viernes, 28 de noviembre de 2014

Dentro del Laberinto



Hoy dejo los cuentos un ratito y me meto en camisa de once varas.

La primera vez que vi Dentro del Laberinto me metí tanto en la historia que me cabreé como un mono, por razones que pasaré a comentar después. Así sin meterme en visceralidades he de decir que es una historia de las buenas, con una heroína que se tiene que sacar las castañas del fuego sin superpoderes. Tiene un laberinto y bichos mágicos a cascoporro. No hace falta decir más.


Volvamos al principio de los tiempos. Ojo, que van a caer spoilers. Dos cosas hicieron en su día que me invadiese la indignación. Fue uno de esos momentos en los que tierna y núbil pensé "si yo hubiera escrito esta historia, otro gallo habría cantado".

1. Lancelot. Para que os hagáis una idea, en cierta escena que implicaba cocodrilos, una niña y su osito de peluche de la película Los Rescatadores mi madre me tuvo que sacar de la sala de cine porque no podía parar de llorar y de gritar "¡Suéltalo! ¡Suelta al osito!". A la niña que le den.
Bien, con estos antecedentes se puede entender que empatizase tremendamente cuando Lancelot desaparece y se lo encuentra en la cuna del niño. No, mira: el osito de una es sagrado. Es un casus belli tan aceptable como el de Mesina. Suficiente para mandar al niño al rey de los Goblins para que se lo coma vivo.
Hasta ahí, bien. El problema es que vuelvan de la aventura y le entregue al oso, en plan buen rollo. Ni buen rollo ni paraguas en vinagreta. Eso no se sotiene por ninguna parte. Como mucho, conseguirle al bebé otro Lancelot, pero nada de cederlo. Es una evolución que no tiene sentido. 

 Igualico que tener seis años y que te saluden las amigas 
de tu abuela todas a la vez. 
Terror en estado puro.

2. Las películas e historias de "anda leches, me he encontrado un mundo mágico" tienden a pecar de un apego excesivo al mundo real. Vale que el rey de los Goblins es un cabronazo manipulador con carisma y no es plan de pasarse la eternidad al lado de un perturbado mental semejante, pero en esta historia, como en muchas otras, la moza pierde el culo por volver a nuestra mediocre realidad. Eso me cabreó bastante. Parecía haber todo un mundo mágico por descubrir y ella sólo quería volver a casa. Podría haber intentado derrocarlo y hacerse reina del laberinto, o algo. Esto es como lo de los héroes que se apoltronan en cuanto pueden, ejemplo gráfico, Sam Gamyi. No me gusta que las aventuras se acaben. 

Ojo, esto no es negativo. Que las historias te generen alicientes para crear las tuyas siempre es bueno, y esta lo hace a carretillas, y se disfruta un montón.

Así que, al margen de mis reacciones viscerales, sentencio que es un peliculón que hay que ver sí o sí. Tiene laberintos y goblincejos. Vamos, que con los chuzos de punta que están cayendo forma parte del plan perfecto.

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