-¡Qué guapa estás!
Os ve aparecer y sonríe. No tiene muy claro
quién eres, pero te clasifica inmediatamente en la categoría de "niña".
¿La niña de quién? De mi hermano, de mi primo. Cada día te toca ser de
alguien distinto. ¿Y éste, quién es? Mi padre. Mi hermano.
No
tiene muy claro el qué, pero sabe que le tocáis algo, si es que sabe
algo todavía. Quizá sólo lo siente. A lo mejor al perderse la cordura en
el bosque en que se extravía cuando la enfermedad la abandona entre los
árboles lo único que queda es ese instinto animal en el que reconoces a
tu manada. Intenta hablar, pero no es capaz de hilar frases coherentes
con más de cuatro palabras.
Ante la imposibilidad de comunicación verbal hace tiempo que decidiste
simplemente cogerle la mano durante los brevísimos minutos del "pasar a
saludar", ya que eso sí parece comprenderlo sin problema. Es tu hola, tu
cómo estás y tu hasta luego.
Las palabras aquí no tienen jurisdicción. Lo que digas no importa. Importa la entonación, la música que significa "me alegro de verte". Un eco capaz de resonar en la espesura, de derrotar al silencio. Un eco que, paradójicamente, lo que acalle sea tu miedo. Tu terror cerval a, un día, encontrarte perdida en el bosque también.
Las palabras aquí no tienen jurisdicción. Lo que digas no importa. Importa la entonación, la música que significa "me alegro de verte". Un eco capaz de resonar en la espesura, de derrotar al silencio. Un eco que, paradójicamente, lo que acalle sea tu miedo. Tu terror cerval a, un día, encontrarte perdida en el bosque también.
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