Se llama Libro de horas de las oscuras golondrinas y es una arenga romántica al amor, la magia, la historia, la poesía y lo sublime. Pero, mejor, vayamos por partes.
Vi un anuncio de un concurso de novela romántica y tuve uno de esos arranques de "no hay huevos" como el que dio origen a La suerte del Dios Hambriento y a Tailwhisper. ¿Por qué no escribir una novela romántica pero... romántica de verdad? Es decir, con todos esos elementos que la hagan digna representante del Romanticismo, no de encoñamientos tóxicos baratos que echan por tierra el noble concepto de amor y lo convierten en una espuerta llena de celos, triángulos y mentiruscos atados con piedras que se empeñan en meternos como "historias de amor" (y que tanto nos indignan en esta casa).
No, se puede hacer de otra manera. Se puede escribir una historia de amor con un conflicto que no implique andar engañando a nadie, que acabe bien, que tenga su punto de aventura, que explore la melancolía de las ruinas, que mire al pasado con nostalgia y cierta exaltación, donde lo sobrenatural ocupe un lugar destacado, el terruño tenga preponderancia, la poesía sea más poderosa que la violencia y la voz narrativa tenga una excusa para todos los retruécanos habidos y por haber.
El escenario
Libro de horas de las oscuras golondrinas se desarrolla en Toledo, en marzo de 1864. Esta novela me ha exigido cuatro veces más trabajo de documentación que nada que haya escrito hasta ahora (y eso que Tailwhisper me hizo ponerme en biología a marchas forzadas). Y es que no quería inventarme sitios que no existiesen en 1864 ni llamar por otro nombre a edificios que en ese momento tenían otra función (como el Hospital de Santa Cruz).
Grabado de Guesdon que he utilizado para la portada.
Mi madre, Sixto Ramón Parro, Julio Porres y el blog de Toledo Olvidado han sido mis fuentes más consultadas. ¿Qué pinta tenía el Alcázar? ¿Se habían cargado ya la puerta del Alcántara? ¿Qué tipo de vegetación había en el Valle? ¿Se podía llegar andando a tal sitio? ¿Estaba abierta esta iglesia? De verdad, en cuanto te importa un poco el rigor histórico se sale la cosa de madre.
Además, ¿cuál era la moda en 1864? ¿Cuánto la seguirían en Toledo, que eran cuatro piedras asoladas por la despoblación? No sé si sabéis algo de moda del siglo XIX, pero es una pesadilla de cambios y crinolinas y faldones y corsés y llevar la cabeza cubierta o no. Encajes, pañuelitos, abanicos: luego nos extrañamos de la actualidad, pero es que menudo bagaje traemos.
La historia
Como la intención de esta historia era ponerse romántica de verdad, no tuve ningún problema a la hora de remangarme y sacar visigodos y romanos a pasear, remanentes nórdicos traídos por los primeros, problemas mediterráneos heredados por los segundos; ¡mitología, Magna Mater, córvidos odínicos, Erinias! ¡Que no falte de nada! Por no faltar, que no falten tampoco los personajes históricos: ¿dónde estaba este señor en 1864? Ah, ¿que estaba en otro sitio pero justo en marzo hizo un viajecito a Madrid? Bueno, está a un tiro de piedra, y sus biógrafos no pueden saberlo todo...
El libro
El libro es una historia de amor con ambientación fantástica urbana decimonónica. La historia de amor es de amor; de dos personas que se enamoran y un amor que triunfa sin mentiras, monsergas ni autoengaños. Si por el camino tienen que superar casi dos mil años de familias enfrentadas y encargarse de una profecía ominosa, eso sólo redunda en la fortaleza del vínculo que se crea.
Está lleno de referencias históricas (Bizancio, Roma, el mundo visigodo e hispanorromano, mitología griega, el filioque...) y artísticas, así como de lugares el Toledo del siglo XIX.
La voz narrativa también se ha escapado al siglo del Romanticismo; es mucho más poética que en otras obras tanto por la profusión de metáforas como por la utilización sin cortapisas de formas literarias variadas que suelo desechar en otro tipo de novelas por recargadas. Este ha sido un libro donde soltar la señora becqueriana irredenta que llevo dentro y desemelenarme, abusar de subordinadas y de hipérboles, sacar sustantivos y adjetivos de los sótanos del diccionario... No sé si podré reponerme de esto y volver a un uso certero como en Tailwhisper.
Una vez metes el pie en el Romanticismo, no puedes sacarlo. Sólo queda aceptarlo y hundirte en él a tiempo completo; disfrutar de lo sublime y poner el alma en cada verso de la existencia, olvidarte de las medias tintas y sentir, a tiempo completo, la gloria exacerbada de la creación.
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