.

3. Meter magia a carretillas. Y música. La fantasía épica se presta, vale. Pero hay también una cierta tendencia a que sea una cosa medio secreta o medio en decadencia o echada a perder, y a mí me gusta que esté presente, a ser posible, desde las primeras páginas, no esperarte al final del primer libro para meter a los dragones. Y, como hice explayándome en El Tiempo de Viridia, que tenga algo mucho todo que ver con la música. 

Booktrailer de El Tiempo de Viridia.
Magia, música y conflictos postergados explotando en sus narices. 

4. Meter comida. En La suerte del dios hambriento (pun intended) hay gente comiendo desde la primera página. Bebés chupando limones, bebés siendo amamantados, moras recolectadas, banquetes chungos... En El Tiempo de Viridia, menos, pero tiene mucha importancia también (el momento "le gusta el jamón" es de mis preferidos). En Tronnia... Bueno, no me he dedicado a subir a facebó fotos de flan de babosa por deporte.


Qué se come y cuándo, cómo se articula la existencia en torno a una necesidad básica, me fascina. Es un pilar que a menudo se olvida o deja en segundo plano cuando se procede a crear un mundo, y es una pena.  

Pues esto es lo que puedo garantizar. Lo demás depende de la historia. Si os ha picado la babosa el gusanillo, ya sabéis. Sacadme de pobre, anda.

jueves, 19 de mayo de 2016

5 cosas que me la traen al fresco cuando escribo


Esto viene un poco para que sepáis qué NO os vais a encontrar en mis libros si os da por leerlos.

1. Las batallas con escuadrones y cosas. Cuando te da por la fantasía épica es normal que acabes enfrentando a dos ejércitos (o más) para decidir el destino del mundo o algo. Igual que al leer recorro en diagonal los párrafos que hablan del avance de la caballería por tal flanco o cómo los lanceros sorprendieron a los ballesteros en tal vaguada, tiendo a pasar un kilo y medio de describir y analizar batallas. Básicamente, porque no me interesa. No soy Julio César hablando de pollos guapos. Me aburro. Sep. No voy a pedir perdón por ello.

Esto es lo que veo cada vez que leo una batalla.

Esto tiene que ver, fundamentalmente, porque entre mis objetivos no están ni demostrar lo puesta que estoy en Warhammer ni cuántos libros de Osprey me he metido entre pecho y espalda. Tampoco me interesa hablar de por qué Zutano es mejor general que Mengano, en cuyo caso necesitaría empaparme del tema para darle autoridad racional a la cosa. Las batallacas de El Tiempo de Viridia se libraban con coros y canticios y creo que sólo hay una escaramuza forestal descrita con detalle. Como suelo huir de la omniscencia al escribir, además, los enfrentamientos suelen ir desde el punto de vista de un solo personaje que, sorpresa, no puede ver todo lo que está pasando a la vez, y puede malinterpretar lo que pasa, por ejemplo.
Con esto no quiero decir que escribir sobre batallas sea de pobres. Quiero decir que para lo que quiero contar me sobran.

2. El refocilamiento. Pasa igual que con las batallas. Lo importante para mí no es quién tiene la mando dónde, sino el hecho de que el refocilamiento se produzca o no, y las consecuencias que tenga. Me pasa lo mismo que con dónde están los ballesteros: no tiene importancia para la historia que estoy contando. Por cierto, en El Tiempo de Viridia hay un burdel y una generación entera de súcubos y ni una escena explícita de sexo. Me gusta vivir al límite.
Como con las batallas, me aburre soberanamente leer sobre el tema, así que no escribo sobre ello.

3. La continuidad diaria. Lo llamo, dentro de mi cabeza, el síndrome de Frodo y Sam, o la Maldición de Proust. Pasan los párrafos y no pasa nada. Caminan y ven piedrecitas. O contemplan magdalenas. Y sigue sin pasar nada. Nada en absoluto.

 Spoiler: doscientas páginas más tarde todo sigue igual.

