lunes, 2 de mayo de 2016

Collejas para Creamundos

Estas collejas han sido testadas en mí misma a lo largo de años de aprendizaje a las bravas. Ningún basilisco inocente fue herido durante el proceso. Sin embargo, un buen puñao de páginas fueron inmoladas para siempre y enviadas al infierno de los textos desechados.


 Os tengo calaos.



1. DOCUMÉNTATE. 
Jornadas de viaje, materiales, técnicas constructivas, cosas que tienden a salir mal a lo largo de la historia de la humanidad...

2. DECÍDETE. 
Mira a ver qué quieres contar. Si no quieres hablar del bien contra el mal, sino de cómo surge el amor de Pretronila y Suintila en una situación límite, no te metas en cruasanes de once varas. Si necesitas un malo para que haga bulto y cuya derrota encumbre a tu personaje, intenta que sea medio decente y no sólo malo porque el mundo lo ha hecho así.

3. CÁLLATE. 
Lo sé, he estado ahí. Te has imaginado un mundo de la leche. 
Quieres contarle al universo todos los pormenores de la lucha de poder en Molalópolis, que has enhebrado tan estupendamente que sólo puede entenderse bien si te extiendes durante tres páginas. Noticias frescas: la gente se las va a saltar al leer. Lo mismo con cómo funciona la magia. Si quiero saber cuántos puntos de daño va a hacer tu hechizo me compro un manual de rol, hijo. IMPORTANTE: tú sí que tienes que saber cómo funciona tu mundo y actuar en consecuencia. Ir contándoselo al lector por las buenas y cansinas es una decisión, sin embargo, ehm, arriesgada.

4. APECHUGA. 
¿Has decidido que los hombres lobo no tienen cura? ¿Lo has dicho, dado a entender en el texto? Pues no tienen cura. Apechuga con tus decisiones. No te saques de la manga una cura mágica porque te has encariñado con un personaje. Cíñete a tus propias reglas. Si ves que no puedes, cámbialas.

5. PRONUNCIA.
Es un supino dolor de tálamo andar leyendo cosas impronunciables, sobre todo nombres de protagonistas con tres haches
 o combinaciones de letras supermísticas. 
No, tío, de verdad, que también he estado ahí. Si vas a hacer eso, que tenga justificación. Y, si dos personajes son del mismo pueblo, queda muy raro que uno se llame Boco y el otro Thrasnedhein, por ejemplo. Igual con los topónimos. 
Te lo digo yo, que le cambié el nombre a todos los Ancestros
 en El Tiempo de Viridia.

6. NO TE FLIPES.
Esta es mi colleja favorita. 
El día que me compre una TARDIS voy a visitar 
a mi yo adolescente todos los días para recordársela.
No hagas profecías que no sabes cómo vas a cumplir. No le des superpoderes superguays a tu protagonista que salven el culo a todo el mundo en la última página. No hagas que cualquier ser bipedestante que se cruza en su camino caiga fulminado por sus encantos. Vamos, que no te flipes.

7. BORRA.
Esta es la última, pero también la más importante.
Sé que duele. Sé que has invertido mogollón de tiempo en diseñar la vida y costumbres de las amazonas de Montececillo y de repente te has dado cuenta de que no aportan nada a la historia.
 No pasa nada. Borra. Déjalo para otra o haz un spin off.

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