miércoles, 30 de diciembre de 2015

Lecturas no obligatorias: batiburrillo especial 2015

Hola, soy una entrada programada para los últimos días de 2015, con libricos especiales para rememorar este año.



Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Qué os voy a decir de este libro. Estaba por mi casa y lo tiene todo: un árbol genealógico que no hay dios que se aclare, cosas ocultas chungas, gente que no sabe por qué hace las cosas y degenerados variados. Tenéis que leerlo. Yo, desde luego, pienso pegarme un chute.



Lores y Damas, de Terry Pratchett. ¿Por qué? Porque todos necesitamos que Yaya Ceravieja nos cruce la cara de vez en cuando, para recuperar la perspectiva, ya que nos volvemos imbéciles cuando nos dejamos llevar por el glamour. 



Flanagan de luxe. Es la única narrativa "policiaca" que soy capaz de trasegar. Me trago C.S.I y series similares a dos carrillos, pero con los libros policiacos no puedo. Me superan. Sin embargo, esta saga me ha gustado desde adolescente. Y este libro en especial me proporcionó momentos hilarantes de esos de doblarte por la mitad y que tu madre te pregunte si es que te ha dado un algo. Y, al final de este año, hay que recordar que somos personas y hace falta que el cerebro se oxigene un poco.

Pues eso. Como dicen en mi tierra, mañana será otro día y verá la tuerta los espárragos.

Feliz 2016.

domingo, 27 de diciembre de 2015

De lugares seguros y tiempos muertos

Yo no sé vosotros, pero cuando a mí se me descuajeringa la existencia, escribo. Escribo patatas, mayormente, pero al menos consigo una pequeña parcela de control que tranquiliza bastante mi mente. Hay momentos, sin embargo, en que escribir no es una opción y sólo queda escapar.

Los lectores tendemos a huir a los libros.

Hay quien se esconde en historias nuevas, donde la historia desconocida pliegue el tiempo exterior y donde la propia mente, llevada por los avatares ajenos, se recomponga sin darse cuenta. Hay quien se atrinchera en libros conocidos, donde no existe el peso de la incertidumbre y uno puede aliviar sus heridas con el bálsamo de lo previsto. Comprobar que hay algo que no cambia, que queda algo de seguridad, no tiene precio.

Quizá por eso cuando cambian cosas en las adaptaciones a pantalla la gente se rebota tanto. Es como llegar a tu casa y que tu madre haya puesto un salón de té en tu habitación.

Hoy están echando en la tele El Señor de los Anillos, la trilogía entera. Me entra un poco de vértigo cebolletil al pensar que tiene más de diez años. Sus diferencias con los libros siguen siendo las mismas. Las cejas de los elfos me siguen dando alergia, el doblaje de Eowyn sigue siendo infumable y pensar que este año se ha muerto Sir Christopher Lee duele. Es un buen lugar donde acampar, un sitio donde mi identidad no corre peligro. 

Hola. Vengo a cargarme la línea argumental élfica 
para satisfacer las fantasísa fanfic-quianas del director de la película. 
Entendedme, necesito el dinero para decolorarme las cejas.

Ya veis: hasta las adaptaciones pueden convertirse en terreno seguro. Que la ficción a veces parezca más sólida que la vida real hace que uno se dé cuenta de lo frágil que es la existencia, de cómo se puede ir todo a la mierda en dos segundos o cómo te lo puedes cargar con tu ineptitud.

Uno no puede esconderse eternamente. Bueno, puedes, si no te importa convertirte en un hikikomori chungo o en un monje cartujo. Como los refugios de montaña, los oasis con páginas o fotogramas cumplen una función concreta. Una vez reconfortados, consolados y aliviados, tenemos que seguir nuestro camino, o recomponer el que nos hemos cargado, o hacer encaje de bolillos con las consecuencias de nuestros actos. A veces se empieza por algo tan facilito como esto, que es simplemente volver a escribir.

viernes, 18 de diciembre de 2015

De sufrimiento, romanticismo y responsabilidad

Nunca imaginé que me iba a tener que agarrar al discurso de un señor que escribe cosas para seguir respirando. Si habéis hurgado por aquí sabréis que Neil Gaiman es preceptivo en esta casa y que en cierto momento dijo cosas en una universidad que bien podrían acabar siendo evangelio.

Así que (perdonadme por la aberración lingüística que estoy a punto de cometer) habiendo makeado glorious mistakes (no los llamaría "glorious", pero gordos sí que han sido) que han llevado a que explote el gato, lo que queda es el good art. Cuando te las has apañado para cargarte todos tus faros y todas tus brújulas está bien que te quede algo que te asegure que tú sigues siendo tú.

