La Noche Larga no era exactamente una celebración en la aldea. Era normal encontrar a toda la familia reunida alrededor del hogar a la puesta de sol, claro, dado lo que sabían que aguardaba fuera, en la oscuridad que se derramaba lentamente saboreando su momento especial. Las casas se llenaban de luces, y probablemente la familia más humilde se gastara todos sus parcos ahorros en velas o leña para asegurar cuanta más luz, mejor; luz que durase toda esa eterna noche, hasta el amanecer. Sobre todo, habría cánticos, en voz muy alta, cuanto más animados, mejor. Cantando ahogarían los sonidos que venían del exterior, de la oscuridad que campaba libre en el solsticio. Cantando podrían convencerse de que no estaban oyendo los aullidos desgarradores de las almas en pena, sino sólo el viento, sólo las ramas crujiendo. Cantando, convirtiendo en melodía temblorosa sus voces antes de convertirse en gritos, podrían mantener a raya el terror cerval que los atenazaba durante la noche más larga del año, cuando quien se adentra en la oscuridad es engullido por ella para no volver jamás.
domingo, 21 de diciembre de 2014
sábado, 20 de diciembre de 2014
Novedades de diciembre
Para empezar, mi primera incursión en el género de terror, titulada Ojos de Absenta, ha sido publicada en el número 9 de la Revista Valinor. Lleva un tono así decimonónico bastante adecuado a la tajada que lleva el personaje principal, y hay un gatito. "Oh, qué miedo", pensaréis, así sujetando el cartel de sarcasmo de Sheldon por encima de vuestras cabezas. Bueno, leedlo. A veces lo que más acojona es lo que parece cotidiano.
Greebo, el lindo gatito definitivo.
También me han avisado de que han seleccionado un microrrelato épico mío para esta antología. Siempre sube la moral, oiga.
Hum... Ese parece un libro... Ese también...
Mierda, ese tiene pinta de calcetines...
Aparte, diciembre tiene cierto carácter festivo en el que, por tradición, se mezcla el tema de intercambiar regalos con algo más de tiempo libre. La posibilidad "libro" sobrevuela esa circunstancia y no quiero dejar alentar al universo a que disfrute de las páginas imprevistas.
Así pues, gambas para el cuerpo físico y letras para el alma. Que este ciclo planetario que arbitrariamente hemos decidido que empieza en breve os traiga nuevas historias, nuevos universos e ilusiones a espuertas.
Y música, que tampoco puede faltar.
lunes, 15 de diciembre de 2014
Ciclo de Cuentos Nipones
Este ciclo tuvo lugar en la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha en los meses de noviembre y diciembre de 2014. Con dos sesiones infantiles y dos para todos los públicos, el ciclo busca dar a conocer la cultura nipona mediante un elemento imprescincible del folclore como es la narración oral. Los cuentos tradicionales son un reflejo maravilloso de la forma de pensar de un pueblo, revelando sus miedos, aspiraciones y valores.
La bibliografía fundamental para elaborar este proyecto se basó en las investigaciones de Lafcadio Hearn y Luis Caeiro.
jueves, 11 de diciembre de 2014
Secretos literarios
A instancia de Marta Conejo, a quien conocí en un encuentro de escritoras y tengo pendiente leer (pretendo regalarme Mis alas por un beso esta Navidad), procedo a confesar "secretos" literarios varios. No sé si llamarlos así porque no tiendo a esconderlos, pero tampoco voy pregonándolos por ahí.
1. El universo Dragonlance es de lo peor que le ha pasado a la literatura fantástica.
Sí. Lo siento. No, no lo siento. Libros y libros en los que no pasa nada. Los kender son un engendro grotesco. Los elfos y los enanos son una burda sombra de las especies redondas que Tolkien creó. Hay sólo un personaje decente y es Raistlin, que se merece un contexto sesenta veces mejor. Qué historia habría salido de no estar rodeado de pazguatos, Kitiara incluida. (Odiadme. Es una guay con ínfulas de grandeza que no le llega a su hermano a la altura de la sandalia. He dicho)
2. No he podido con La Fundación.
Tengo pendiente a Asimov, a mis años. Mea culpa quizá el haber intentado leérmelo con doce años, pero desde entonces no he sido capaz de hincarle el diente.
3. No aguanto los libros "de aventuras".
Los libros rollo "secreto masónico de tal catedral que es descifrado por el periodista de turno y la sexy bibliotecaria infravalorada" que están tan de moda me estomagan. Sobre todo porque normalmente se pasan trescientas páginas mareando la perdiz en el tema sentimental y no puedo con los sobreentendidos.
4. La deformación profesional me estropea muchas historias.
Los veo venir. Huy, este va a ser el malo traidor, esto va a acabar así, este va a morir. Es lo necesario para que la narración funcione. Es muy difícil sorprenderme y eso es triste. Sin embargo, me hacen los ojos chiribitas cuando consiguen partirme el pensamiento lateral.
