domingo, 27 de noviembre de 2022

Batiburrejo: ratones y dragones

Una cosita os voy a decir sobre reevaluar prioridades y hacerse un Marie Kondo mental: mano de santo. Oiga, ha sido quitarme de encima la presión autoimpuesta de las redes y se ha abierto un mundo nuevo de color: ganas de escribir, ideas, ganas de leer, disfrutar de la lectura... Una cosa maravillosa. De verdad que lo recomiendo.

Me he leído de una sentada Always, Clementine porque lo vi en la librería y me lo vendió la portada. El género "ratoncitos haciendo cosas" me vuelve loca, así que lo cogí con muchas ganas, y no me defraudó.


Varias cosas:

-Lo único que no me gustó es que confunde conocimiento con inteligencia. Clementine nace siendo la ratona más inteligente del mundo y sabiendo qué es π  y otras cosas rollo física cuántica que suenan a ser muy listo y mucho listo. Es el único patinazo y además es rarísimo, porque se ve cómo aprende muchas cosas (qué es una carta, cómo se juega al ajedrez). Se puede ser muy inteligente y no tener ni pajolera idea de integrales y cosenos y la bicha que los parió (por eso los tests de inteligencia decentes van de buscar patrones, para que valgan incluso si eres analfabeto).

-El tema de cómo aprenden a comunicarse Clementine y Rosie (que viene a ser una chimpancé) es impecable.

-Está estructurado en forma de cartas mentales que Clementine le escribe/piensa a Rosie. Según Goodreads hay gente a la que le ha parecido terrible ese formato, pero creo que tiene todo el sentido del mundo: ve al pavo del laboratorio escribir cartas. Además, nos permite meternos en su cabeza, que es el 98 % de la gracia de este libro. Clementine es muy maja. Ver el mundo desde el punto de vista de un ratón es maravilloso. Participar de su obsesión con las coles de bruselas es un acierto. Es imposible no querer a Clementine.

-Va un poco también, aunque de forma velada y muy por encima, de aquello de qué nos hace personas. Es muy Tailwhisperino en ese sentido.

-Los personajes humanos son tan de verdad y tan achuchables y cada uno con su conflicto vital y su movida interior (que es perfectamente deducible aunque no te la cuente nadie) que no estorban en la narración.

-Me acabo de dar cuenta de que no está en español, pero bueno. Debería.


Me he acabado también A Natural History of Dragons, que llevaba meses sin querer leerme los últimos capítulos para que no se acabase. Me ha dejado cierto mal cuerpo, pero mal cuerpo bien dejado. La fantasía victoriana en mundos inventados es otra cosa que me gusta bastante y ya con dragones la cosa queda redonda.


Otra serie de cosas:

-La voz narrativa es la de una señora mayor a la vuelta de todo escribiendo sus memorias. El género literario "señora mayor a la vuelta de todo contando cosas" es otro de mis favoritos. La protagonista haciendo la reflexión sobre los hechos que va contando en la distancia es gloriosa. El "era joven e inconsciente" me llega especialmente.

-No es un libro de acción, aunque tenga sus momentos. Es muy historia de vida social decimonónica en libros de fantasía, con su cursus honorum de niña bien rebeldusca de pequeña que tiene que buscarse marido y lo que ocurrió a continuación te sorprenderá. La rebeldía de juventud además es muy real y está muy bien cimentada, sin tener que ser rebelde porque sí. Aplaudo la escritura de adolescentes siendo personas y no estereotipos de sacos de hormonas descerebrados. Aplaudo todavía más la historia de amor.

-Me resultó un poco buf que los dragones sean animales y no bicharracos sabios y megapoderosos. Son un poco elefantes con alas.

-El conflicto marco me acabó dando un poco igual, porque la verdad es que cualquier excusa me habría parecido buena para que los señores victorianos fantásticos se fueran a una zona remota menos civilizada a buscar dragones y ver cómo es el choque cultural.

-En serio, que el matrimonio soluciona sus desavenencias hablando. Es glorioso.

-Tampoco está en español. Me parece fatal.

sábado, 5 de noviembre de 2022

De cuarteles de invierno, trayectorias y calidad de vida

Señoras, señores, servidora se baja aquí.

