jueves, 26 de febrero de 2015

Alfalfa y mazazos en los hocicos

Hoy me voy a poner un poco íntima, filosófica y reivindicativa, todo a la vez. 

Una ya es mayor. Tengo treinta años y me he llevado palos y flores como para escribir dos o tres sagas de diferente temática. Mi vida ha cambiado varias veces. Una de las cosas que se ha mantenido siempre como parte de mí, quizá la única que nunca me ha abandonado, es la pasión por las historias, en todos los formatos, aprovechando lo mejor de cada uno. 

A la hora de crearlas siempre he tirado hacia la escritura. Empezar a escribir en serio muy pronto me permitió cometer los gloriosos errores de novata en una etapa en la que mis escritos no solían salir del cuaderno donde se vertían. En mi caso, pecaba de exceso de pomposidad. Me encantaban las repeticiones tipo "la luz, la luz clara de la luna" o "su rostro, ese rostro delicado que tal y pascual" hasta el punto de colocarlas varias veces en según qué párrafos. Ahora me hace gracia, pero cuando me puse a corregir en serio ciertas cosas y me encontré el percal quise estrangular a mi yo del pasado.

Cometer errores es parte de aprender a hacer las cosas bien, como ya nos contó Neil Gaiman en su momento.



Tardé en entender que hay gente que está deseandito pillarte en un error para pitorrearse de él. Se te escapa una coma o un le donde tiene que ir un lo y eso parece la apertura de El Corte Inglés en rebajas, se meten los codos en el ojo para ser los primeros en señalarte que la has cagado. Y no vienen de buen rollo a ayudarte a mejorar, no: vienen a joder. O, más bien, a ver si pueden.

Es como si alguien con la flexibilidad de un playmobil se descojona en la cara de Almudena Cid porque ha fallado un lanzamiento. Dan ganas de estamparle las mazas en los hocicos, a ver si le quedan ganas de meterse donde no le llaman.

Como una ya es mayor y ha visto muchas variedades de toxicidad en esta viña existencial, entiende que no hay que darle mayor importancia. Aunque, tiempo ha, la cosa me afectaba. Ya que si existe algún lugar seguro en este mundo sólo puede encontrarse en la ficción, cuando escribo intento que si se me cuela un personaje de este tipo se lleve siempre su mazazo en los morros. 


-Oye, Ingres, que le estás dedicando una Apoteosis a un tío que no existe,
 que es una metáfora, ji, ji.
-Me alegro de verte bueno. ¿Qué tal está tu gato Guantes?

Tenía yo ganas hace tiempo de escribir sobre esto y hoy, que estoy henchida con la placidez del "lo importante es participar" (no es coña, ayer me lo pasé pipa y disfruté la experiencia en sí) e inmersa en el remate de una novela y el embrión de otra, vengo a advertiros que siempre habrá extraños que se metan con los pies llenos de barro en vuestra creación, con la única intención de hacer daño. Irán de graciosetes, de enterados o de condescendientes, pero notaréis de qué palo van. Son ese tipo de grano en el culo que, si bien no es un obstáculo como para hacer que os planteéis dejar de intentar lo que sea que estéis intentando, molesta bastante. Dejadlos pasar. Condescendencia pagada con condescendencia. Seguid escribiendo, bailando jotas o recitando a Quevedo y dejad que rebuznen, que eso es que cabalgamos.

No hay que darles alfalfa ya que se la comen toda.

martes, 24 de febrero de 2015

Narración oral y otros demonios

A finales del mes pasado me enteré de que mi relato "Heroína" había sido elegido como finalista en el V certamen de relato y narración oral Hijos de Mary Shelley. Parte del concurso implica subirte al "escenario" y contar tu historia. Como de vez en cuando los tengo cuadrados, no se me ocurrió otra cosa que presentar una historia escrita en segunda persona, chunga y con poca acción y mucha descripción. Así, una cosita fácil para lo que viene a ser la narración oral.

http://www.hijosdemaryshelley.com/

El desafío me gusta. El tono es bastante amargo y espero transmitirlo si me deja esta preciosa bronquitis con la que llevo luchando una semana. Los ataques de tos son bastante habituales, pero me imagino que para mañana ya tendré un mayor control de mis pulmones. Quería yo prescindir de micrófono, ya que hipotecar una mano me ata bastante, pero no sé yo cómo estará mi capacidad de impostación. Ya veremos. 

Qué sería de la narración oral si no se dejase un hueco a la improvisación.

jueves, 19 de febrero de 2015

Libros de señores muertos: Madame Bovary

El otro día Youtube, que es una manifestación traviesa del poder de los dioses del Caos, me sugirió un tráiler. "Madame Bovary", decía. Por puro espíritu investigador decidí verlo, ya que la susodicha novela de Flaubert fue uno de mis dolores de hígado en tercero de carrera, como lectura obligatoria de "Literatura de los siglos XIX y XX", una obligatoria cuyo profesor era excelente aunque la materia en sí me provocara urticaria.

Vamos a hablar un poco del libro en cuestión.

Recuerdo querer arrancarle la piel a tiras a Emma Bovary desde la tercera página. Es un personaje tremendamente bien construido, de los más sólidos que podréis encontrar en la literatura, que se nos presenta con todos sus defectos descarnados metiendo la pata de diversas formas coherentes con su patología mental a lo largo de todo el libro, haciendo gala de una mezcla explosiva entre egoísmo, anhelos románticos insatisfechos y ser más tonta que el asa de un cubo a la vez que ignorando todo lo anterior. A todo esto el marido no se entera de la misa la media y tiene a la hija como quien tiene un ficus en el rellano de la escalera. Sirve de sátira, de crítica social, de exposición inclemente del alma humana. Es un libro cojonudo, supongo que por eso tiene el poder de cabrearme tanto. 

Y ahora, hijitos, vienen los spoilers.



El tráiler pregona que está basado "en la clásica historia de amor de Flaubert".

¿Historia de amor? ¿Mande? ¿Lo qué? O_o ¡Historia de amor! ¿Dónde hay amor en "Madame Bovary"? Desde luego, no en el sentido habitual de "persona se enamora de otra persona". Si hay algo que se pueda llamar "amor" en la obra es, quizá, el que tiene Emma por la imagen que anhela de sí misma como dama amada y amante. Está enamorada de la idea romántica de sí misma, enamorada del amor en sí, buscando un foco para sus  atenciones que la conviertan en objeto de las mismas. Para tratar de vivir su ¿sueño? se arruina, entre otras cosas. Frustrada, en lugar de enfrentarse a sus problemas, termina haciéndose un bocata de arsénico, que es una salida súper-madura, oiga.

Que no, que no es una historia de amor. Es el retrato de un tipo de persona que te toca en la familia y te jode la vida, así de claro. Quien se sienta identificado con ella tratará de disculparla y a quien le haya tocado sufrir a alguien así probablemente le remueva varias capas de consciencia. Sea como sea, la magia de Flaubert es saber presentarlo como quien no quiere la cosa, casi sin tomar partido, dejando al lector decidir. Brutal.

Lo que sí he podido ver es que está muy bien ambientada y que la actriz es perfecta para encarnar a la pavisiesa de Emma. "Mi" Emma Bovary estaba bastante más paliducha y demacrada, pero bueno. Por lo poco que he visto, se pega un papelón tremendo. Habrá que verla. Acabo de caer en que no sé ni cuándo se estrena, igual lleva un tiempo ya en la calle y todo.