lunes, 21 de febrero de 2022

Crónica de la Ciudad Baldía

 Pues publico otro libro y me da tantísima pereza promocionarlo que no he hecho ni presentación.


Soy un caos a la hora de escribir. Brújula, dicen. Ni eso. Mis intentos de hacer algún tipo de planificación a base de post-its han sido éxitos relativos; me aburro como una ostra si sé a dónde va a parar la historia. Si encima sé cómo va a llegar allí, apaga y vámonos. Que no, que lo siento; yo escribo para disfrutar del proceso. Morirme del tedio por el camino no es disfrutable.

Tardé un siglo en terminar Tailwhisper porque miraba la escaleta y me aburría. Colega. Al final me cargué un par de capítulos porque con la pereza que me daba escribirlos me dio la sensación de que quien lo leyera se iba a quedar dormido.

Casi todo comienza con escenas sueltas, escenarios, alguna leyenda. Así como esbozos, por el puro jugar con la creación. Tiendo a acabar aglutinando esas escenas/historias independientes en algo más grande, simplemente porque es divertido hacer encajar todo, y porque en ese proceso de encajar salen cosas, me acuerdo de cosas que andaban por ahí escritas, veo si cuadran o cómo se puede hacer que cuadren... Es como para pasárselo pipa. Así, sí. Igual sé cómo van a salir las cosas cuando llevo un 75 % de la historia escrita, y es entonces cuando me posee una furia por terminarlo todo y montarlo porque me hierve la sangre. 

Después va una lectura global detectando huecos (que siempre los hay), cabos sueltos, cosas que faltan que no pretenden ser elipsis narrativas... Tiendo a ir dejando cosas tipo FALTA MUERTE SIESO o FALTA PACO CONTANDO SU VIDA en ese repaso. El 50 % de los "falta lo que sea" nunca llega a ver la luz, porque lo acabo metiendo sutilmente en otras escenas o decido que está lo suficientemente implícito.

Luego eso se queda en salmuera un tiempo. Una lectura allá, una correccioncita por allí. Cuando me he olvidado lo suficiente, viene la Corrección, a sangre y fuego.

El proceso puede llevar entre dos y cuatro años. Hay excepciones, como Golondrinas, que lo escribí en ¿dos? ¿tres meses? en un "no hay huevos" para presentarlo a un concurso que sabía que no iba a ganar, pero oiga, eran tiempos de paro y me podía permitir algo así. No es un proceso rápido. Viridia tardó en escribirse más de una década. Hay cosas que han tardado en escribirse todavía más.

Acramant es un canto a la familia, así en general, con sus luces y sus sombras y sus rayitos de sol con motas de polvo volando a la hora de la siesta. Empezó como una historia de zombis y acabó así, señoras y señores. No iba a ser parte de nada hasta que ese proceso que he mencionado de recorta, pinta y colorea trajo una epifanía en la que vi claro cómo hacer que fuese parte del mismo universo que Khad y la saga de las Flores Dolientes me explotó en los hocicos en todo su esplendor. Madre mía. Me estaba atando los cordones de las botas en un AirBnb en Glasgow antes de ir a trabajar durante un diciembre miserable en el que sólo veía la luz del sol los fines de semana cuando me vino así, en plan inspiración divina, el click. 

Qué queréis que os diga, escribo por esos momentos.

Total, que yo venía a decir que Acramant no fue fácil de escribir y que puede que no lo sea de leer. Quería hablar de muchas cosas (lo de la familia vino tangencialmente): de superstición, de primas, de depresión y hartura de vivir, de mediocracia, de autosabotaje y de la magia de descubrir los redaños que una tiene contra todo pronóstico. Con zombis. Al final tuve que afinar. Los pobres zombis se quedaron un poco por el camino, pero nació Sueño Caraminth, que ahí donde la veis es la piedra angular de la saga de las Flores Dolientes. Qué cosa tan compleja de personaje. Ya la veréis en la última parte de la saga, que no sé si voy a terminar de escribir a tiempo.

Pues eso. Esto sale el día 24. Se puede reservar ya en Amazon la versión digital. Es fantasía rara. Avisados quedáis.