Escribiré bien, mal o mediopensionista, pero pegándome con los leísmos y las erratas encuentro un poco de cordura. El crujido de las teclas resuena como si fuesen los primeros pasos en la dirección correcta. Hay una cierta paz escapándose entre los párrafos. Leí una vez que un tontolnabo había dicho, todo rimbombante y místico, que los artistas tienen que pasarlas putas para sacar lo mejor de sí. No, mirad, hermosos: el sufrimiento no es deseable, ni imprescindible, ni necesario. Ensalzarlo es un error muy grave. Igual queda romántico, pero no cuela.

Lo que es necesario es remangarte el refajo si el sufrimiento llega y no dejarte hundir ni vencer por él. Es responsabilidad de uno dejarse abrumar por las circunstancias o tomar las riendas. Cuando la has cagado a base de bien lo último que te beneficia es hundirte en la pasividad. Lo que empieza a redimirte es hacer algo. Las cosas bien, a ser posible.

Y ya que nos hemos puesto románticos voy a plantaros un cuadro de Caspar David Friedrich, que nunca está de más.

El naufragio de la esperanza, ese momento glorioso 
en que descubres que el hielo puede ser marrón.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

La Princesa Tempestad y otros cuentos de invierno





Es una pequeña antología de relatos donde el frío y la oscuridad se cuelan entre los párrafos. Ya sea por localización temporal, sensación térmica o alma metafórica, el invierno está presente.  Hay uno que explora las consecuencias de pasarte con la bebida en estas fiestas. Hay otro donde el despertar hace añorar el sueño. Hay monstruos. Hay magia.

Hay gatetes, un cuervo y una tortuga.

Es el invierno una estación de cambio, de hibernación. En ella, todo muere con la esperanza de renacer en primavera, de tener la oportunidad de florecer de nuevo.

Son relatos donde, desde la oscuridad, se espera que vuelva la luz algún día. Relatos donde esa misma luz añorada derrota las sombras que han campado a sus anchas en la estación gélida. Hay cuentos de renacimiento, de redención y de duda; sueños y despertares. 

Hay cuentos de princesas, de maestros y de piedras.

La portada es obra de Lorena García y mola un huevo de brontosaurio. No me digáis que no queréis un póster.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Queridos Reyes Magos

Me motiva mucho más escribir la carta a los Reyes desde que descubrí que son zombis. Sí. No pongáis esa cara. En Colonia tienen un relicario con sus restos mortales, con lo cual están muertos. Fiambres. Cadáveres. No me digáis que no tiene mucha más chicha que tus deseos te los cumplan tres compadres fenecidos y putrefactos en lugar de un tío patrocinado por Coca-cola que esclaviza especies feéricas en el Polo Norte.

En fin, tras este precioso crossover entre el roscón y The Walking Dead, paso a manifestar algunos de mis deseos consumistas. He sido una niña muy buena y he trabajado mucho y me he portado muy bien con todo el tema sanitario que me ha caído encima y he dejado a la gente vivir sin meterme con nadie, así que yo creo que me lo merezco.

Porfa.

En primer lugar quiero pediros Seraphina, de Rachel Hartman.

Me sobra la opinión de Paolini estropiciando la portada, pero bueno.

La portada es TAN bonita que uno no puede quedarse indiferente. He leído dos cosas sobre ella: steampunk y dragones. Yo, hijos míos, creo que es un win instantáneo en picar curiosidad. Ahora sólo falta que esté bien escrita y me guste y ya sea un éxito redondico cual roscón.

El segundo lugar quiero The Sandman: Overture en la edición más chachi que podáis encontrar.



Neil Gaiman está en mi panteón particular de dioses que escriben y Sandman es una de las obras que más me han retorcido las entrañitas. Desde el Corintio hasta Bastet pasando por todos y cada uno de los personajes: ninguno tiene desperdicio. Es London Below pero a escala cósmica. Lo siento por explicarme tan mal, es intentar entrar en detalles y colapsárseme el área de Bronca al pugnar todas las sinapsis por meter baza a la vez. Este lo quiero en inglés. Please.

También me vendrían bien un pelapatatas, un contrato fijo y cuarto y mitad de cecina de León, pero no es imprescindible. No tengo muy claro lo que bebe un camello zombi, así que os dejaré un cubo de agua y ya veréis vosotros. Supongo que unos sesitos rebozados como tentempié os vendrán bien. Llevad cuidadito, que están las carreteras finas en estas fechas, y coged una rebequita, que os vais a enfriar.