lunes, 23 de octubre de 2023

De lectura, maravilla y tortura

 No sabía yo que este señor existía y que había escrito unas cuentas novelas.



Soy una señora mayor. Que me sorprendan las lecturas es muy difícil. Que me despierten el sentido de la maravilla, todavía más. Que me dejen un vacío al terminar de leerlas es casi imposible.

Que me proporcionen una experiencia lectora totalmente diferente, a estas alturas de la vida, no tiene precio.

Y ya viniendo en forma de regalo, ni te cuento.

Me han gustado libros. Hay libros que me han cambiado la vida. He dejado libros a las cincuenta páginas. He releído libros. Le he cogido cariño a personajes. He odiado personajes. Me he querido mudar a sitios que no existen. He celebrado las victorias y derrotas de personajes. Me he cabreado con finales. Nunca antes me había importado tanto el destino de personajes con los que no he establecido ninguna conexión que pudiera identificar.

A ver si consigo explicarme con El libro del sol nuevo.

Una ciudad. Una sociedad encabezada por un tal Autarca. Un niño al que están criando para ser torturador. El narrador es ese niño, desde algún punto del futuro, como si estuviera escribiendo sus memorias. Resulta que tiene memoria perfecta, así que vamos a creernos que se acuerda perfectamente de todo lo que va contando. Además, hay una capa extra en forma de "notas del traductor" que da a entender que hay una mano más que ha intervenido en el texto.

Al ser la voz narrativa de señor mayor contando su vida, va aderezando todo con reflexiones que van siendo guantazos al alma con la mano abierta. Empecé señalándolos, pero iba a acabar teniendo que poner marcas en medio libro, así que paré a las cien páginas o así.

Te va contando su vida dando por sentadas cosas que el lector no tiene por qué saber, como que la luna es verde (because of reasons), y las pinceladas de por qué el mundo es como es van cayendo con cuentagotas al hilo de otras cosas. Se atisba una especie de magia extraña, que por supuesto no se explica, y que bien podría ser simplemente una tecnología lo suficientemente avanzada.

En este libro, no sé dónde estoy y me importa moderadamente. ¿Esto es otro mundo? ¿El futuro? Si esto es el futuro... ¿qué cojones? No sé si estoy ante una historia de "niño crece y la vida le da en los hocicos". No entiendo al protagonista, y mira que es coherente consigo mismo. Las relaciones interpersonales entre los personajes son raras, ajenas; me resulta imposible buscar un resquicio con el que pueda conectar a nivel emocional con el personaje, espero durante toda la historia encontrar algún tipo de anclaje que nunca llega, y la explicación que encuentro para que al final no llegue no sé si responde a intenciones del autor o a mí.

El viaje resultante es nuevo, raro, terrible, imposible de abandonar. Hay secundarios que me importan más que el protagonista y las relaciones que establecen entre ellos me resultan más imposibles de aprehender que la geometría no euclidiana de Lovecraft. ¿Es esto confianza? ¿Amor? ¿Repugnancia? ¿Odio? No entiendo, no veo, no soy capaz de inferir lo que siente el protagonista ni cuando lo verbaliza, porque sus acciones no apoyan de forma identificable lo que dice, así que no sé si se está engañando a sí mismo o no. Todavía no sé si el autor quería presentar una criatura que resultase alienígena al humano de a pie, pero me agarro a eso por cosas de la trama.

La trama. Qué pasa en realidad con Vodalus y el Autarca. Quiénes son los buenos. De qué lado está en realidad el protagonista. Qué pasa con el mundo. Es como una escalera de cuerda de interrogantes de la que es imposible escapar y en la que en cada maroma se tranzan situaciones y conceptos inesperados, raros, que no me había encontrado antes, que me maravillan y repugnan, que me rompen el alma, que me provocan sensaciones nuevas en la literatura. Esto no tiene precio. Esto no me pasaba desde Anales de la Costa Occidental

El mundo, lo suficientemente familiar como para que las implicaciones de todo lo ajeno que hay en él te calen hasta los huesos, no deja de dar sorpresas, de proporcionar escenarios y criaturas que parecen competir entre ellas a ver cuál te estruja más el alma.