Ha estado bonico. Empecé a publicar con una ilusión inocente que se fue muy pronto por el desagüe. Aquella primera edición de Viridia con aquella portada infame reunió a una cantidad de gente en la presentación que no se ha vuelto a repetir; me regaló una contraportada en un periódico local que ha pasado sistemáticamente de mi culo desde entonces, suscitó un interés entre amigos y conocidos que se ha ido diluyendo con el tiempo, cumplió mi sueño de estar en la feria del libro y me enseñó un par de cosas sobre lo que pasa cuando tu novela no pasa por las manos de un corrector profesional.

Ferias del libro en Madrid, Toledo y Zaragoza; Sant Jordi en Barcelona, presentaciones, radio de barrio. Nominación a los Ignotus, finalista del Domingo Santos, seleccionada en el Visiones. Relatos en la extinta Valinor y en Opportunity. Cuatro editoriales distintas y autopublicación. Supongo que podrían considerarse logros, teniendo en cuenta además que lo conseguía aparte de los trabajos varios a jornada completa para pagar el alquiler. Vaya viajecito.

La presentación de Mosgaira y lo que la rodeó ha sido la enseñanza definitiva (véase la entrada anterior a ésta). Y esta no soy yo. A mí escribir no me amargaba, al revés. Yo me flipaba. En la presentación de Mosgaira recordé lo que es escribir para mí. La escritura es mi alimento vital y que me esté dando más ganas de quejarme que de disfrutarla es un problema bastante gordo. Tener que promocionar lo que publico y que así "valga la pena" me ha quitado las ganas de escribir y, como dije, por ahí no paso. La energía que me come el "marketing" la necesito para otras cosas más importantes. Y la única persona que decide aquí si vale la pena o no publicar las cosas y cómo se hace soy yo, así que la retirada a los cuarteles de invierno va a ser oficial.


Así pues, ¿qué podéis esperar a partir de ahora?


Pues, básicamente, me vais a ver poco el pelo en redes.

1. El cierre de la saga de las Flores Dolientes, en febrero-marzo del año que viene. Avisaré en redes, pero dudo mucho que haya campaña.

2. La publicación de los dos volúmenes que quedan de Mosgaira, en septiembre de 2023 y 2024. Mucho tiene que cambiar la cosa para que vuelva a embarcarme en una presentación, pero quién sabe lo que aguarda en el futuro. Avisaré en redes y subiré algo si se me cruza el cable.

3. Los libros autopublicados van a seguir en Amazon y en Google Play, de momento.

4. Tengo movidas ya programadas para publicar automáticamente en redes, pero no les voy a hacer un seguimiento cercano. Dudo mucho que vuelva a actualizar el blog, a no ser que algo me cabree lo suficiente.

Así que, como diría la Morgan, gracias por venir. Sobre todo, a esas personas que se han pillado alguna vez un libro mío autopublicado y a quienes me leéis contra viento y marea y entendéis lo importante que es esto.


I'm here for all to seeIn my bones there's dignityI will fight them

domingo, 9 de octubre de 2022

De balances, esfuerzo y mosgaira

 Acabo de publicar la historia de mi vida y, de verdad, no me daba tiempo en una hora que duró la presentación para comentar todo lo que necesita ser comentado sobre ella.

Periódicamente me pregunto por qué echo tantas horas e ilusión en publicar. Supongo que el alcanzar la mejor calidad posible y el saber que lo has dado todo es el único consuelo que me queda cuando me doy en los hocicos, otra vez, con el silencio y el ninguneo general. Normalmente soy consciente de que recojo lo que siembro y vivo felizmente con mis cuatro libros vendidos y los comentarios e ilusión de mis ¿seis? fieles lectores. La parte de escribir, corregir, maquetar, preparar imágenes, montar booktráileres (gracias, Jesús) y tal la disfruto como una enana. El "dar la obra a conocer" ya es colonoscopia de otro costal.

