domingo, 23 de abril de 2017

Cómo os han mentido sobre "El Quijote"

¡Feliz día del libro!

A, ver hijicos míos... Si os digo "El Quijote", ¿qué os evoca? ¿Esto?


O esto...



Un tío delgaducho en un caballo, un retaco pueblerino en un pollino y molinos. ¿Me equivoco? 

A Google Images también le evoca eso, por cierto.

Pero, ¿de qué va la obra cumbre de Cervantes, esa marca hispana que plantamos en todas partes? ¿De un señor perturbado que ataca molinos porque ha leído demasiados libros de caballería? Podéis decirme que es una crítica a esos libros y, de paso, a la sociedad de su tiempo.

Pues que sepáis que no va de eso.



Hordas de hispanistas afilan las hachas para venir a quemarme viva cual muchedumbre enfurecidita. Tengo que decir que me leí, hará como un mes, la primera parte de "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha". Mi contacto previo con la obra fue en primero de Bachillerato, por mediación de una profesora que no paraba de hacer spoilers y que no entendía eso de seguir un orden en las clases. No, ni olí al Quijote en la carrera. El señor de literatura moderna prefirió deleitarnos con la picaresca alemana y eso no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme que lo de los molinos ocupa una página y el resto va de... Otra cosa. No va de criticar a los libros de caballería (aunque los personajes los pongan a caer de un burro) sino a la censura (en forma de quema de libros) a la que se recurre como recurso de los incompetentes al haber fracasado a la hora de proporcionar herramientas a la población para forjarse un criterio. Así, sin más. El yayo se ha vuelto majara, vamos a echarle la culpa a esto que no entendemos, quemémoslo para evitar que pase otra vez y que se le contagie a otra gente.

Como prohibir el rol porque a un colgao que jugaba le dio por matar a gente.

Sí, se pitorrea de los libros de caballería porque son fantasiosos y pasan cosas imposibles. Qué listos y adultos somos todos mientras leemos El Quijote y coincidimos con Cervantes en lo simples e ingenuos que son los lectores de esos libros. Y, mientras ridiculiza dicho género literario por poco realista, los lectores se están tragando gustosamente todas las eventualidades que comienzan el Sierra Morena y que se convierten en una serie de nada catastróficas casualidades que culmina en una venta perdida en mitad de la Mancha, donde tooodos se reencuentran y tooodos se arreglan y cada mochuelo a su olivo y oveja con su pareja, fueron felices y comieron perdices.

Súper creíble, igualico que los libros de caballería.

Qué cabreado estaba Cervantes. Qué mala leche tenía. Y qué bien la hilaba con ese humor discreto, capaz de quedarse con los hipsters y los posers a través del tiempo. 

Así que no, el QUijote no va de un señor atacando molinos, aunque eso sea lo que le enseñan a los niños en el cole: va de ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. No es sólo una crítica a la sociedad de su tiempo, sino a la naturaleza humana en general.

Y lo hizo tan bien que, aun hoy, nos tomamos a su libro igual de en serio que Alonso se tomaba a Amadís, como modelo de conducta romántica. Se tiene que estar partiendo la caja, allá donde esté. Qué bien lo hizo.

Gracias, Cervantes. Feliz día del libro.

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