Y lo peor de todo es que es plausible: los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.

Puedo decir sin dudarlo que ha sido la mejor lectura del año. Qué viaje. Qué pena no poder volver a leerlo de nuevo por primera vez.


domingo, 8 de octubre de 2023

De escribir, ser escritor y querer haber escrito un libro

Evito ponerme a pontificar muchas veces, pero hay momentos en los que ya no puedo poner los ojos más en blanco. Agarraos, que contenta me tenéis.

Si te has visto las películas de Peter Jackson y te han encantado, no vayas por ahí diciendo que te gusta Tolkien, porque es lo mismo que haberte visto Los Mosqueperros y decir que te apasiona Dumas. Os lo digo yo, que Los Mosqueperros me encantaron y Dumas me pareció un truño infumable.

Ahí va la osa, que han hecho una peli

Sois el tipo de persona que se saltó el prólogo de La Música del Silencio y luego se quejó de que no tenía acción.

Si odias escribir (enfrentarte a la página en blanco, encontrar las palabras adecuadas, buscar la forma exacta de puntuar un párrafo para dotarlo de un ritmo que se adecúe a la intención narrativa, jugar con la polisemia) pero quieres "contar tu historia", mira, a lo mejor no eres escritor, eres alguien a quien le gusta contar historias y el medio escrito no es el tuyo. Si quieres que una IA te haga el trabajo para luego poder enseñar el producto final y decir que "has escrito un libro"...

Pues no. No eres escritor. Eres un cantamañanas que quiere haber escrito un libro y colocarse la chapita, que no tiene respeto ni amor por esa historia suya que tanta necesidad tiene de contar. ¿No te gusta escribir? Busca otro medio. Igual lo tuyo es hacer stop motion con plastilina.

La mejor definición de lo que es escribir la hizo Bécquer con su domeñar al rebelde y mezquino idioma. Si te importa un comino la ortografía, la gramática y la sintaxis, pues no: no eres escritor. Que sí, que tienes muchas historias que contar, pero si ni sabes escribir ni te preocupa hacerlo bien ni disfrutas del proceso, no eres escritor. Si crees que pulir el medio en el que quieres contar tu historia es irrelevante, que lo que importa es solamente "la historia" y no cómo contarla, estás más perdido que la retórica en Sálvame. 

Escribir es barato. Es muy barato. La inversión inicial para escribir es irrisoria: los márgenes de un cuaderno, el mismo boli que usas en clase. Igual lo tuyo sería hacer una peli, pero para eso hacen falta pasta, recursos técnicos y personal (ah, no, espera, que en tres días la IA te va a hacer pinículas también) y tú lo que quieres es un producto final cuanto antes. Vamos a escribir, que me enseñaron en el cole. Escribir es como cantar: crees que sabes hasta que te pones a aprender en serio y te das cuenta de lo que cuesta hacerlo bien. Uno se cree que tiene dominado lo de respirar hasta que se mete en clase de canto.

Que oye, si quieres ir diciendo por ahí que eres escritor porque te hace ilusión, pues tú sabrás. Igual eres de los primeros de este nuevo mundo feliz que nos espera donde ni el talento ni la dedicación hacen falta para que te lleves tu chapita, no sea que te vayas a traumatizar por no recibir el mismo reconocimiento que quien se ha dejado las pestañas luchando durante años por sacarle a su talento natural, sea cual fuere su punto de partida, todo el jugo posible. No, pobrecico, a ver, dale al nene su premio de consolación, pero que sea igual que el primero, ¿eh? Que todos tenemos derecho a ganar.

Quien quiera entender, que entienda.