Esta vez me he esforzado en el tema del marketing, sin cruzar las líneas rojas de mi propia salud mental (es decir, no cansinear por cansinear a la gente). He vuelto a Twitter, a pesar de que me pone de una mala leche indecible. He organizado presentación presencial, con todo lo que implica de tener que embarcar a gente en ello y dirigir y preparar historias (gracias a Jesús, a Ruth, a Komorebi y a Alicia). He pasado por los horrores de ir a sitios a poner carteles de la presentación teniendo que hablar con las personas humanas de dichos sitios (y en uno me dijeron que como era un libro de Amazon no me dejaban ponerlo, agarraos; aunque, por lo menos, el resto de personas humanas fueron majas). Me he vuelto loca con las notas de prensa, pero los medios locales siguen pasando de mi culo igual que siempre y aún es pronto para saber si las revistas de literatura de género (salvo una, que tuvo la decencia de contestarme) se han enterado. Hice una cuidadosa selección de booktubers tiempo ha para ver si me enganchaban sus canales y sobrevivieron dos a la criba, a quienes ofrecí el libro para leerlo y ya si eso reseñarlo y cuya respuesta ha sido tan positiva que me la quedo como el logro de esta campaña de publicación. Aunque pongan el libro a parir, me da igual. Gracias, Juls y Luna.

Donde he visto una ilusión que no me esperaba ha sido en las bibliotecas municipales, como en la de Almagro y la del Polígono (donde dos de los libros donados ya están prestados; de verdad, ojalá se presten tanto que se caigan a cachos). 

La inversión de energía ha sido desproporcionada. Que no, que a mí lo que me gusta es escribir las historias y crear los mundos y fliparme.

Por lo menos, la presentación en sí fue como estar en el salón de mi casa hablando de mi libro y compartiendo en modo flipado todo lo que dio tiempo sobre su proceso.


Casi todo era público cautivo, pero el apoyo lo agradecí en el alma. El sentirme arropada por la gente más cercana valió la pena.

El problema es que estoy muy cansada. He descubierto una línea roja bastante bestia con todo esto y es que no pienso dejar que las movidas de marketing me quiten la energía para escribir y hasta las ganas de hacer las cosas que sí disfruto haciendo. Por ahí no paso. Escribir tiene prioridad absoluta, así que voy a volver al vivir felizmente con mis cuatro libros vendidos y los comentarios e ilusión de mis ¿seis? fieles lectores. No sé caer en gracia. No me da la gana cansinear a la gente.

Así que, bueno, se acabó lo de intentar llegar al público. Me vuelvo a mis cuarteles de invierno a seguir maquetando. Pedid mis libros en vuestas bibliotecas de referencia, que las desideratas están para algo.

Para todo lo demás, mosgaira.

sábado, 3 de septiembre de 2022

De Tolkien, adaptaciones y el poder de la faltriquera

No voy a ver la serie de Amazon por las razones que expuse ya hablando de la Braulia: me parece un intento de sacar cuartos aprovechándose de la fama de una obra consagrada, en lugar de echarle huevos y contar una historia propia original. (Bajoimperiales, que sois todos unos bajoimperiales).

En serio, nos estamos perdiendo una cantidad apabullante de obras de ficción porque la gente que tiene pasta prefiere dejársela en ponerle imagen a algo que se gestó en otro medio y tuvo éxito (en el mejor de los casos) o en sus pajas fanfiqueras en 4K (en el peor de los mismos). ¿Dónde están las historias originales? De lo que se nos avecina audiovisualmente, de lo que se ha sacado últimamente, ¿qué no es una adaptación?

Wheel of Time, Sandman, Bridgerton, Persuasión, The Watch, Outlander, GoT y derivados, The Witcher (este es raro, porque han adaptado más bien el videojuego), Marvel enterico... Tenemos la tele a rebutir de adaptaciones de libros y tebeos con una base de seguidores ya importante. Y aquí, hijos míos, toca irse por los cerros de Überwald.

Igual que hay editoriales que te piden cuando les mandas el manuscrito que les informes de cuántos seguidores tienes en redes, imagino que los productores de Netflix y derivados prefieren invertir en productos con muchos lectores, que saben que la gente va a ver aunque sea para ponerlos a caldo. Y, a ver, es respetable hasta cierto punto, porque esa gente tiene que seguir pagando las letras del yate y a la gente que les limpia la piscina olímpica de su mansión, y lo que les interesa es sacar cuartos de su inversión, que lo de ser Lorenzo de Médici y conformarse con el prestigio y el amor al arte dar no da de comer.

