sábado, 9 de julio de 2016

Personajes que molan un melón

Aviso a navegantes: SPOILERS de Battlestar Galactica y El Silmarillion.

He visto por ahí alguna que otra lista de "personajes femeninos que molan mucho en la fantasía y la ciencia ficción" y hay gente que falta sistemáticamente. Con todos vosotros, mi top 3 de personajes chachis que resultan ser mozas.



LAURA ROSLIN

¿Mata gente usando sólo los dedos de los pies? No. ¿Lleva un tanga blindado? No. ¿La historia podría seguir perfectamente igual sin ella? NORL.



Laura Roslin es la cristalización de una fantasía distópica jugosísima: se acaba el mundo y el poder civil recae sobre la ministra de cultura, que además es maestra de escuela. No sé si tenéis maestros de primaria en vuestras vidas, pero ya os digo yo que tienen poderes. Este rol "soft" se lo echan en cara al principio de la serie "oh, nos va a liderar una maestra en nuestra lucha contra las malvadas tostadoras sanguinarias", lo cual sólo retrata la ignorancia del personal sobre lo que es estar al frente de una clase.

Bueno, pues esta señora, que resulta estar muriéndose, es capaz de plantarle cara al mismísimo Adama (Adama, todos somos contingentes, sólo tú eres necesario), a cantarle las cuarenta a Gaius Baltar; se enfrenta a decisiones que pueden extinguir a la especie humana... Y no la oirás quejarse. Es un Frodo de la vida: ¿qué hace un hobbit como tú en un Mordor como este? Pues nada, aquí, aceptando una responsabilidad que me ha caído encima sin buscarlo y tratando de hacer lo correcto.

Uno piensa en "personajes femeninos fuertes en Battlestar Galactica" y salta automáticamente Kara Thrace fumando puros. Que sí, que mola, pero me parece fatal dejar atrás a Laura Roslin, que tiene la cabeza bastante mejor amueblada.


LÚTHIEN TINÚVIEL

Si estáis poniendo cara de WTF es que esta entrada lo está haciendo bien. Espera, que os leo el pensamiento: "¡Pero si esta es una princesita que se dedica a bailar en el bosque siendo guapa!".

NORL.




Es una persona que llega hasta donde haga falta para conseguir su objetivo.

Que su objetivo te parezca ñoño es tu problema.

Si se hubiera ido a cantar ante Mandos para salvar a su hermana sería alabada como si acabase de salir de Frozen. Pero no, la lía parda para salvar a su amado, y el amor romántico está de moda denostarlo, así que esta pedazo de historia de tener los ovarios como ruedas de molino se queda relegada a "una moza guapa enamorada que se pega un baile".

Me vais a permitir que me vaya por los cerros de Überwald: detecto, últimamente, una alergia muy grande a que la gente sea simétrica. Una especie de "Eh, que no lo puedes tener todo. O eres un personaje interesante o eres guapo". Que qué tendrán que ver las gónadas para comer trigo. Esto, anyway, es irrelevante en El Silmarillion, donde TODOS los elfos son guapísimos por defecto.

Vuelvo a Beleriand. Pues eso: Lúthien se enamora de Beren, que es un mozo que los tiene cuadrados también y que las ha pasado canutas, y el padre de Lúthien, que es un poco cortico, se pone en modo padre de "nunca te quedarás con mi hijaaa", como si ella no tuviera opinión, y manda a Beren a por un Silmaril para acceder al contubernio. (Este recurso es muy viejo y muy efectivo).

Beren acaba prisionero y Lúthien se da cuenta de que o va ella a salvarlo o el pobre se va a pudrir allí. ¿Qué hace? Desafía a su padre, se escapa de la casa-árbol chunga donde la habían encerrado, tiene que lidiar con elfos malosos y envidiosos que la traicionan por el camino, se hace amiga de un perrete bersherker y acaban enfrentándose al mismísimo Sauron. Sin tanga blindado ni ná.

Espérate, que vienen curvas: rescatado Beren, acaban metiéndose en la guarida de Morgoth (DE MORGOTH) donde ella no pierde el temple y a base de su magia consigue arrebatarle un Silmaril a Morgoth. Oh, sí: eso que llevaban persiguiendo los hijos de Fëanor todo el libro lo logra la princesita que estaba ahí en el bosque cantando y siendo guapa.

Admito que hay un "momento Águilas" en esta historia, pero teniendo en cuenta que los pollos ex machina son marca de la casa Tolkien no tiene mucha importancia.

