sábado, 3 de septiembre de 2022

De Tolkien, adaptaciones y el poder de la faltriquera

No voy a ver la serie de Amazon por las razones que expuse ya hablando de la Braulia: me parece un intento de sacar cuartos aprovechándose de la fama de una obra consagrada, en lugar de echarle huevos y contar una historia propia original. (Bajoimperiales, que sois todos unos bajoimperiales).

En serio, nos estamos perdiendo una cantidad apabullante de obras de ficción porque la gente que tiene pasta prefiere dejársela en ponerle imagen a algo que se gestó en otro medio y tuvo éxito (en el mejor de los casos) o en sus pajas fanfiqueras en 4K (en el peor de los mismos). ¿Dónde están las historias originales? De lo que se nos avecina audiovisualmente, de lo que se ha sacado últimamente, ¿qué no es una adaptación?

Wheel of Time, Sandman, Bridgerton, Persuasión, The Watch, Outlander, GoT y derivados, The Witcher (este es raro, porque han adaptado más bien el videojuego), Marvel enterico... Tenemos la tele a rebutir de adaptaciones de libros y tebeos con una base de seguidores ya importante. Y aquí, hijos míos, toca irse por los cerros de Überwald.

Igual que hay editoriales que te piden cuando les mandas el manuscrito que les informes de cuántos seguidores tienes en redes, imagino que los productores de Netflix y derivados prefieren invertir en productos con muchos lectores, que saben que la gente va a ver aunque sea para ponerlos a caldo. Y, a ver, es respetable hasta cierto punto, porque esa gente tiene que seguir pagando las letras del yate y a la gente que les limpia la piscina olímpica de su mansión, y lo que les interesa es sacar cuartos de su inversión, que lo de ser Lorenzo de Médici y conformarse con el prestigio y el amor al arte dar no da de comer.

Lo cual deja a la industria audiovisual en una posición extrañísima en la historia del arte hasta ahora. Vive al rebufo de la literatura, picoteando de lo que ha tenido éxito en el medio escrito/dibujado, y trasladando eso a la pantalla. Es curiosísimo: las obras literarias que alcanzan la adaptación audiovisual se "consagran" y llegan así (normalmente, con ciertas licencias) al "gran público". Y es cuando se considera que han alcanzado el éxito total, pero es un éxito falaz, parasitario. Ahora mismo les quitas las adaptaciones y ¿qué queda? ¿Stranger Things? ¿Dark Crystal? (Esta última, además, van los caraculos y la cancelan).

¿Qué piensa de todo esto la gente que ha estudiado para ser guionista? A mí me estaría quemando la tráquea que mi papel se hubiera convertido en el de un mero adaptador de las ideas de otro. Supongo que por eso hay tanta "licencia", porque les recome que sus historias no lleguen a ver la luz, opacadas por los éxitos literarios adaptados, y necesiten dejar su marca de alguna manera en los guiones adaptados.

Toda la vida de Eru esto se ha llamado ser unos trepas.

Insisto, esto de vender libros y gastarte los cuartos en hacer series es para sacar cuartos, así que es normal que vayan mirando el dracma. Es un negocio. OK. Un negocio del que, por lo menos, empiezan a participar los autores de los libros (espero que Gaiman pueda comprarse un chalet de siete plantas y dedicarse a fundar bibliotecas), lo cual nos lleva a otro momento que no se había dado nunca antes en la historia del arte. Está ahí tumbado Martin mirando cómo se inventan la novela que él tiene aún que escribir, bebiendo hidromiel y contando los billetes, descojonado perdido por cómo los guionistas la han cagado con todo el equipo una vez se han quedado sin material que adaptar. ¿Que ahora queréis hacer una serie de los Targaryen? Hala, venga, a correr. Pasad por caja antes. Kind regards.

¿Qué pasa con los guionistas, con la gente que quiere sacar adelante sus propias historias, unas nuevas que no conoce nadie? ¿Quién va a asumir ese riesgo? Las producciones audiovisuales de fantasía salen muy caras. Los escritores podemos echarle tiempo, horas de aprendizaje y rascarnos un poquejo el bolsillo y autopublicar, pero dudo mucho que eso esté al alcance de un guionista que quiere sacar una serie sobre, yo qué sé, un imperio subacuático de sirenas vampíricas que despiertan un poder olvidado en una fosa abisal y tienen que salvar a su civilización de la destrucción y su única esperanza es contactar con humanos por inserte aquí razón de worldbuilding que no tengo tiempo para pensar ahora. Eso requiere de medios técnicos y gente especializada a cascoporro. Eso no lo pagas apretándote el cinturón un par de meses a base de comer ramen de bolsa.

El consuelo del artista dentro de la industria está cristalizándose en este fenómeno que estamos viendo con la serie de Amazon de LotR y la de los Targaryen: coger historias que estaban medio esbozadas y sacarles los cucaños para vivir con la ilusión de poder contar algo que les salga un poco del alma y que tal cosa tenga éxito. A ver, no, almas de cántaro: lo que estáis haciendo se llama fanfic. Muy caro, pero fanfic. La gente lo va a ver por Tolkien y por Martin. Y es muy triste. Tampoco veo qué otra cosa puede hacer esta gente, porque la industria los tiene cogidos por las gónadas.

Las productoras de cine y televisión se han convertido en una especie de Jabba el Hutt que no corre ningún riesgo, intentando sobrevivir en este mundo nuevo multiplataforma. ¿Sabéis dónde se corren riesgos ahora? En videojuegos. Es una industria relativamente nueva, que aún está por llegar a su cénit. A quien no ha tocado techo no le pesa el culo a la hora de atreverse a apoyar ideas nuevas, desconocidas. El cine y la tele, no. Quizá en otros géneros, pero no en fantasía. Tampoco me extraña, porque históricamente ha parido cada truño que ha temblado el misterio.

Así que henos aquí, metidos en un brete hermosísimo de productoras chupópteras, guionistas relegados al papel de adaptadores y escritores y creadores de videojuegos tirando del carro de la creación. ¿Qué le vamos a hacer?

Pues disfrutar del Bajo Imperio, supongo. Y seguir creando por si aparece Lorenzo de Médici redivivo o acabamos viviendo en una distopía donde sea viable el arte por el arte. Lo que más me jode de esto es, quizá, que Tolkien creó su mundo y escribió sus historias sin pensar en cuántos cuartos le van a sacar y quienes las adaptan ahora en lo único que piensan, precisamente, es en eso. ¿Querías hablar de la Segunda Edad, de Sauron corrompiendo las almas de Númenor, Amazon? Felicidades. Con tus actos lo has hecho de puta madre.


John Howe para ilustrar el concepto.