Lo cual deja a la industria audiovisual en una posición extrañísima en la historia del arte hasta ahora. Vive al rebufo de la literatura, picoteando de lo que ha tenido éxito en el medio escrito/dibujado, y trasladando eso a la pantalla. Es curiosísimo: las obras literarias que alcanzan la adaptación audiovisual se "consagran" y llegan así (normalmente, con ciertas licencias) al "gran público". Y es cuando se considera que han alcanzado el éxito total, pero es un éxito falaz, parasitario. Ahora mismo les quitas las adaptaciones y ¿qué queda? ¿Stranger Things? ¿Dark Crystal? (Esta última, además, van los caraculos y la cancelan).

¿Qué piensa de todo esto la gente que ha estudiado para ser guionista? A mí me estaría quemando la tráquea que mi papel se hubiera convertido en el de un mero adaptador de las ideas de otro. Supongo que por eso hay tanta "licencia", porque les recome que sus historias no lleguen a ver la luz, opacadas por los éxitos literarios adaptados, y necesiten dejar su marca de alguna manera en los guiones adaptados.

Toda la vida de Eru esto se ha llamado ser unos trepas.

Insisto, esto de vender libros y gastarte los cuartos en hacer series es para sacar cuartos, así que es normal que vayan mirando el dracma. Es un negocio. OK. Un negocio del que, por lo menos, empiezan a participar los autores de los libros (espero que Gaiman pueda comprarse un chalet de siete plantas y dedicarse a fundar bibliotecas), lo cual nos lleva a otro momento que no se había dado nunca antes en la historia del arte. Está ahí tumbado Martin mirando cómo se inventan la novela que él tiene aún que escribir, bebiendo hidromiel y contando los billetes, descojonado perdido por cómo los guionistas la han cagado con todo el equipo una vez se han quedado sin material que adaptar. ¿Que ahora queréis hacer una serie de los Targaryen? Hala, venga, a correr. Pasad por caja antes. Kind regards.

¿Qué pasa con los guionistas, con la gente que quiere sacar adelante sus propias historias, unas nuevas que no conoce nadie? ¿Quién va a asumir ese riesgo? Las producciones audiovisuales de fantasía salen muy caras. Los escritores podemos echarle tiempo, horas de aprendizaje y rascarnos un poquejo el bolsillo y autopublicar, pero dudo mucho que eso esté al alcance de un guionista que quiere sacar una serie sobre, yo qué sé, un imperio subacuático de sirenas vampíricas que despiertan un poder olvidado en una fosa abisal y tienen que salvar a su civilización de la destrucción y su única esperanza es contactar con humanos por inserte aquí razón de worldbuilding que no tengo tiempo para pensar ahora. Eso requiere de medios técnicos y gente especializada a cascoporro. Eso no lo pagas apretándote el cinturón un par de meses a base de comer ramen de bolsa.

El consuelo del artista dentro de la industria está cristalizándose en este fenómeno que estamos viendo con la serie de Amazon de LotR y la de los Targaryen: coger historias que estaban medio esbozadas y sacarles los cucaños para vivir con la ilusión de poder contar algo que les salga un poco del alma y que tal cosa tenga éxito. A ver, no, almas de cántaro: lo que estáis haciendo se llama fanfic. Muy caro, pero fanfic. La gente lo va a ver por Tolkien y por Martin. Y es muy triste. Tampoco veo qué otra cosa puede hacer esta gente, porque la industria los tiene cogidos por las gónadas.

Las productoras de cine y televisión se han convertido en una especie de Jabba el Hutt que no corre ningún riesgo, intentando sobrevivir en este mundo nuevo multiplataforma. ¿Sabéis dónde se corren riesgos ahora? En videojuegos. Es una industria relativamente nueva, que aún está por llegar a su cénit. A quien no ha tocado techo no le pesa el culo a la hora de atreverse a apoyar ideas nuevas, desconocidas. El cine y la tele, no. Quizá en otros géneros, pero no en fantasía. Tampoco me extraña, porque históricamente ha parido cada truño que ha temblado el misterio.

