sábado, 26 de marzo de 2022

De retelling, inseguridad y hacer justicia a la propia obra

Voy a ir al infierno del SEO y me da igual.

Pues me he visto el musical nuevo de Andrew Lloyd Webber. Se llama Cinderella, parece ser que está basado en el libro de una señora y la música y los decorados y el baile y las interpretaciones y el vestuario son la repanocha en vinagre. Sin embargo, lo habría disfrutado mucho más si en vez de llamarse "Cinderella" se hubiese llamado, yo qué sé, "Braulia".

No eres Cenicienta. Te mereces tu propio nombre.
Qué pena que tus creadores no confíen en ti.


Y os voy a explicar por qué


Aquí Neil Gaiman viene a decir que a los fans de algo (vamos a poner aquí gente que lee "Cinderella" y viene esperando encontrarse con la historia de Cenicienta) les gusta el material original y que, cuando haces una adaptación, si se te va la mano igual a los fans no les gusta porque te has cargado precisamente lo que les gustaba.

Cenicienta tiene un tropo explotado hasta la saciedad que satisface las fantasías de un chorroporciento de la población a la hora de dejar la mierda atrás.

Es una buena persona maltratada injustamente que acaba encontrado su lugar en el mundo, reconocida y amada. Se ha acometido desde ángulos innumerables: la fea a la que peinan y quitan las gafas y resulta que ya no es intranscendente, la Susan Boyle que guardaba un vozarrón detrás de su aspecto de señora rara, incluso la Arya Stark (de la serie) cuyas cualidades no encajaban en su mundo y acaba salvando el culo a todos haciendo justo aquello por lo que la habían regañado de pequeña.

El arco de Cenicienta tiene cierto aire de redención, sobre todo para la gente que maltrata/ignora a la "cenicienta" de turno y se acaba dando cuenta de lo superficial que ha sido.

Teniendo eso claro, os voy a contar la historia de Braulia, que mola una gónada de dracónido, por cierto.


La historia de Braulia

Pues hay un pueblico turístico gobernado por una reina que vive de ser pintoresco y poético y sus habitantes colaboran a saco con la causa, porque les va el pan en ello. El Principón, heredero al trono, anda desaparecido en combate contra un dragón y la monarquía pasa por horas bajas, porque la alternativa es su hermano, un tirillas que no tiene glamur para atraer turistas. Un dramón.

Así empieza la historia. La reina va a inaugurar una estatua del Principón, a ver si ganan también este año la estrella Michelín el premio Labordeta La insignia Tripadvisor el galardón nosequé de pueblo pintoresco, pero al descubrirla -en mitad de una canción donde no pierden oportunidad para explicar lo decepcionante que es el tirillas- resulta que alguien le ha pintado un nardo.

Sí, hay chistes de falos ya a los cinco minutos de obra.

Madre mía. Obviamente, no ganan el premio. ¡No vendrán los turistas! ¡Nos moriremos de hambre! ¡El paro, la inflación! Solo hay una persona tan egoísta como para haber hecho algo así: la Braulia

En la siguiente canción, proceden a contarnos que la Braulia no colabora para nada en el rollo de la pintorisquez del pueblo, se viste como le da la gana, no se lava, es disruptiva y se cree mejor que los demás. Es bastante significativo que nos expliquen su actitud. Obviamente, hay que castigarla, porque se ha cargado la economía del pueblo. Aquí ya se va a la mierda el tropo cenicientil porque estamos ante una moza que no es buena. Ha pintado el nardo por las risas. Es muy rebelde y mucho rebelde y se piensa las consecuencias de sus actos exactamente cero segundos. No hay ninguna injusticia en ir a decirle de qué vas, plexiglás. La ha liado parda.

Sí, hija, lo que has hecho es muy mezquino.

Por cosas del guion que vamos a catalogar como "agujeros", tras una canción en la que se gloria de lo malota y lo mejor que los demás que es (muy poco cenicientil esto de ser una creída mezquina), acaba atada a un árbol y viene a rescatarla su amigo de la infancia, que no es otro que el tirillas. (A nadie parece extrañarle después que se haya escapado del árbol, pero bueno). Es muy no como las otras chicas, que es algo que me da una urticaria especial.

