No se habla de la cuarta historia.
La cuarta historia de Kami es la historia que no se cuenta. Aprovechando la asociación tradicional del número cuatro con la mala suerte en Japón, la cuarta historia sirve para introducir el silencio narrativo en la historia y, con él, algo que se le suele olvidar a los adultos: las cosas que no se saben.
¿Os acordáis? Cuando tenías cinco, siete, diez años y había cosas que no os contaban. Las respuestas evasivas, los cambios de tema. Según la familia, podían evitarse las conversaciones sobre sexo, muerte, asuntos del pasado o el presente que el niño "no va a entender". Todos hemos crecido asumiendo esos huecos como parte de la vida. Sabiendo que, en algún momento, el hueco se va a llenar.
Hay un hueco especialmente doloroso que termina llenándose siempre: el de la muerte. Es el hueco que, cuando se llena, lo hace precisamente de vacío. Por mucho incluso que te expliquen, no entiendes hasta que no te pasa. La marcha de un ser querido, el que te arrebaten una parte de tu vida dejándote sin respiración... Eso no se termina de entender en la teoría. El cielo o las estrellas no explican la ausencia, no sirven de consuelo. No hay palabras para expresarlos.
No se habla de la cuarta historia.
Precisamente es la pronunciación del número cuatro en japonés, muy similar a la de la palabra "muerte", la que ha llevado a que sea considerado de mala suerte. ¿Qué pasa, entonces, con la cuarta historia? ¿Dónde ha estado, qué le ha pasado a Kami? Quizá, por mucho que lo intentara, es una de esas cosa que Ezo, inocente y joven, no puede entender hasta que no la viva. Ezo asume ese hueco con naturalidad, en su juventud; nosotros, los adultos de la era de la información, estamos muy acostumbrados a obtener siempre respuestas, a que la ciencia nos dé una explicación para todo. La cuarta historia debe ser incómoda, dejarle al lector una sensación de vacío: ante lo que no se conoce, como se siente ante todos los momentos que dejas de poder vivir con las personas que fallecen, que nos arrebatan.
Vivimos como si no nos fuéramos a morir. Sabemos que es lo que nos aguarda a todos al acabar el camino, al final de nuestro viaje legendario por la vida, y lo ignoramos convenientemente precisamente para poder vivir la vida en su plenitud. La cuarta historia de Kami encapsula esta paradoja. Con un párrafo breve, sobre un fondo oscuro y ligeramente onminoso, Kami salta a la quinta histora, a hablarle a Ezo de amor, pasando a vuelpluma sobre la terrible certidumbre del final, como hacemos todos cada día. Habiendo una vida plena, llena de flores y color, regodearnos en la grisura del momento inevitable no parece tener sentido; quien no lo ha vivido no puede entenderlo del todo, quien ha pasado por ello desearía poder ahorrárselo a aquellos a los que ama. No, no hay forma de transmitirlo. No hay palabras.
No se habla de la cuarta historia.
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