Así que henos aquí, metidos en un brete hermosísimo de productoras chupópteras, guionistas relegados al papel de adaptadores y escritores y creadores de videojuegos tirando del carro de la creación. ¿Qué le vamos a hacer?

Pues disfrutar del Bajo Imperio, supongo. Y seguir creando por si aparece Lorenzo de Médici redivivo o acabamos viviendo en una distopía donde sea viable el arte por el arte. Lo que más me jode de esto es, quizá, que Tolkien creó su mundo y escribió sus historias sin pensar en cuántos cuartos le van a sacar y quienes las adaptan ahora en lo único que piensan, precisamente, es en eso. ¿Querías hablar de la Segunda Edad, de Sauron corrompiendo las almas de Númenor, Amazon? Felicidades. Con tus actos lo has hecho de puta madre.


John Howe para ilustrar el concepto.

sábado, 26 de marzo de 2022

De retelling, inseguridad y hacer justicia a la propia obra

Voy a ir al infierno del SEO y me da igual.

Pues me he visto el musical nuevo de Andrew Lloyd Webber. Se llama Cinderella, parece ser que está basado en el libro de una señora y la música y los decorados y el baile y las interpretaciones y el vestuario son la repanocha en vinagre. Sin embargo, lo habría disfrutado mucho más si en vez de llamarse "Cinderella" se hubiese llamado, yo qué sé, "Braulia".

No eres Cenicienta. Te mereces tu propio nombre.
Qué pena que tus creadores no confíen en ti.


Y os voy a explicar por qué


Aquí Neil Gaiman viene a decir que a los fans de algo (vamos a poner aquí gente que lee "Cinderella" y viene esperando encontrarse con la historia de Cenicienta) les gusta el material original y que, cuando haces una adaptación, si se te va la mano igual a los fans no les gusta porque te has cargado precisamente lo que les gustaba.

Cenicienta tiene un tropo explotado hasta la saciedad que satisface las fantasías de un chorroporciento de la población a la hora de dejar la mierda atrás.

Es una buena persona maltratada injustamente que acaba encontrado su lugar en el mundo, reconocida y amada. Se ha acometido desde ángulos innumerables: la fea a la que peinan y quitan las gafas y resulta que ya no es intranscendente, la Susan Boyle que guardaba un vozarrón detrás de su aspecto de señora rara, incluso la Arya Stark (de la serie) cuyas cualidades no encajaban en su mundo y acaba salvando el culo a todos haciendo justo aquello por lo que la habían regañado de pequeña.

El arco de Cenicienta tiene cierto aire de redención, sobre todo para la gente que maltrata/ignora a la "cenicienta" de turno y se acaba dando cuenta de lo superficial que ha sido.

Teniendo eso claro, os voy a contar la historia de Braulia, que mola una gónada de dracónido, por cierto.


La historia de Braulia

Pues hay un pueblico turístico gobernado por una reina que vive de ser pintoresco y poético y sus habitantes colaboran a saco con la causa, porque les va el pan en ello. El Principón, heredero al trono, anda desaparecido en combate contra un dragón y la monarquía pasa por horas bajas, porque la alternativa es su hermano, un tirillas que no tiene glamur para atraer turistas. Un dramón.

Así empieza la historia. La reina va a inaugurar una estatua del Principón, a ver si ganan también este año la estrella Michelín el premio Labordeta La insignia Tripadvisor el galardón nosequé de pueblo pintoresco, pero al descubrirla -en mitad de una canción donde no pierden oportunidad para explicar lo decepcionante que es el tirillas- resulta que alguien le ha pintado un nardo.

Sí, hay chistes de falos ya a los cinco minutos de obra.

Madre mía. Obviamente, no ganan el premio. ¡No vendrán los turistas! ¡Nos moriremos de hambre! ¡El paro, la inflación! Solo hay una persona tan egoísta como para haber hecho algo así: la Braulia

En la siguiente canción, proceden a contarnos que la Braulia no colabora para nada en el rollo de la pintorisquez del pueblo, se viste como le da la gana, no se lava, es disruptiva y se cree mejor que los demás. Es bastante significativo que nos expliquen su actitud. Obviamente, hay que castigarla, porque se ha cargado la economía del pueblo. Aquí ya se va a la mierda el tropo cenicientil porque estamos ante una moza que no es buena. Ha pintado el nardo por las risas. Es muy rebelde y mucho rebelde y se piensa las consecuencias de sus actos exactamente cero segundos. No hay ninguna injusticia en ir a decirle de qué vas, plexiglás. La ha liado parda.

