viernes, 13 de marzo de 2015

Libros de señores muertos: Mundodisco

Ayer a estas horas estaba yo intentando digerir la noticia terrible. Terry Pratchett había muerto, a los 66 años, después de bregar con una enfermedad horrorosa. Una de las primeras cosas que pensé fue qué iba a pasar con todas las historias que no le había dado tiempo a contar. Dónde se quedan las cosas que no te da tiempo a decir.



Como me temo que es una duda que me perseguirá siempre, voy a quedarme con lo que sí escribió y, cual abuelo cebolleta, contar mi experiencia con los libros de este señor.

Tenía yo quince años y estaba haciendo una colección de libros de fantasía épica del Círculo de Lectores. Iba yo buscando fantasía solemne. Me lo tomaba todo muy en serio en aquella época, empezando por mí misma. Mi mundo se iba al garete y necesitaba universos en los que los hechizos funcionasen de verdad para escapar. El miedo al pitorreo era cerval. Así que, cuando llegó a mis manos Brujerías, pensé "¡Hala! ¡Una de brujas!" y me puse a leerlo ávidamente. No estaba preparada para palabras como "martes". No me esperaba brujas que tomasen el té con pastitas con forma de murciélago. Me pareció una parodia barata. Me enfadé y lo cerré. Me sentí estafada y ahí se quedó el libro, muerto de risa. Venía con Rechicero, el cual también intenté empezar a leer pero abandoné al encontrármelo con el mismo tono.

Esta era la edición.
Con una portada la mar de sugerente, además.


Tiempo después, ya en bachillerato, tuve uno de esos días de "quiero leer algo pero no sé el qué". Volví a coger Brujerías. El libro era el mismo, pero yo empecé a leerlo de otra manera. No me esperaba nada. No tenía ninguna expectativa. A ver qué era, ya que fantasía, tal y como yo la entendía, desde luego no era.

Aquello iba de la realidad, desde luego. Yaya Ceravieja era, en fin; Yaya Ceravieja. Cuando me lo acabé, cogí Rechicero inmediatamente después. Rincewind me cayó mal y no solté el libro hasta la última página. La solapa prometía que había más. Casi una treintena. No recuerdo bien el orden en que me leí el resto. Por primera vez, no me importó que un libro de ficción me enseñara cosas. Descubrí que era porque no pontificaban ni me trataban como si fuera idiota. Me supuso una mezcla entre cura de humildad, epifanía y vía de escape.

En la famosa solapa también decía que había escrito un libro con un tal Neil Gaiman, que no me sonaba de nada. Me compré Buenos Presagios y fui feliz. Empecé a comprarme los títulos nuevos según salían, pero en cierto momento dejé de hacerlo. Me faltan por leer un par de la Guardia de la Ciudad y no sé si dos o tres de las brujas.

El último libro que he leído ha sido Me vestiré de medianoche. No sé si me leeré todos los que me faltan, porque así siempre quedará algo. Será como si aún tuviera historias que contar, cosa que proporciona un cierto colchón mental para la pérdida. No tendré que despedirme del todo mientras quede algún libro suyo por leer.

1 comentario:

  1. Tuve la suerte de verle en persona en la catedral de Ely cuando presentó su libro Dodger allá en septiembre del 2012. Allí entre otras cosas nos desveló que estaba escribiendo un nuevo libro de la guardia sobre Vimes. Parece que ésa será otra de esas historias que se quedarán sin contar.

    Que los gatetes que tanto adorabas te acompañen allá donde estés, Sir Pratchett. Te echaremos mucho de menos.

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