Escribir es el viaje. No es el libro publicado. ¿Sabéis una de las cosas que descoloca a los críos mientras se están criando y los convierte en monstruos adolescentes y en adultos insufribles? Recibir recompensas por algo que no se han ganado. Suspender ocho y que les compren la moto. Tú tienes el ejemplar con tu historia en la mano (me voy a negar a llamar a eso libro) y se te llena la boca diciendo que eres "escritor", pero no vas a vivir, a sentir nunca ese nudo en la garganta de ver el puerto de Ítaca después de años de esfuerzo: de leer, de probar, de fanfics, de presentar movidas a concursos, de los excel con rechazos editoriales, de todas las veces que han fluido las palabras, de las correcciones, de los recortes, de los borradores reescritos, de los personajes desechados, de las escaletas reformadas y olvidadas, del aprendizaje inesperado que te permite darle un enfoque nuevo a una historia, un estilo; de la búsqueda de voces narrativas, de la pérdida de sueño, del subidón del cierre perfecto de la trama, de descubrirte habiendo llegado más lejos de lo que jamás soñaste al terminar el borrador final.

Meter el sopinstant en el microondas no es lo mismo que hacer un cocido.

Si no quieres escribir, sino haber escrito un libro, no eres escritor. Querrás reconocimiento, palmaditas en la espalda, fama, la falsa sensación de haber conseguido algo, ganar la carrera sin haber levantado el culo del sofá y llamarte atleta, pintor por números, jardinero de plantas de plástico. ¿De verdad te importa tu historia? Búscale un medio que le haga justicia. Búscate un medio en el que poner el alma, dejarte horas y esfuerzo. Búscate un viaje que disfrutar. Hay miles de escritores que no publicarán una obra en su vida y pueden llevar el nombre del oficio con más orgullo y derecho que quien desprecia lo que a ellos les hace sentir, respirar y existir, quien ve las letras como un "medio" para contar "su historia" y no como lo que son, parte intrínseca de la misma, si es que esa historia es novela, novela corta, poesía, relato, microrrelato.

Pues eso. ¿No quieres escribir? No eres escritor. Hala, que os cunda en las fiestas mayores de Autoengañolandia. Deseandico estoy ver qué panegírico os escribe la IA cuando llegue el momento.

sábado, 23 de septiembre de 2023

Batiburrillo: Los nigromantes son para el otoño


Empieza el otoño y mucha gente se vuelve loca con los monstruos, esqueletos y calabazas, así que aquí van mis recomendaciones para acompañar ese espíritu de capitalismo pagano.

La Tumba Sellada: Gideon la Novena y Harrow la Novena.

Me tuve que leer La verdad sobre el caso Savolta en el instituto. Creo que entraba en Selectividad. Lo recuerdo como una tortura transalpina, entre los cambios temporales, la historia que me importaba una higa y lo poco que me interesan las cosas trágicohistóricas en general cuando acaban noveladas. Le eché la culpa del asco que le cogí a la estructura, sobre todo, hasta que metí el hocico en esa gloria absoluta que es Harrow la Novena.

Vayamos por partes.

Es la segunda parte de una saga. La primera parte se llama Gideon la Novena y va de nigromantes, una magia espacial raruna y conflictos interpersonales entre gente traumatizada por el tema de la nigromancia y la magia espacial raruna. Hay nueve casas y tienen que ir los herederos de cada una de ellas a una Mansión de los Horrores a ver cuál se convierte en Supernigromante de la Repanocha Mortal. Tiene un rollo de alguien ha matado a alguien, unas interacciones muy raras entre la gente y es bastante entretenida porque quien lo narra tiene una personalidad muy particular. Y no vi venir muchas cosas, que es algo que agradezco enormemente a estas alturas de la vida.


No acaba muy bien.

Harrow la Novena es una ida de pelota con otro narrador con otra personalidad muy particular que no se puede fiar de sí mismo. Varias existencias paralelas se solapan y cada vez que empieza un capítulo cuesta un poco saber en cuál estás; de hecho, al principio incluso no está muy claro si son la misma o cómo se relacionan entre sí o si tu tía es tu tía y la huerta es de tu gato. No es fácil de leer. Te tiene que gustar mucho la sensación de qué estoy leyendo qué leches es esto para que te enganche. Tejer bien esa sensación y, sobre todo, resolverla bien, es muy difícil. Este libro lo hace.

Quién maneja mis huesos que a la deriva los lleva...

Lo único que se me hizo un poco lectura diagonal es toda la parte de matar planetas, que me parece muy bien como ejercicio para fliparse con su sistema de magia, pero a mí como lectora en busca de pistas que me digan qué cojoleches está pasando tener que tragarme todo aquello para que luego resulte que no es relevante para ese qué cojoleches pasa me frustró un poquito.