Transmitir el hastío a base de hastío no va conmigo. Tiendo a saltar a los momentos en los que pasa algo. Me doy cabezazos contra el gotelé cuando descubro que he escrito tres páginas de qué bonito es el bosque, oiga. Una vez más, no digo que matar de aburrimiento al lector transmitir el hastío así sea malo, sólo que no me vale para lo que quiero contar.

4. Hacerle la vesícula un lío al lector con la continuidad temporal. Pertenezco a esa generación que tuvo que leerse La verdad sobre el caso Savolta para Selectividad y no quiero despertar en nadie las ansias homicidas que yo sentí leyendo esa cosa ese libro. Los flashbacks son flashbacks y se nota que son flashbacks, de nada. Y mira que he terminado una novela sobre un bosque donde el tiempo funciona raro, pero insisto en que los experimentos estos vanguardistas a mí me descabalan el feng-shui.

5. Por dónde se le salen las entrañas a la gente. Esto, que es más viejo que las legañas (ya lo hacía Homero, el tío gore) y que ahora está bastante de moda, también tiende a sobrarme. A no ser que tenga un personaje enfrentándose con la violencia por primera vez, y en ese caso suelo centrarme en sus impresiones, y dado que no escribo sobre médicos forenses la descripción de heridas y demás suele ir en la línea de "ottia, cuánta sangre, espérate que poto". También podría hacerme falta si me da por escribir sobre verdugos a los que les encante su trabajo, pero creo que no va a caer esa breva. 

 Tranquilos, que ya vierto yo toda la sangre que la moza esta se guarda.

sábado, 14 de mayo de 2016

Batiburrejo: la pequeña pantalla

Hola, soy una entrada programada sobre series que tienen algo que ver con libros, heredera del espíritu de Batiburrillo. Spoilers free.

Game of Thrones

¿Hola? ¿Alguien se acuerda de mí?

Esta serie es divertida en el sentido de que creo que es la primera adaptación a serie de una saga de libros que no ha acabado. Esto permite un juego doble divertidísimo: hemos podido ver cómo la serie ha divergido de los libros y veremos cómo los libros divergen de la serie y al final tendremos dos historias distintas por el precio de una. Como experimento no tiene precio. Hay un montón de cosas que me encantaría que pasaran, pero a este paso me voy a conformar con que palmen todos al final.

Penny Dreadful

 Hola, soy la Vane y evoluciono como personaje mejor que un Pokémon.

Es un Fanfic. Sí. Pero, hijos míos, está bien hecho. La Vane está estupenda y, aunque su carisma del primer capítulo va mutando y tomando carices extraños, y la trama principal de la segunda temporada es un poco truñillo, es una delicia de revisión. Creo que es lo que quería ser "Once Upon a Time" pero bien hecho. Tiene tooodos los personajes que uno espera encontrarse en el Londres victoriano ficticio, y además tienen "bicho", y consigue una de esas cosas que la deformación profesional hace difícil, que es cogerme con el culo al aire respecto a temas argumentales. Más de una vez me he quedado con cara de "WTF?" y, de verdad, lo agradezco. Encontrar cosas que no me esperaba y que tengan sentido es de esos milagros que me hacen dar palmas con las orejas. (Por ejemplo, el final del segundo capítulo de la tercera temporada. Es un OH, SÍ.)


Bonus: Roma


Luz, color y ganas de pasearse en sandalias por sus calles.


Esto es otro fanfic de De bello Gallico (no va de un pollo guapísimo, sino de la guerra de Julio César en las Galias), además literal: Pullo y Voreno salen en el libro y les dedican un parrafito majo. La serie tiene sus añicos ya (no había yo terminado la carrera cuando la estrenaron, fue de las primeras que me vi en V.O). Y mola. Roma era así, un pozo de inmundicia una ciudad llena de vida donde la gente se mataba por los callejones vivía al límite. Se toma ciertas licencias históricas (gente que estaba muerta sigue viva), pero qué cojones. Las pelucas, la comida, el ambientillo, las elecciones: es pegarte un viaje a las postrimerías de la Roma republicana.

domingo, 8 de mayo de 2016

De trolls, sugus y Schopenhauer


Vengo a hablar hoy de presentaciones de libros y lo que surja.

