Obviamente, este artículo puede contener cosas que los más puristas consideren spoilers de The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
Llevo varios meses jugando a TheLegend of Zelda: Breath of the Wild y todavía vuelvo cada noche a
buscar koroks. Hace tiempo que me pasé el juego, me cargué a Ganon
y torcí la ceja con el final -tan carente de alma y con tantas
posibilidades desaprovechadas que casi se me saltan las lágrimas- y,
sin embargo, aún no he terminado de jugar. Sigue habiendo rincones
que explorar.
Hoy vengo a hablar de santuarios, de Guardianes y de Cherry.
Cuando vi el primero, me recordó a
algo. No sabía a qué. Es bastante terrible no poder poner nombre a
algo, detectar una influencia pero no saber de dónde viene. Los
santuarios me hacían pensar en... Botijos.
En cierto momento, vi este vídeo.
Y se hizo la luz.
Claro. El periodo Jomon. Los “botijos”
que me habían llamado la atención en varios museos de Japón. Pero
¿cómo lo habían hecho? ¿Cómo habían conseguido un estilo propio
basándose en cachos de cerámica neolíticos?
He descubierto que hay un articulito donde lo cuentan por encima, pero yo quiero descuartizarlo de verdad.
Voy a usar mis poderes de historiadora
del arte para desentrañar este misterio y concretar en qué se
cristaliza exactamente esa influencia. Muchas veces se confunde mi
carrera con saberte de memoria de quién es cada cuadro. En realidad,
va de aprender a leer: formas, elementos, sus combinaciones. De
convertirte en un Champollion de las piedras (y los pigmentos, y los
temas iconográficos, y tantos otros elementos que no me puedo
entretener en listarlos todos) de forma que, ante una obra que no
conoces de nada, seas capaz de filiarla. De ponderar qué tiene de
qué.
Así pues, tú coges un santuario de
Breath of the Wild y puedes ir devanando sus elementos estéticos en
varios, principalmente:
-Los boceles sinuosos. Todos hemos
hecho churritos y caracolitos con plastilina en preescolar: esto es
lo mismo.
-Los elementos decorativos a base de
líneas que unen circunferencias. Los voy a llamar “constelación”,
a falta de un término más específico.
-Olletes. Las orejitas de los Guardianes, vamos. También aparecen dentro de los santuarios, en las esquinas donde la plataforma aterriza, en los pies de algunas lámparas y en los plintos sobre los que se alzan las plataformas donde los monjes amojamados esperan.
Además, predomina cierto aire de
haberse hecho de forma “artesanal”. Las formas tienden a la curva
en lugar de a la línea recta o, cuando conviven, se produce un
contraste brutal entre ellas (la verticalidad de las Torres y los
“balconcillos” que hay en ellas cada cierta altura). El interior
de los santuarios también está plagado de planos, en paredes y
suelos, pero los adornos (sobre todo, las constelaciones) aparecen en
todas partes.
Hay otro contraste constante, ente el
efecto cerámica vidriada y cerámica sin vidriar. La cerámica
vidriada bien podría pasar por metal pero, dado que no se pone rosa
cuando activamos la Magnesis, debemos suponer que no lo es.
Todos estos elementos, que convierten
a toda la tecnología Sheikah en un homenaje a la prehistoria
japonesa, se quedan “cortos” para transmitir la idea de
civilización hipertecnológica al nivel de la cita de Arthur C.
Clarke de Cualquier tecnología
suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
Es normal: los han sacado del neolítico. El punto de genialidad con
el que consiguen darle el “efecto Enterprise” es la iluminación
interior: los naranjas y azules que dan vida a lo antiguo; el fucsia
de Ganon en los Guardianes poseídos por su maldad. ¿Sabéis donde
he encontrado eso? Pues sí, en Stargate.
Es un acierto y un efecto muy
interesante el que se consigue al coger cosas terrestres del año de
la castaña y reinterpretarlas como tecnología hiperavanzada. El
mito de la Atlántida -esos antiguos señores que sabían cosas- se
cuela así aquí también.
También está muy conseguida la
trasposición de esta estética a todos los elementos antiguos: las
Bestias, los Guardianes, los cuatro monolitos del castillo, las
Torres... Olletes, boceles, “constelaciones”. No hace falta hacer ningún esfuerzo para creérnoslo.
Ahora vamos a detenernos un momento en
Cherry. No creo que haga falta mucha explicación.
Obviamente, hay más. Violet-le-Duc en
el castillo de Hyrule y en el Templo del Tiempo; las figuras de
piedra, las estatuas de la Diosa con babero, los habitantes de los
establos... Cada detalle suplica que le encontremos el origen. Habrá
que buscarlo.
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