domingo, 9 de octubre de 2022

De balances, esfuerzo y mosgaira

 Acabo de publicar la historia de mi vida y, de verdad, no me daba tiempo en una hora que duró la presentación para comentar todo lo que necesita ser comentado sobre ella.

Periódicamente me pregunto por qué echo tantas horas e ilusión en publicar. Supongo que el alcanzar la mejor calidad posible y el saber que lo has dado todo es el único consuelo que me queda cuando me doy en los hocicos, otra vez, con el silencio y el ninguneo general. Normalmente soy consciente de que recojo lo que siembro y vivo felizmente con mis cuatro libros vendidos y los comentarios e ilusión de mis ¿seis? fieles lectores. La parte de escribir, corregir, maquetar, preparar imágenes, montar booktráileres (gracias, Jesús) y tal la disfruto como una enana. El "dar la obra a conocer" ya es colonoscopia de otro costal.

Esta vez me he esforzado en el tema del marketing, sin cruzar las líneas rojas de mi propia salud mental (es decir, no cansinear por cansinear a la gente). He vuelto a Twitter, a pesar de que me pone de una mala leche indecible. He organizado presentación presencial, con todo lo que implica de tener que embarcar a gente en ello y dirigir y preparar historias (gracias a Jesús, a Ruth, a Komorebi y a Alicia). He pasado por los horrores de ir a sitios a poner carteles de la presentación teniendo que hablar con las personas humanas de dichos sitios (y en uno me dijeron que como era un libro de Amazon no me dejaban ponerlo, agarraos; aunque, por lo menos, el resto de personas humanas fueron majas). Me he vuelto loca con las notas de prensa, pero los medios locales siguen pasando de mi culo igual que siempre y aún es pronto para saber si las revistas de literatura de género (salvo una, que tuvo la decencia de contestarme) se han enterado. Hice una cuidadosa selección de booktubers tiempo ha para ver si me enganchaban sus canales y sobrevivieron dos a la criba, a quienes ofrecí el libro para leerlo y ya si eso reseñarlo y cuya respuesta ha sido tan positiva que me la quedo como el logro de esta campaña de publicación. Aunque pongan el libro a parir, me da igual. Gracias, Juls y Luna.

Donde he visto una ilusión que no me esperaba ha sido en las bibliotecas municipales, como en la de Almagro y la del Polígono (donde dos de los libros donados ya están prestados; de verdad, ojalá se presten tanto que se caigan a cachos). 

La inversión de energía ha sido desproporcionada. Que no, que a mí lo que me gusta es escribir las historias y crear los mundos y fliparme.

Por lo menos, la presentación en sí fue como estar en el salón de mi casa hablando de mi libro y compartiendo en modo flipado todo lo que dio tiempo sobre su proceso.


Casi todo era público cautivo, pero el apoyo lo agradecí en el alma. El sentirme arropada por la gente más cercana valió la pena.

El problema es que estoy muy cansada. He descubierto una línea roja bastante bestia con todo esto y es que no pienso dejar que las movidas de marketing me quiten la energía para escribir y hasta las ganas de hacer las cosas que sí disfruto haciendo. Por ahí no paso. Escribir tiene prioridad absoluta, así que voy a volver al vivir felizmente con mis cuatro libros vendidos y los comentarios e ilusión de mis ¿seis? fieles lectores. No sé caer en gracia. No me da la gana cansinear a la gente.

Así que, bueno, se acabó lo de intentar llegar al público. Me vuelvo a mis cuarteles de invierno a seguir maquetando. Pedid mis libros en vuestas bibliotecas de referencia, que las desideratas están para algo.

Para todo lo demás, mosgaira.