El sábado estuve en la Biblioteca de Castilla-La Mancha presentando La noche que Tronnia cambió su mundo. Igual que en Zaragoza, mi intención era más bien traer el libro a la vida que hablar de la metáfora, la doble lectura y todas esas cosas que probablemente te resulten un truñón supino cuando tienes ocho años.

 Aquí, discutiendo con mi público sobre Schopenhauer.


No sé si valen para vender libros. Para hacer el cabra y saltarse las normas desde luego que sí. Recuerdo un tiempo en que leer y jugar se solapaban. Muchas veces al adulto se le pasa eso y entra en una espiral de solemnidad lectora que no concibo personalmente ni siquiera con tochardos académicos. Ayer jugamos. Trajimos a la vida la Danza Descoordinada anual, descoordinándonos todos a la perfección. El concurso de Aullidos Ancestrales estuvo muy reñido, pero finalmente los Cuculandrejos Reticulados se alzaron con la victoria (y se llevaron unos cuantos sugus troll extra). Mi varita mágica del Duenderoski no cogía muy bien la wifi, pero los hechizos parece ser que salieron bien. 

 Los sugus troll supervivientes.

Igual es la deformación profesional de los años que me pasé de monitora de campamento, pero en el tema de "animación a la lectura" creo que prima la "animación". Las lecturas obligatorias suelen ser la muerte a pellizcos. Todo lo que tengas que hacer por obligación impuesta desde el exterior suele convertirse en una tortura mereenina. A este respecto, me quedé muy contenta en la firma de la tarde: los padres/tutores/personas que ponían la pasta dejaban, en general, elegir a los niños qué querían llevarse. Los críos lo tienen claro. 

 Mi cerro de libros.

En otro orden de cosas, ya que estaba en la biblioteca aproveché para llevarme un cerrillo de libros. Cómo molan las bibliotecas. Igual es una inversión a plazo larguísimo, pero creo que si contribuyo a que a los cachorros humanos les molen los libros y se sientan autónomos y libres eligiendo sus lecturas, evolucionarán en seres humanos competentes y a alguno de ellos le dará por comprar mis títulos y sacarme de pobre. Otra cosa no, pero paciencia no me falta. 

Por ahora, me quedo con sus caritas de ilusión de ayer. Y con la purpurina que voy a estar encontrándome en la ropa, la mochila y el pelo durante unos cuantos días más.

miércoles, 4 de mayo de 2016

De premios, firmas y pepinillos

Hola, soy una entrada improvisada sin ánimo de cambiarle la vida a nadie. Viendo el subidón de visitas que ha tenido esto desde anoche he pensado que igual tenía que poner algo y orientar al extraviado y tal.

http://mcarellano.blogspot.com.es/2015/04/la-suerte-del-dios-hambriento_27.html

Si esto es lo que buscáis, podéis pinchar en la imagen 
y obviar mi soliloquio.


Una de mis expresiones favoritas es "flipando pepinillos". A veces lo cambio por "cucumbercillos", si me sale la vena anglosajona. Últimamente la he tenido que utilizar bastante. Para empezar, el Día del Libro me lo pasé en ese estado firmando en la caseta. No sé explicar, hijos míos, la sensación que se tiene cuando un mini-bípedo coge tu libro y dice "¡Fírmamelo, fírmamelo!" con los ojos brillantes. Salí de allí como en una nube.

Algo así, del estilo del "no-sé-qué" del Padre Feijoo (¿por qué me acuerdo de los comentarios de texto de bachillerato en estas situaciones?), sentí hace un par de semanas cuando fui a hacer un taller de animación a la lectura a un colegio de primaria y, ya acabado el sarao y a punto de mandar a los niños al recreo, me dijeron "Léenos más". De Tronnia. Léenos más. Mi misión en este planeta está cumplida.