Pero hete aquí que Beren acaba muriendo y Lúthien, sin despeinarse, se marca un Orfeo y se va a buscar a su amado muerto allá de donde no se retorna (teóricamente). Y LE SALE BIEN. Paga el precio de renunciar a su vida inmortal, pero ojo: toma esa decisión solita, sin presión ninguna. Elije lo que quiere. A lo largo de toda la historia, a Lúthien le da igual lo que le mande su padre o lo que se espera de ella: hace LO QUE LE DA LA GANA.

Sí, sí. Princesita desvalida que necesita ser salvada. Contadme más.


YAYA CERAVIEJA

Todos sabíais que iba a acabar aquí. 

 
He sacado la ilustración de la Wikipedia, no sé quién es el ilustrador :S

Yaya es un personaje redondo. Redondo del todo. Le sale (casi) todo bien, pero no se libra de pagar el precio de sus actos y tiene "imperfecciones" (por ejemplo, un desprecio manifiesto a la ortografía). Cabalga sobre la soberbia en pos de la humildad. Es consciente de sus debilidades, de los puntos oscuros, y ahí reside precisamente su fortaleza.

Me entra el tembleque hablando de esta mujer.

Es una vieja. Es puro conflicto (literario), haga lo que haga. Es tan de verdad que uno puede buscar en ella su brújula moral (ante la duda, pregúntate qué haría Yaya Ceravieja en tu lugar). Si hay un personaja imprescindible en una lista de señoras chachis, es ella. Y sí, la estoy analizando muy por encima porque ya tiene hordas de fanses que se han dedicado a ensalzarla, analizarla y hacerle procesiones, así que no necesita que la saquen de ningún pozo.


Ea. Me he quedado nueva.

lunes, 4 de julio de 2016

Carta a mí misma hace quince años

Querida yo:

No me pongas esa cara. Sé que te encantaba esa escena. Sé que la escribiste en un momento en que necesitabas ganar algo y que alguien te reconociera tus habilidades. Me acuerdo de lo mierda que era tener que recurrir a la ficción para paliar las injusticias de cada día, la frustración que sentías cada vez que una cara bonita se llevaba los elogios y lo que tú hacías bien no le importaba a nadie. No te creas que no me acuerdo de lo que era surfear en olas de rabia y tristeza, gritar cuando ese mar de soledad me atrapaba y parecía que iba a ahogarme. Escribir era la tabla de salvación, lo sé. Me acuerdo.

Pero esa escena, querida yo, sobra. Sé que no querías contar nada cuando empezaste a escribir esto, sólo esconderte en un mundo donde tuvieras algún control. Qué cosas. Tu necesidad de huida te dio práctica. Te ha llevado hasta donde estoy ahora. Aprendimos a las bravas. Me acuerdo del día que descubrimos que "discursión" no llevaba "r". Y, como esas, muchas.

Creaste un mundo brutal donde se desarrollaba una birria de historia. No puedo culparte. Estabas aprendiendo. La hemos corregido muchas veces. Cómo te gustaba repetir palabras. Cómo te gustaba lo de "en verdad". Quedaba así como solemne, ¿eh? Nos tomábamos muy en serio la historia. Quizá demasiado. Sé que no te importa que haya corregido todo eso.

Je. Si te llegan a decir que ibas a acabar firmando libros...

Tenía que hacer justicia a ese mundo y a esos pobres personajes. Reconócelo, iban por la historia como pollos sin cabeza. Lo cual, por otro lado, es normal: recuerdo que querías reflejar precisamente eso. La falta de propósito, la sucesión de hechos "para nada". Ganar para nada, perder para nada. No te voy a pedir perdón por haberlos cogido por el pescuezo y haber contado algo. He hablado de pollos sin cabeza, precisamente, pero lo he hecho bien.

Leí, no me acuerdo dónde, que una de las habilidades más útiles que puede aprender un escritor es el recorte. Y le he metido una poda tremenda. Personajes que parecían imprescindibles han desaparecido para siempre. ¿Sabes qué? He descubierto que el impulso fundamental de escribir, ahora que soy vieja, se basa en el "no hay huevos". Dicen que lo mejor que se puede hacer con las primeras novelas es guardarlas en un cajón. Bueno, pues yo he decidido hacer algo de provecho con ella. Me están haciendo falta muchos, muchos huevos. De brontosaurio.

Así que, querida yo, me acuerdo mucho de ti mientras sigo este proceso. Cuántas collejas te daría. Cuántos abrazos. Qué pequeñita eras. Qué imaginación tenías.