Es, como casi todo lo que escribo, una novela de fantasía. Para mí fantasía significa magia, todo aquello que está fuera de las reglas de la física de nuestro mundo. Tratar con la magia en la literatura puede servir tanto para crear las reglas de tu propio sistema mágico como para explorar las implicaciones de una magia que no se entiende, que no tiene normas o cuyas normas no se explican, y que por tanto no puede ser domeñada y es mucho más imprevisible.
Situar una historia en un mundo diferente al nuestro también sirve para jugar con la sociedad. Poder crear de cero la historia de una civilización y explorar qué caminos se pueden haber tomado es un ejercicio fascinante y no exento de peligros, ya que tienes que procurar que todo encaje de forma coherente, o te caes con tól artesonao.
La ficción es el campo de pruebas por excelencia para la exploración de los temas peliagudos a los que el ser humano se enfrenta mejor protegido por lo simbólico. Así, la Fantasía, tan denostada como desconocida, invisible aunque dance a plena vista desde los mismísimos comienzos de la literatura universal, es una herramienta y un medio imprescindible a la hora de atreverse a tantear nuevas ideas, nuevos enfoques, nuevos mundos. Puede tanto reflejar de forma cruel y descarnada nuestra realidad actual, haciéndonos apartar la mirada de este espejo con dolor al reconocernos en la crueldad que esgrime, como abrir una ventana a formas nuevas, mejores y más arriesgadas de enfrentarnos a la realidad.
La canción de las Flores Dolientes
En la saga de las Flores Dolientes se reflexiona sobre la búsqueda el camino propio, que no es tan simple como pudiera parecer.
El peso de la tradición no es siempre sencillo de llevar. Es fácil amoldarse a los usos que siempre se han dado sin cuestionarse por qué son las cosas como son, sin plantarse uno a analizar si de verdad es lo mejor, lo más adecuado, lo más práctico, lo más justo. La aprobación del rebaño que no se cuestiona lo establecido es cómoda y plácida.
A veces surgen voces críticas con los usos y costumbres tan arraigados que se dan por sentados; incómodas, incisivas, peligrosas. Los cambios no son fáciles. Tener al lado a alguien que exhibe un criterio propio insultante basado en análisis y razonamientos que los demás han pasado por alto con ahínco resulta, muchas veces, en una cerrazón producto de la vergüenza.
La canción de las Flores Dolientes se entona en estas voces que desafían lo impuesto y que pagan el precio con su sangre, su cordura o su misma existencia. Esta canción se compone de una leyenda, una crónica y un himno que transcurren en un mundo tan olvidadizo como el nuestro, tan ciego a su pasado y tan apegado a la ignorancia que pareciera que la verdad es un veneno que hay que evitar buscar a toda costa.
Este primer volumen, La leyenda de la bailarina ciega, plantea este conflicto desde la mirada de sus dos personajes principales, Ari y Avnia, de las que hablaremos más adelante. Cada una se enfrenta a él desde un trasfondo diferente, a saber: la naturaleza, indómita, y la civilización, que trata de subyugar lo que está fuera de control.
Ari: la naturaleza y sus misterios
Ari se nos presenta en el primer capítulo como una niña que está aprendiendo a cazar con su abuelo. En seguida se nos revela que vive en Khad, un bosque vasto lleno de criaturas tanto conocidas como extrañas, con las que los humanos que viven en sus lindes, los tramperos, se relacionan de forma diferente dependiendo de en cuál de las tres facciones hayan nacido.
Las tradiciones de estas tres familias están bien establecidas, parecen inamovibles y antiquísimas. Ari pertenece a la familia de los tramperos del Arte, que se precian de ser capaces de desarrollar trampas con las que atrapar cualquier criatura sin hacerle el menor daño, sólo por el orgullo y prestigio que proporciona el ser capaz de hacerlo, los años de práctica que se requieren y la habilidad que hay que exhibir para conseguirlo.
