Soy una entrada programada. Se acercan las elecciones y, en fin, hay libros que no me puedo quitar de la cabeza.
Esto es una adolescente que coge un libro de la estantería y su visión del mundo se expande.
Se lo pienso regalar a todos mis sobrinos al cumplir doce años.
Mis hijos lo tendrán junto a los de Neil Gaiman antes de echar los dientes.
¿Qué se puede decir de esto? Va de niños que se crían en botes y de una sociedad que, de aborregada, no da problemas. Se han inventado un sistema de castas así de buen rollo, con base biológica, en la que los clones viven felices con su cerebro lavadito con perlán sin cuestionarse nada. Esa es la gracia, que no se cuestionen nada. Las cosas son así y punto. Las personas ya no son personas, no tienen lo que las personas tienen (inquietudes, idas de olla, sentimientos y tal) sino que viven drogadas cumpliendo con sus obligaciones y refocilándose. Los humanos son más cosas que personas. Como decía Yaya Ceravieja/Terry Pratchett, el tema se tuerce cuando se empieza a considerar a las personas como cosas.
Esto sí que debería ser leído en todas partes. Aparte del puntazo del adjetivo "neumática", este libro remueve. Puedes estar de acuerdo con unas cosas y con otras no, o no saber qué piensas, lo cual te obligará a pensar sobre ello y a forjarte un criterio, que es una cosa que te la tienes que cultivar tú ya que no la venden en el Mercadona. Y eso no tiene precio: encontrar dudas que no sabías que tenías te hace crecer.
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