Total, que se nota que hay tema. El tirillas tiene cierta conciencia de que el futuro del reino estará en sus manos algún día. Es evidente que al tirillas le mola la Braulia, por razones que se escapan a mi comprensión: no tiene intereses aparte de ser malota y mucho malota, no es ni amable ni buena (que es lo que despierta la simpatía por Cenicienta en los demás) y no hace más que meterse con él. Ah, y se burla del amor continuamente, diciendo que el matrimonio es para los imbéciles y que enamorarse es de tontos del higo.

Esta alhajita con dientes vuelve a su casa con su madrastra (una Señora) y sus hermanastras (que juntan tres neuronas entre las dos, pero son monísimas). La madrastra, aparte de tenerla esclavizada, le explica un poco que lo que ha hecho tiene consecuencias bastante chungas y Braulia se medio disculpa, pero no parece que entienda muy bien el nivel de cagada que ha cometido por hacerse la malota y reírse de los demás. En serio, ¿le cae bien a alguien esta niña?

Resumamos: a la reina lo único que se le ocurre para atraer el turismo otra vez es montar una boda real. Sí, casar al tirillas. Le monta un baile YA para que elija novia y se casen al día siguiente y vengan hordas de visitantes a comprar souvenirs. El tirillas va y le insiste a Braulia para que vaya al baile con evidente intención de elegirla. No hace falta ni que te vistas, ni que te pintes, ni nada. Pero, claro, la muy lerda es demasiado malota y guay para admitir que siente nada por el tirillas siquiera. La madrastra, que es una Señora y la ha pillado en el bosque con el tirillas, le va tirando pullitas antes del baile y a la Braulia no se le ocurre otra cosa en un venazo que irse a comprar un vestido. En serio, la madrastra es la única que le dice las cosas a la cara a la copito de nieve.

En la tienda hay una señora que canta muy bien una Madrina que la convence con una canción muy guay de que se haga la estética así en diez minutos y acaba convertida en Miss Superchupi. Como pago, le pide un colgante de su madre que parecía ser importante para ella pero no duda en soltarlo para hacerse el cambio de imagen. Va al baile. El tirillas la está esperando, pero no la reconoce y ella se dedica a vacilarle. Quien la reconoce es la madrastra, que no pierde tiempo en azuzar a una de las hijas para que le meta al tirillas la lengua hasta el corvejón antes de que den las doce. Cuando la Braulia ve el beso, obviamente forzado por la hermanastra, le da un paraflús. El tirillas suma dos más dos y se da cuenta de que la Braulia es la Braulia y se disculpa ante ella, pero ella se agarra el canasto de las chufas y se pira del baile. Razonable, la niña.

Qué largo está quedando esto. La madrastra pilla por banda a la Braulia después, ya casi antes de la boda, y le dice que es una cenutria por no haber sido razonable y escuchado al tirillas. Gracias, señora. Media hora de malentendidos después, el Principón reaparece con su novio, se suspende la boda del tirillas y la hermanastra, fiesta en el pueblo, el tirillas y la Braulia se fugan juntos.

Mira, no tengas los huevos morenos de llamar a esto "Cenicienta" porque no es Cenicienta.


La epidemia del retelling y el Bajo Imperio

El retelling, el coger una historia conocida y hacerle un par de cambios que le dejen al público el culo torcido sin alterar lo que viene a ser la esencia de esas historias, es un arte muy complicado. A Neil Gaiman se le da muy bien. Terry Pratchett tenía su propio estilo de hacer una cosa parecida a los retelling que te dejaba yendo a comprarte un sombrero para poder quitártelo ante él. Se empezaron a hacer populares hace unos diez años y la gente, perspicaz como siempre, hábil como ella sola en el arte de confundir la velocidad con el tocino y pasarse de frenada, se ha subido al carro sin tener ni puñetera idea de qué es un retelling, qué es un fanfic, qué es una versión y, aparentemente, sin creerse que puede escribir su propia historia.