Los tramperos de la Carne parecen menos románticos y se dedican a cazar toda pieza comestible que el bosque pueda ofrecer para comérsela. Los tramperos de la Sangre buscan en sus capturas la piel, para poder venderla, así que aprecian mucho las técnicas de los tramperos del Arte para conseguir la mejor calidad posible, pero obviamente los tramperos del Arte los desprecian por lo que consideran avaricia como motivo último de sus trampas.
El bosque, en sí mismo, es un entorno que se entiende como tan hostil como hospitalario para los habitantes de sus lindes. Conocerlo y respetarlo es un todo, pero no se puede conocer del todo un lugar tan grande que no se ha podido cartografiar aún. No hay más que leyendas sobre lo que aguarda en el corazón de Khad y lo que le pasa a quien se adentra en él. Se dice también que el tiempo es distinto en Khad, pero nadie tiene una explicación clara de qué significa eso. Hay versos sobre las vashie, pero tampoco nadie ha visto una en centurias.
La biodiversidad de Khad es el único misterio que la civilización está consiguiendo, poco a poco, desentrañar. Los padres de Ari trabajan en la universidad catalogando las especies que se van descubriendo en Khad; las habilidades de los tramperos del Arte para estudiar las criaturas son imprescindibles. Encontramos bestias conocidas, como los lobos, pero también un sinfín de seres que nos resultarán extraños: las garmotas, los gunda, los carebos, los cunis...
La inspiración para todos estos bichos ha venido de los bestiarios medievales y sus representaciones creativas de las criaturas tanto reales como inventadas. Un oso puede ser tan fantástico como una leucrota para un señor del siglo XI.
Es también en Khad donde se cuenta la leyenda que da título a este libro, y que explica por qué la luna cambia de posición en el cielo cada noche. Es posible que descubramos, a lo largo de la saga, cuánto tiene de verdad.
Avnia: la civilización y sus peligros
Avnia se nos presenta en el capítulo III lavando sábanas para subsistir en una ciudad extraña, a pesar de ser una hechicera formada en Hésteiggat, Arcania. Que levante la mano quien no conozca a alguien que terminó una carrera que le apasionaba y ha acabado trabajando de algo completamente distinto -y, potencialmente, subcualificado- para poder ganarse la vida después, al menos durante un tiempo.
Se nos dice que la falta de trabajo para los hechiceros radica en la desaparición de las aberraciones. Sin embargo, Avnia no se conforma y se adentra en la tundra, a pesar de que se dice que “fuera del Imperio no hay nada”. El pequeño gesto de Avnia, desafiando lo que “se sabe que es así”, es suficiente para desencadenar los acontecimientos que constituirán el núcleo de la saga.
Avnia, además, sabe lo que hace. Es competente y tiene ese impulso perfeccionista de hacer las cosas bien simplemente porque no hay otra forma de hacerlas. Su empeño sistemático en descubrir los problemas, encontrarles soluciones y ponerlas en práctica es fruto tanto de su entrenamiento como de su carácter, y es también muy “civilizador”: el poder hacerse cargo de los problemas otorga una falsa sensación de poder que puede derrumbarse al enfrentarse a lo que no se puede controlar, ya sea lo desconocido o la naturaleza salvaje.
Avnia se desenvuelve bien en el entorno lleno de reglas y protocolos donde ha estudiado, y precisamente porque lo conoce bien es capaz de romper con las normas cuando es menester. Sin embargo, se encuentra subyugada por quienes se han valido precisamente de ese mundo civilizado con sus mecanismos burocráticos para expandir una visión del mundo y la realidad que puede que no sea del todo verdad. ¿Es cierto que detrás del Imperio no hay nada? Será cuestión, también, de que lo descubráis según avance la lectura.
Magia
Me he acercado a la magia en esta novela desde los dos extremos del espectro, con la curiosidad de cómo podía hacer convivir los polos opuestos en la misma historia.