5. Me estoy hartando de la fantasía real.
El rollo GRR Martin, que viene a ser un mundo medieval con una poca de magia, donde la gente se pasa la mitad de las páginas con los intestinos por fuera, refocilándose o regocijándose en sus necesidades fisiológicas me empieza a cansar. Que sí, que en la Edad Media era así y todo el mundo olía mal e iba al baño como todo hijo de vecino y se moría de caries. Ya lo sabemos. Eso es REAL. Cuando leo fantasía, quiero FANTASÍA. Unicornios y magia y un mundo donde pueda olvidarme de la prosaicidad del mundo real. Si quisiera mundo real antiguo cogería a Homero o a Shakespeare o a Catulo. Esta "fantasía real" que se lleva últimamente me hace imaginarme a los autores en plan Grinch, "¿Buscas magia? Te voy a dar yo..."
Tiene su gracia, en sus dosis, pero parece que es el rumbo que ha de tomar la fantasía porque mola más que sea "realista" (toma oxímoron) y no me gusta. Mi estándar es El Silmarillion. Ea.
6. Cuanto menos me entere de quién es quién, mejor.
Hay gente que se pierde con más de tres personajes. A mí me gusta perder el hijo de quién era el cuñado de quién y que salgan hijos secretos y amores perdidos a tres páginas del final, pero de forma que encaje todo de repente, rollo Cien Años de Soledad o El Círculo Mágico o, por supuesto, El Silmarillion. Me gusta tener que hacer un árbol genealógico al finalizar la primera lectura y tener que hacer una segunda lectura para descubrir las cosas que me he perdido antes. Hace que los libros duren más.
Pues ya está. La verdad es que se queda una nueva al ponerlo por escrito, oiga...
1. El universo Dragonlance es de lo peor que le ha pasado a la literatura fantástica.
Sí. Lo siento. No, no lo siento. Libros y libros en los que no pasa nada. Los kender son un engendro grotesco. Los elfos y los enanos son una burda sombra de las especies redondas que Tolkien creó. Hay sólo un personaje decente y es Raistlin, que se merece un contexto sesenta veces mejor. Qué historia habría salido de no estar rodeado de pazguatos, Kitiara incluida. (Odiadme. Es una guay con ínfulas de grandeza que no le llega a su hermano a la altura de la sandalia. He dicho)
2. No he podido con La Fundación.
Tengo pendiente a Asimov, a mis años. Mea culpa quizá el haber intentado leérmelo con doce años, pero desde entonces no he sido capaz de hincarle el diente.
3. No aguanto los libros "de aventuras".
Los libros rollo "secreto masónico de tal catedral que es descifrado por el periodista de turno y la sexy bibliotecaria infravalorada" que están tan de moda me estomagan. Sobre todo porque normalmente se pasan trescientas páginas mareando la perdiz en el tema sentimental y no puedo con los sobreentendidos.
4. La deformación profesional me estropea muchas historias.
Los veo venir. Huy, este va a ser el malo traidor, esto va a acabar así, este va a morir. Es lo necesario para que la narración funcione. Es muy difícil sorprenderme y eso es triste. Sin embargo, me hacen los ojos chiribitas cuando consiguen partirme el pensamiento lateral.
5. Me estoy hartando de la fantasía real.
El rollo GRR Martin, que viene a ser un mundo medieval con una poca de magia, donde la gente se pasa la mitad de las páginas con los intestinos por fuera, refocilándose o regocijándose en sus necesidades fisiológicas me empieza a cansar. Que sí, que en la Edad Media era así y todo el mundo olía mal e iba al baño como todo hijo de vecino y se moría de caries. Ya lo sabemos. Eso es REAL. Cuando leo fantasía, quiero FANTASÍA. Unicornios y magia y un mundo donde pueda olvidarme de la prosaicidad del mundo real. Si quisiera mundo real antiguo cogería a Homero o a Shakespeare o a Catulo. Esta "fantasía real" que se lleva últimamente me hace imaginarme a los autores en plan Grinch, "¿Buscas magia? Te voy a dar yo..."
Tiene su gracia, en sus dosis, pero parece que es el rumbo que ha de tomar la fantasía porque mola más que sea "realista" (toma oxímoron) y no me gusta. Mi estándar es El Silmarillion. Ea.
6. Cuanto menos me entere de quién es quién, mejor.
Hay gente que se pierde con más de tres personajes. A mí me gusta perder el hijo de quién era el cuñado de quién y que salgan hijos secretos y amores perdidos a tres páginas del final, pero de forma que encaje todo de repente, rollo Cien Años de Soledad o El Círculo Mágico o, por supuesto, El Silmarillion. Me gusta tener que hacer un árbol genealógico al finalizar la primera lectura y tener que hacer una segunda lectura para descubrir las cosas que me he perdido antes. Hace que los libros duren más.
Pues ya está. La verdad es que se queda una nueva al ponerlo por escrito, oiga...
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