jueves, 22 de diciembre de 2016

De Tolkien, héroes y poesía

Voy a remangarme un poco antes de empezar a escribir.

El mes pasado decidí que estaba en un momento vital buenísimo para releerme a Tolkien. Acerté. De página en página recordé por qué El Señor de los Anillos me cambió la vida con doce años y por qué fui rebuscando sus títulos de librería en librería durante los años siguientes, en esa era geológica en la que acceder a internet era más o menos como darle a la ouija. Descubrir que había un género literario enterito de espada y brujería fue una revelación.

Ted Nasmith lo ilustra maravillosamente.

A lo largo de los años he escuchado a mucha gente hablar. Y he oído varias veces lo de que si la obra de Tolkien es maniqueísta, que si es muy pesado con las descripciones, que si los héroes, que si el realismo, que si las mujeres en su obra, que si lo que mola es volverse vanguardia quejándose de lo que hizo el primero que tuvo éxito haciéndolo y voy a patalear un rato porque si me pusiera a hacer lo que hizo él no me saldría.

Porque mira que lo han intentado. ¿Cuántas sagas tienen elfos descafeinados y mundos bidimensionales que dan vergüenza ajena? ¿Hablamos de los kender y de la Dragonlance? A todos los subproductos semi-imitadores les pasa lo mismo: no se toman en serio. Quieren "acercarse al humano de a pie" convirtiendo a los elfos en parodias o ensalzando al antihéroe, escribiendo como (y para) canis frikis resentidos. Cercenando la poesía y la espiritualidad, que es precisamente el alma de la obra de Tolkien. 

Dotar de espíritu poético a la prosa, ya sea trágico o lírico, es difícil de cojones. Parece más fácil (y es más satisfactorio para el mediocre) parodiar, pero la sátira y la parodia bien hechas son también muy complicadas, así que lo que salen son, mayormente, bodrios que gritan "quiero y no puedo". 

Ejem.

No puedo evitar, cada vez que alguien dice "blablabla descripciones blabla innecesarias y aburridas" entender "tengo la capacidad de atención de un gato después de beberse medio litro de café". No sé, quizá sea por haberme licenciado en Historia del Arte, pero de verdad que en esta última relectura no he encontrado las descripciones pesadas. Están bien puestas, cosa que no recordaba. Y transmiten sensaciones. Pero, claro, tienes que entrar en el espíritu.

Y, ahora que me he quejado de que la gente se queja, voy a pasar a emocionarme y a entrar en el espíritu.

Héroes. A Tolkien se le dan muy bien los héroes. Creo que si le hubiera dado por escribir una historia de sillas habría conseguido imprimir heroicidad en una banqueta. Además son héroes de verdad, héroes de get the shit done. Aragorn, Lúthien, Frodo. Fingolfin. Y, también, se le da bien la poesía. La lírica y la tragedia y la épica. ¿Os acordáis de que la épica nació como género poético? La misma Ilíada es un compendio de tripas colgado sin perder el alma poética.

Héroes. Poesía. Prestar atención. Hijos míos, nada de eso está de moda. Tolkien consiguió crear un mundo real sin tener que recurrir a elementos prosaicos: ni intestinos por el suelo, ni fluidos, ni tránsito intestinal, ni refocilamiento explícito. Creó un mundo real y poético. Sensaciones, miradas, magia. Cualquiera puede crear un mundo real con cosas "reales", pero él creó un universo poético y se quedó tan ancho. Creó algo más grande.

Hay quienes sienten esa poesía y se zambullen en ella y en su universo sin taparse la nariz. Sin miedo. Y hay quienes le tienen alergia, recelo, qué se yo. Quizá la encuentren complicada. Supongo que tampoco sintonizan con los cuentos de hadas. La incredulidad más difícil de suspender es precisamente la de quienes no creen en nada.


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