El primero es la magia académica, la que los hechiceros aprenden, investigan y desarrollan en Arcania, en un entorno académico y estructurado, casi burocrático. Es un sistema mágico nacido de una necesidad muy específica, la de sellar aberraciones, criaturas de otro mundo que se cuelan en éste creando el caos, para a continuación destruirlas o devolverlas al lugar del que proceden. Este sistema está basado en runas y matemáticas.
Tenemos la primera muestra en el capítulo V y, obviamente, veremos cómo se desarrolla más adelante. No he de decir nada más porque sería destriparlo. Digamos simplemente que la geometría es mucho más apasionante que el “base por altura partido por dos”.
El otro extremo del espectro lo representa la magia agreste y obscura de Khad, que te llena de preguntas para las que no hay respuesta sistematizada. ¿Qué es lo que acecha en el bosque? ¿Qué significa exactamente que el tiempo es distinto en Khad? ¿Por qué?
Explorar la reacción humana ante lo que no se puede explicar es bastante intuitivo, porque es lo que hemos hecho como especie durante milenios: inventarnos leyendas, dioses, explicaciones salidas de la imaginación para intentar ordenar el mundo en el que vivimos. Consuela pensar, a la hora de enfrentarse a una tormenta, que hay un dios cabreado lanzando rayos: es una respuesta. Como humanos, nos angustia muchísimo no saber lo que está pasando, hasta el punto de que preferimos una mentira o una fábula a aceptar nuestra ignorancia sobre el tema, porque nos deja completamente desvalidos ante lo desconocido.
Este ansia por respuestas lleva, paradójicamente, a establecer un vínculo con las explicaciones que nos inventamos -o las mentiras que nos cuentan- feroz. Cuando por fin aparece una explicación veraz a un misterio -¿cómo se transmite la peste bubónica?- la gente tiende a quedarse con la respuesta conocida, sea el castigo divino o cualquier otra historia peregrina como los “malos aires”, antes de aceptar las explicaciones de la ciencia, por ejemplo.
No hay que irse a la fantasía para encontrar ejemplos de esto, no hay más que encender la tele y poner el telediario.
Así, y de forma orgánica y sencilla, es muy fácil empezar a imbricar estos dos extremos a la hora de acometer la magia. Colocar a Avnia, con sus runas y sus polígonos, en mitad de Khad con todos sus misterios, es un experimento la mar de jugoso. ¿Podrá responder Avnia las preguntas que plantea el bosque? ¿Se enfrentará ella misma al horror de lo desconocido?
Obviamente, para descubrirlo tendréis que leerlo. Y me temo que tendréis que esperar al resto de la saga para encontrar el desenlace.
El último punto en este apartado sobre la magia es, como no podía ser de otra manera, la música. La música, al fin y al cabo, está sometida también a las leyes de la física -que se lo pregunten a los constructores del teatro de Epidauro- y puede traducirse, en cierta medida, en matemáticas. Que algo a priori tan frío e inamovible como las matemáticas se pueda entretejer con la música, que tiene tanto de alma y pasión para ser verdad, es un concepto fascinante que no podía faltar en esta historia donde la civilización y el orden danzan en armonía con el caos y la libertad del mundo salvaje.
Recapitulación
La leyenda de la bailarina ciega se adentra en lugares donde el tiempo es distinto y las leyes de la física se subyugan a otros poderes a los que no se puede poner nombre. Los cuentos son el poso de la memoria de un pasado terrible; la Historia misma ha servido a quienes la escribían para olvidar y hacer olvidar. Esta desmemoria colectiva disfrazada de conocimiento fiable despliega su peligrosidad a la luz de quienes se atreven a cuestionarla, desde el bosque a la tundra, con sus voces disonantes capaces de destapar realidades incómodas.
Esta novela es, en definitiva, el comienzo de la saga, que establece el punto de partida. En ella, el ser capaz de cuestionarse lo establecido y decidir si lo que se ha hecho siempre es lo adecuado para uno mismo es el eje principal en torno al que giran el resto de los elementos que he ido mencionando.
¿Os ha despertado la curiosidad? Pues aquí podéis haceros con esta historia:
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