Y anoche, vagueando por Facebook antes de cenar, vi que habían salido los nominados a los Ignotus de este año. Dije "anda, vamos a golisnear" y se me encodrijaron los axones a punto de cruz cuando leí La Suerte del Dios Hambriento en la categoría de novela corta.

Ay, madre.

Como soy una yaya catódica y no sé muy bien cómo va la cosa, estoy simplemente flipando pepinillos. Trolls, dioses con hambre, otra presentación este sábado... Que yo no estoy ya para estos trotes. Supongo que daré gracias así, en general, y le bailaré una jota a la Diosa Danzante por si las moscas.

lunes, 2 de mayo de 2016

Collejas para Creamundos

Estas collejas han sido testadas en mí misma a lo largo de años de aprendizaje a las bravas. Ningún basilisco inocente fue herido durante el proceso. Sin embargo, un buen puñao de páginas fueron inmoladas para siempre y enviadas al infierno de los textos desechados.


 Os tengo calaos.



1. DOCUMÉNTATE. 
Jornadas de viaje, materiales, técnicas constructivas, cosas que tienden a salir mal a lo largo de la historia de la humanidad...

2. DECÍDETE. 
Mira a ver qué quieres contar. Si no quieres hablar del bien contra el mal, sino de cómo surge el amor de Pretronila y Suintila en una situación límite, no te metas en cruasanes de once varas. Si necesitas un malo para que haga bulto y cuya derrota encumbre a tu personaje, intenta que sea medio decente y no sólo malo porque el mundo lo ha hecho así.

3. CÁLLATE. 
Lo sé, he estado ahí. Te has imaginado un mundo de la leche. 
Quieres contarle al universo todos los pormenores de la lucha de poder en Molalópolis, que has enhebrado tan estupendamente que sólo puede entenderse bien si te extiendes durante tres páginas. Noticias frescas: la gente se las va a saltar al leer. Lo mismo con cómo funciona la magia. Si quiero saber cuántos puntos de daño va a hacer tu hechizo me compro un manual de rol, hijo. IMPORTANTE: tú sí que tienes que saber cómo funciona tu mundo y actuar en consecuencia. Ir contándoselo al lector por las buenas y cansinas es una decisión, sin embargo, ehm, arriesgada.

4. APECHUGA. 
¿Has decidido que los hombres lobo no tienen cura? ¿Lo has dicho, dado a entender en el texto? Pues no tienen cura. Apechuga con tus decisiones. No te saques de la manga una cura mágica porque te has encariñado con un personaje. Cíñete a tus propias reglas. Si ves que no puedes, cámbialas.

5. PRONUNCIA.
Es un supino dolor de tálamo andar leyendo cosas impronunciables, sobre todo nombres de protagonistas con tres haches
 o combinaciones de letras supermísticas. 
No, tío, de verdad, que también he estado ahí. Si vas a hacer eso, que tenga justificación. Y, si dos personajes son del mismo pueblo, queda muy raro que uno se llame Boco y el otro Thrasnedhein, por ejemplo. Igual con los topónimos. 
Te lo digo yo, que le cambié el nombre a todos los Ancestros
 en El Tiempo de Viridia.

6. NO TE FLIPES.
Esta es mi colleja favorita. 
El día que me compre una TARDIS voy a visitar 
a mi yo adolescente todos los días para recordársela.
No hagas profecías que no sabes cómo vas a cumplir. No le des superpoderes superguays a tu protagonista que salven el culo a todo el mundo en la última página. No hagas que cualquier ser bipedestante que se cruza en su camino caiga fulminado por sus encantos. Vamos, que no te flipes.

7. BORRA.
Esta es la última, pero también la más importante.
Sé que duele. Sé que has invertido mogollón de tiempo en diseñar la vida y costumbres de las amazonas de Montececillo y de repente te has dado cuenta de que no aportan nada a la historia.
 No pasa nada. Borra. Déjalo para otra o haz un spin off.