Tiene, además, ese "hola, soy el pasado y vengo a morderte el culo" que me encanta. Tener que tragarte las consecuencias de los actos de gente que la cagó hace milenios, con todo lo que implica, como averiguar qué puñetas pasó de verdad en esa cagada histórica: la vida misma.

Es un ejemplo perfecto de libraco cojonudo para un público muy concreto. No sabía yo que los narradores no fiables me iban a enganchar tanto una vez se pusieran a contarme algo que me interesase. Además, incluye una especie de dramatis personae al principio de ambos libros cuyo ¿formato? tiene peso seal en la historia. Todo el conjunto me transmite que la autora se lo pasó pipa preparando la gymkana que es todo esto.

Puntos de bonificación al hecho de que todavía no tengo claro cómo leches termina este segundo libro.

Aún hay dos libros más, Nona la Novena y Alecto la Novena, uno publicado y otro en camino. A mí las sagas fantásticas ya me entran por el ojo derecho si vienen sin elfos ni enanos ni medianos; si encima me dejan con el culo torcido a la quinta página por lo que se alejan de lo habitual, ya voy cogiendo las palomitas. Pero es que esto es una cosa rara de cojones, de la novela negra grimdark a la space opera laberíntica, con personajes tan rotos que duelen de lo reales que son a pesar de lo ajena que resulta la mayoría de su experiencia vital. En este año glorioso en lo que a ficción se refiere, me despertó el sentido de la maravilla, así que larga vida a los nigromantes, y a ver qué pasa con los dos libros que quedan.

Eso sí, como le pase algo al perrete ese de la portada ma-to.


lunes, 24 de abril de 2023

La canción de las Flores Dolientes

Una leyenda, una crónica y un himno que se suceden para guiarnos desde las estribaciones ignotas del cosmos hasta las profundidades insondables del alma humana en una espiral áurea que se convierte en el camino hacia la libertad.

Ahí es nada.


Esto es una bestialidad. No me había metido nunca en una estructura semejante; no me había propuesto nunca antes crear una saga de esta magnitud (no, Mosgaira no es una saga, es un libro muy largo que he tenido que cortar para que fuese manejable). Las tres historias de las Flores Dolientes, aunque formen parte de la misma epopeya, podrían leerse de forma independiente.




Khad: el bastión de los exiliados

Cuando me puse a escribir «La leyenda de la bailarina ciega», toda ilusionada intentando que fuese una historia de terror forestal, no me imaginaba que iba a llegar a donde he llegado. Ya veis; esta novela con su vashi y su hechicera y su clamor por enfrentarse a la tradición y la sociedad es una historia juvenil de las de buscar tu lugar en el mundo y que dicho mundo te dé en los hocicos con la realidad. Es una experiencia iniciática, con sus personajes fuertes, sus bichos extraños y su tonelada y media de magia, que para eso es fantasía. No me imaginaba yo en lo que se iba a convertir ese mundo que estaba creando cuando me diera por hurgar en el pasado del Aedo, de Loba, de Ignoto y de las Aberraciones.


El exterior de la espiral áurea se había trazado: la rebeldía comienza, de forma natural, contra las imposiciones exteriores. A veces no sabemos lo que queremos, pero sí tenemos claro lo que no queremos. No me voy a cansar de repetir que darle patadas a lo establecido a ver si se sostiene es el ejercicio más sano que uno puede realizar desde que la curiosidad por la sociedad en la que vive se despierta. Gracias a la Ilustración y al contradictorio siglo XX, hay algunos lugares del planeta donde puedes decir lo que piensas y pensar lo que quieras y salir vivo de dicha ordalía, aunque no sea gratis.


Acramant: la cárcel de sal

Los primeros borradores de lo que luego sería «Crónica de la Ciudad Baldía» querían ser una historia de zombis. Una vez más, mis intenciones iniciales se quedaron en agua de borrajas en cuanto apareció en personaje de Sueño, que se convirtió en vehículo de una lucha (o varias luchas) de las que iba a tener que acabar hablando tarde o temprano.


