Hoy hace un año que presenté El Tiempo de Viridia. Estaba emocionada, nerviosa y un pelín acojonada. Vino bastante gente y agradezco en el alma su presencia a quienes me acompañaron aquel día.
Hubo cosas que quedaron por decir. Creo que no profundicé lo suficiente en el desnortamiento existencial que es la base de esta novela. La vida es eso que pasa mientras intentas adivinar qué es lo que tienes que hacer con ella. La protagonista no sabe lo que quiere ni lo que le conviene y así le va. Y mete la pata, y hace cosas que no quiere pero no sabe que no quiere, y se agarra a clavos ardiendo, y está sola, y tiene miedo a admitir sus errores, así, mientras llueven tortas por estribor y sopapos por babor.
A ver cómo eliges camino si no tienes ni puñetera idea de dónde vas.
Sigo sin tener ejemplar propio (el de la foto es el de mi madre). Mi economía no me ha permitido nunca comprar ejemplares para mandarlos a sitios y que hagan reseñas, por ejemplo. El rollo redes sociales este de "dime cosicas bonicas de mi libro" me da un poco de alergia. Organizar saraos me produce ansiedad. El comunitimanagerismo y el brandingmierdas estos de los nuevos tiempos me producen tics en el hipocampo. No se me da bien. No ha tenido toda la publicidad que me hubiera gustado darle. La gente que se lo ha ido leyendo y me ha dicho de viva voz su opinión me ha ayudado mucho, pero claro, eso no deja huella digital.
Igual un día de estos dejo un cacho del primer capítulo aquí, a ver si animo a las masas (o algo).
Lo próximo (chan-chan-chán) saldrá directamente en digital. No ocupa espacio, es más asequible para el lector ávido cuasi-mileurista y rula mejor. Ese va a ser mi regalo para El Tiempo de Viridia: decirle que va a tener un hermanito.
Próximamente en sus pantallas: La Suerte del Dios Hambriento.
(Bajad un poquito, que está el séptimo u octavo).
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