sábado, 15 de diciembre de 2018

La quinta historia de Kami

Se ha quedado un día estupendo para hablar de la quinta historia.

Es mi preferida, porque habla de amor. Creo que esto va a estar sembrado de spoilers de Kami y las nueve colas, así que seguid leyendo bajo vuestra responsabilidad. A continuación, una ilustración así enorme para evitar que nadie se trague ninguno por accidente.



¿Ya? Bueno, pues hablemos de amor.

Vamos a remontarnos un poco en el tiempo. Os recomiendo que repaséis esta entrada llamada Mono no Aware, en la que comento cómo Jesús despertó en mí la fascinación por la cultura nipona. Considero que una de las facetas imprescindibles del amor es compartir y compartir implica, obviamente, comunicación.

No es una idea nueva en mi obra. Ya en La suerte del Dios Hambriento queda bien claro:



Esta quinta historia crece sobre esta idea: el amor es comunicación. Nuestro pequeño cerezo está demasiado lejos del ciruelo como para hablar con él, y... Tampoco se atreve. ¿Y si el ciruelo no siente lo mismo? Al principio del relato, el cerezo prefiere la esperanza a arriesgarse a una certeza que puede que no le guste. Es el mismo fondo del no intentarlo del todo por si fracasas de Ezo del que hablábamos en la primera entrada sobre Kami.

No, no es casualidad que los personajes llamados Ezo y cerezo breguen con el mismo problema.

Kami se convierte, en esta historia, en el canal de comunicación entre el cerezo y el ciruelo. A través de la ardilla, crece su amor: crecen las ramas del uno hacia el otro hasta entrelazarse. Cuanto más se desarrolla este ramaje, más fácil le es a Kami saltar de uno al otro, mejor fluye la comunicación. Se crea, al final, un arco de ramas entretejidas, en el que juntos han creado algo precioso, sin perder ninguno el color de sus flores ni su identidad. Quienes se acercan a verlos comparten la alegría que produce esta belleza, porque al final donde hay amor hay un hechizo de área de gozo.



Valerme de árboles para hablar sobre amor tampoco es casual. Como los árboles no tienen gónadas, cualquiera puede ponerse en su corteza, sin importar cuántas X o Y lleven en la combinación de cromosomas ni lo que ponga en el DNI.

Y es que lo único realmente necesario para que el amor florezca así es la comunicación, el conocerse; compartir, crecer juntos. A mí, desde luego, me parece magia.

Bonus track: la base musical de esta historia y su inspiración directa es esta versión de la canción tradicional japonesa Sakura. Tomad magia.

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