jueves, 15 de junio de 2017

Amor verdadero

El vídeo que aparece en esta entrada es un spoilerzaco de Zelda: Breath of the Wild, así como el texto que le sigue.

Vengo a hablaros de amor verdadero. Como decía el bardo de La suerte del Dios Hambriento:

El amor verdadero es fácil. Es inmenso y claro. No suscita dudas ni temor. Es una fuerza imparable. Quizá la circunstancia no sea la propicia, quizá haya que luchar contra elementos externos, pero el amor verdadero en sí no tiene ninguna complicación. Es tan sencillo como respirar. Da la vida. Quien te diga que el amor es sacrificio, o quien te muestre un valle lleno de tinieblas y lo llame amor, miente. En el amor sólo hay luz. Quien te ofrece sombras no te ama.

Como la gente parece tener un concepto un poco confuso de qué es el amor (como los que califican a Madame Bovary como historia de amor, qué me estás contando), vengo a poneros un ejemplo gráfico en forma de cutscene de Mipha. Este vídeo, aparte de spoiler, es muy ilustrativo de lo que viene a ser el amor verdadero.



1. Mipha ofrece. Su discurso es protector. Detrás de ese "no matter who difficult this battle might get" no está sólo "qué malo es Ganon", sino también "cómo duele verte con Zelda". Y, aun así, Mipha ofrece. El amor verdadero es desinteresado.

2. Mipha dice que estara ahí always. Siempre. Sin condiciones. Ni ultimátums ni chorradas: te quiero y quiero cuidarte. Punto pelota. El amor verdadero es incondicional.

3. Sólo aspira a pasar algún tiempo juntos. Mipha es lúcida, consciente de su situación, y elige ser coherente con sus sentimientos. El amor verdadero nace de la libertad de elección propia y del respeto a la libertad de elección del otro. Así que no, no implica reciprocidad. Mipha tampoco la pide, de hecho sus deseos se retrotraen a cuando eran más jóvenes.

Así que no me vengáis con "historias de amor" como la de Emma Bovary, que es una amargada egoísta; ni la de vampiritos varios, ni ninguna en la que haya celos implicados, ni pepinillos en vinagre. Cuando escribáis llamadlo "relaciones humanas", pero no "historia de amor". ¿Es terrible que no te correspondan? Pues sí. Eso no hace a los sentimientos menos verdaderos. Claro, que para gestionar algo así hay que tener la cabeza muy bien amueblada. Lo fácil es huir. Ojo, que huir es una decisión perfectamente válida. No todo el mundo tiene que estar cableado para atravesar igual según qué sendas. Pero la posesión, la manipulación y esa sarta de despropósitos que la literatura romántica ha asociado con el amor no son más que veneno. 

Mucho cuidado con lo que llamáis amor. Mucho más cuidado con lo que escribís diciendo que es amor.

domingo, 4 de junio de 2017

La leona herida



Lo sabe.
Está todo perdido.
Herida de muerte, rota para siempre: una leona inválida, desangrándose para entretenimiento de unos pocos; crueles, mezquinos, letales.

Quizá veáis aquí su último grito, el lamento final antes de dejarse morir. Supongo que es lógico pensarlo. Pero un instante no puede sentenciar la totalidad de la historia y, al final, son las historias que nos contamos las que nos abren las sendas a escoger.

Dejadme que os cuente una historia en la que nadie repara.

La leona está todavía viva y le quedan fuerzas para rugir.

Despreciada como trofeo al final de la injusta cacería, la leoná se arrastró lejos, usando las patas delanteras, hasta que la cantidad de sangre perdida hizo que cayera inconsciente. Al despertar, a pesar de las saetas clavadas en su espalda, aún podía respirar. Fue un ser humano quien, unas horas después, se las arrancó; fue la suerte quien le permitió encontrar carroña con la que alimentarse y no ser encontrada por ningún otro depredador. Pese a que el dolor no la abandonaba, siguió arrastrándose, sin entender que el hecho de que sus patas traseras le doliesen era una buena señal.

Sí, cojeó durante el resto de su vida, que fue mucho más larga de la que le otorga la sentencia habitual del observador indiferente que le echa un vistazo rápido al relieve mural. 

No os fiéis de los instantes. Nunca cuentan la historia completa. Los instantes no tienen poder para sentenciar un final.