Hacía meses que Sueño Caraminth no se miraba en un espejo.

Avanzó lentamente por la penumbra del pasillo, haciendo a sus dedos rozar la pared levemente. Ya no canturreaba. El sonido de sus yemas contra el mortero de sal, junto al susurro quedo del camisón blanco con cada paso, era lo único que podía oír. Eran sonidos inofensivos. No podían convertirse en palabras. No significaban nada.

Cuando llegó a la puerta, se llevó los dedos a los labios y sacó la punta de la lengua para lamerlos, lo suficiente como para saborear la sal que se había quedado en ellos. Se tranquilizó un poco. Había un cierto consuelo en ese gesto, que aún le pertenecía. Le dio la fuerza suficiente como para empujar el picaporte y salir.


Había un ruso deprimido que decía que cada familia es feliz igual pero desdichada a su manera, y otro ruso deprimido (u otra persona humana, no me acuerdo) que decía que era justo al revés; que todos somos miserables igual pero felices de forma distinta. Cualquiera de las dos es muy poética, sí, pero terriblemente generalista. Cualquiera que se haya comido una depresión sabrá por lo que pasa Sueño Caraminth.

Estaba atándome los cordones de las botas en la oscuridad previa al amanecer de Glasgow en un mes infernal en el que no veía la luz del sol de lunes a viernes cuando entendí cómo se enlazaban los Caraminth y sus movidas genéticas, las semillas del Museo y las Aberraciones. Vivo por momentos así en los que todo encaja. Me di cuenta de la magnitud de la historia y cómo estaba todo ahí ya. Vi claro que el oponente natural de la rebeldía tras haberse enfrentado a la sociedad era la familia. Era la evolución orgánica de la historia.

Familia extensa, primos, tíos, abuelos; el amor a pesar de la incomprensión, la impotencia, las rencillas más viejas que el hambre, las consecuencias de los actos de nuestros predecesores... Me sigue pareciendo un milagro lo bien que lo lleva la gente. Lo de las expectativas familiares sí que es una historia de terror.

Esto no me atrevo a llamarlo juvenil. La amargura que destila requiere el desencanto que acaba, precisamente, con la juventud del espíritu. No es el descubrimiento de lo desconocido, sino la verdad tras un hartazgo fruto de la frustración de una madurez decepcionante.

Habiendo desbrozado también esta parte de la senda, no queda más que un obstáculo: el final boss de cualquiera que intente encontrarse a sí mismo de verdad.


Himno: el enemigo en el espejo

El rizo final del interior de la espiral, el más íntimo, el que pudiera parecer más pequeño pero no es en realidad más que una insinuación del infinito: el individuo.


Las fronteras que nos creamos solitos, los obstáculos que nos colocamos en el camino y la ceguera a todo ello son el mayor enemigo al que uno se puede enfrentar. Hace falta una chispa especial para rebelarte contra ti mismo y mandarte al carajo. Duele mucho mirarte en el espejo y descubrir el catálogo de estupideces que has hecho. Lo normal es salir por peteneras, intentar justificarlas o negar la mayor; qué dices, nunca hemos estado en guerra con Eurasia. Los extremos a los que uno llega para no enfrentarse a las consecuencias de sus actos son alucinantes. El miedo, la vergüenza...

Una vez más, es Sueño el vehículo principal al final de este viaje. Estando tan rota como está, llegando a los extremos a los que llega para intentar huir del dolor, logra sin embargo aferrarse a una esperanza terca. No es que sea un modelo de conducta, pero consigue reconocer los cambios de actitud necesarios para salir de su propia zanja y los sigue. Y no es fácil.

Esta iba a ir de pastores y no era parte de la saga siquiera, por cierto, pero en cuanto aparecieron los ratones supe cómo encajaba todo también.

Es una lucha solitaria, algo que nadie más puede hacer por ti. Cuando la tragedia definitiva se abate sobre Arcania, el Sueño quien toma las riendas, a pesar de llevar dos libros quejándose de que si quiere que algo salga bien tiene que ser ella quien se responsabilice del asunto y lo harta que está de ello. Y, para ello, tiene que pasar por enfrentarse a sí misma. Y no es bonito.