Me da penica que tanta gente se dedique a hacer "retelling" cuando claramente les sobran las ideas para contar una historia original. Problema: si saco un musical llamado "La Braulia" va a atraer menos público que si lo llamo "Cenicienta". Esto de tener la jeta y la inseguridad de ampararse bajo un título conocido para hacer caja a costa de los logros ajenos ya me parece bastante rastrero, pero es que lo que hay detrás es desolador: es no creerse que las historias propias valen lo suficientemente la pena para estar al mismo nivel de las anteriores.

Sí, estoy mirando a la serie de Amazon de El Señor de los Anillos, con responsables que claramente tienen ideas a cascoporro para un mundo de fantasía que obviamente no responde a las reglas minuciosamente establecidas por Tolkien para el suyo pero que también tienen tan poca fe en ellas que no se atreven a venderlas por sí solas y las han metido con calzador tras el paraguas de una saga reconocida con la que no tienen nada que ver para vender más. Yo con esta cobardía es que no puedo.

Lo mismo va para los de The Watch.

En serio, la historia de la Braulia merece ser contada, escuchada y entendida, porque trae un mensaje bastante necesario y profundo, pero es tristísimo tener que esconderlo detrás de "Cenicienta". Si se hubiera llamado "La Braulia" y hubiera ido acompañado de "una deconstrucción de la Cenicienta donde no hay ni prueba del zapato" estaría aquí yo hoy piando sus logros, pero titularlo como otra historia QUE INVITA A PENSAR EN UN CUENTO INFANTIL y empezar hablando de nardos y seguir con una cantidad per cápita de señores a medio vestir y reinas viejovérdicas es jugar con las expectativas del espectador y, hasta cierto punto, timarlo. También es, precisamente, infravalorar el potencial y la fuerza de la historia de la Braulia.

La reina para nada objetizando a los señores.

Esto de andar rebuscando y remozando lo que hicieron los que vinieron antes de nosotros no es nuevo, ojo. Ya pasaba en el Bajo Imperio. El famosísimo arco de Constantino no es más que un collage con relieves anteriores porque no había nadie a la altura. Ni este sabor de mediocridad hemos inventado nosotros.

¿Sabéis qué Cenicienta recontada es Cenicienta hasta las trancas, tiene una personalidad gloriosamente definida, los ovarios bien puestos y hace de su bondad un arma poderosísima? La versión con personas de Disney. Es la mejor versión de Cenicienta. Esta sí que da lo que promete.



Larga vida a la Braulia

La historia de la Braulia (de esta "Cenicienta") se habría resuelto, como tantas otras cosas, con un gabinete de psicólogos haciendo una intervención ante todo el elenco en los cinco primeros minutos, pero bueno. Moza que no es como las otras chicas se da cuenta de que es una inmadura egocéntrica que no sabe escuchar y solo el buen fondo del chaval que le mola le da otra oportunidad para hacer bien las cosas.

Tan especial que se cree y, tras pintar el nardo, la historia podría haber transcurrido sin ella, porque quien salva el culo al tirillas es el Principón apareciendo en el último momento. Lo único que hace entre medias es el merluzo, pero cómo molan las canciones.

No sé a quién tengo que agradecerle que las intérpretes de Braulia Cinderella sean dos señoras rubenescas, gloriosas intereses románticos protagonistas, y que se hagan exactamente cero menciones a su talla en toda la obra. Gracias. Se puede. Larga vida a la Braulia.


Moraleja

Llevamos más de dos mil años haciendo retellings de movidas griegas. Desde la Ilíada ("gente mu terca hace cosas horribles por lujuria") a la Odisea ("alguien las pasa canutas hasta llegar a su destino"), pasando por Perseo ("alguien se somete a pruebas hasta rescatar a la princesa") y Perséfone ("cómo gestiono que mi marido y mi madre se lleven a matar yahoo respuestas"). Mirad, todo es un retelling.

Lo triste viene de esta falta de autoestima general, de refrenarse con la propia creación para intentar venderla tras el nombre famoso y conocido. "Mazapán en Invernalia" va a vender más que "Mazapán de EsteSitioQueMeHeInventado". Es un arma de doble filo, como este Cinderella, cuyo título crea unas expectativas que no se ven satisfechas ni de broma y cuya amargura empaña en disfrute de una historia que se merecía su propio nombre, no la sombra triste de una "madrina" que no necesitaba.

Sed valientes. Hale, hasta la próxima.

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