No sé si esto acaba bien o no.


Las flores dolientes

Combatimos al Enemigo allá donde esté, en el ser amado y en la inocencia rota.

El Enemigo, en forma de entidades hambrientas que buscan alimentarse a cualquier precio, encarna una serie de terrores que pueden encontrarse en cualquiera: egoísmo, desprecio absoluto por el derecho a existir de los demás, mentiras, manipulación, aprovecharse de la gente, socavar las relaciones interpersonales ajenas, retorcer la realidad... Es un poco bestia, pero terriblemente real, cuando puedes meter en el mismo saco a personas de tu día a día y a dichas entidades cósmicas chungas.

Estamos rodeados de monstruos. Igual somos monstruos también.

Hay una dualidad constante en esta historia, una que se coló también en Libro de horas de las oscuras golondrinas: la que enfrenta dos enfoques posibles a la hora de "combatir al enemigo". La destrucción se contrapone a la enmienda. Es un tema constante en la vida diaria, una decisión que no nos abandona y que hay que tomar a cada paso, ponderando cuándo no vale la pena invertir más esfuerzo y arreglar nada y es momento de optar por la destrucción.

Los hechiceros pueden permitirse el lujo de elegir entre expulsar o destruir, pero una vashi que quiera proteger su bosque, no. Ni aunque se haya criado como trampera del Arte y no mate por razones mezquinas. Los Caraminth, que se han pasado generaciones diseñando protocolos para salar cultivos y quemar ciudades cuando se desata la plaga, guardan sin embargo con celo las últimas semillas de árbol doliente, pese al peligro que suponen. Es Sueño Caraminth quien encuentra la forma de curarlas, y es Sueño Caraminth quien es capaz de imaginar la única salida para que el Duque deje de ser una amenaza.

Es mucho más fácil destruir, sí, pero no tiene por qué ser lo más justo.

La espiral áurea de rebeldía analiza primero y destruye, arregla o acepta según el resultado de ese análisis. La canción de las Flores Dolientes no es más que una historia sobre la vida.


Así que, queridos nematodos, bipedestantes y efímeros mortales, aquí está la saga entera. Que disfrutéis de la lectura.

miércoles, 15 de marzo de 2023

De mitos, héroes y ratoncitos

 Sé que dije que solamente volvería a escribir en el blog si algo me cabreaba lo suficiente, pero hete aquí que ha pasado lo contrario_ algo me ha entusiasmado lo suficiente como para venir aquí a fliparme con las cosas bien hechas.

Agarraos.


Ea.

Os presento una historia que aúna lo mejor del viaje del héroe con una aproximación a la mitología clásica ejemplar (sobre todo en esta época de gente que confunde los retellings con freír tocino) y ratoncitos. Va a ser muy difícil que me guste más una peli en esta vida. En serio, volví a tener seis años mientras la veía en el cine. En España se estrena el 12 de mayo, así que ya estáis haciendo hueco para llevar a vuestros cachorros a verla, porque es un tesoro. Una joya. Y vosotros, adultos con un pie en los ochenta y una pata en los noventa, vais a pasároslo pipa también.

Los dioses se comportan como dioses: Poseidón picado con Zeus, Zeus siendo un capullo integral y Hera protegiendo a los "Argonautas". Se usan los elementos de la historia de los Argonautas con sabiduría (los dientes de la bicha, para empezar).

Y (chúpate esa, Wincklemann) la arquitectura griega es históricamente acertada: tiene colorines. Colorinchis tintalux. Qué feliz fui al verlo.

Además, los personajes ratoniles y animales no son para estrangularlos con el cable del teclado. Lo divertido es divertido y no grotesco. La evolución de Patti y su padre es muy natural y la gaviota, que tenía todas las papeletas de ser otro burro de Shrek, es gloriosa.

Ah, y en Siracusa espera una sorpresa que me encantó. Y la banda sonora. Ay, la banda sonora. No sé si he visto una banda sonora en cierto momento culminante, con sus referencias, tan bien utilizada en la vida.

Eso. Que vayáis a verla. Recordad que os la recomendé yo primero.