Sí, hija, lo que has hecho es muy mezquino.

Por cosas del guion que vamos a catalogar como "agujeros", tras una canción en la que se gloria de lo malota y lo mejor que los demás que es (muy poco cenicientil esto de ser una creída mezquina), acaba atada a un árbol y viene a rescatarla su amigo de la infancia, que no es otro que el tirillas. (A nadie parece extrañarle después que se haya escapado del árbol, pero bueno). Es muy no como las otras chicas, que es algo que me da una urticaria especial.

Total, que se nota que hay tema. El tirillas tiene cierta conciencia de que el futuro del reino estará en sus manos algún día. Es evidente que al tirillas le mola la Braulia, por razones que se escapan a mi comprensión: no tiene intereses aparte de ser malota y mucho malota, no es ni amable ni buena (que es lo que despierta la simpatía por Cenicienta en los demás) y no hace más que meterse con él. Ah, y se burla del amor continuamente, diciendo que el matrimonio es para los imbéciles y que enamorarse es de tontos del higo.

Esta alhajita con dientes vuelve a su casa con su madrastra (una Señora) y sus hermanastras (que juntan tres neuronas entre las dos, pero son monísimas). La madrastra, aparte de tenerla esclavizada, le explica un poco que lo que ha hecho tiene consecuencias bastante chungas y Braulia se medio disculpa, pero no parece que entienda muy bien el nivel de cagada que ha cometido por hacerse la malota y reírse de los demás. En serio, ¿le cae bien a alguien esta niña?

Resumamos: a la reina lo único que se le ocurre para atraer el turismo otra vez es montar una boda real. Sí, casar al tirillas. Le monta un baile YA para que elija novia y se casen al día siguiente y vengan hordas de visitantes a comprar souvenirs. El tirillas va y le insiste a Braulia para que vaya al baile con evidente intención de elegirla. No hace falta ni que te vistas, ni que te pintes, ni nada. Pero, claro, la muy lerda es demasiado malota y guay para admitir que siente nada por el tirillas siquiera. La madrastra, que es una Señora y la ha pillado en el bosque con el tirillas, le va tirando pullitas antes del baile y a la Braulia no se le ocurre otra cosa en un venazo que irse a comprar un vestido. En serio, la madrastra es la única que le dice las cosas a la cara a la copito de nieve.

En la tienda hay una señora que canta muy bien una Madrina que la convence con una canción muy guay de que se haga la estética así en diez minutos y acaba convertida en Miss Superchupi. Como pago, le pide un colgante de su madre que parecía ser importante para ella pero no duda en soltarlo para hacerse el cambio de imagen. Va al baile. El tirillas la está esperando, pero no la reconoce y ella se dedica a vacilarle. Quien la reconoce es la madrastra, que no pierde tiempo en azuzar a una de las hijas para que le meta al tirillas la lengua hasta el corvejón antes de que den las doce. Cuando la Braulia ve el beso, obviamente forzado por la hermanastra, le da un paraflús. El tirillas suma dos más dos y se da cuenta de que la Braulia es la Braulia y se disculpa ante ella, pero ella se agarra el canasto de las chufas y se pira del baile. Razonable, la niña.

Qué largo está quedando esto. La madrastra pilla por banda a la Braulia después, ya casi antes de la boda, y le dice que es una cenutria por no haber sido razonable y escuchado al tirillas. Gracias, señora. Media hora de malentendidos después, el Principón reaparece con su novio, se suspende la boda del tirillas y la hermanastra, fiesta en el pueblo, el tirillas y la Braulia se fugan juntos.

Mira, no tengas los huevos morenos de llamar a esto "Cenicienta" porque no es Cenicienta.


La epidemia del retelling y el Bajo Imperio

El retelling, el coger una historia conocida y hacerle un par de cambios que le dejen al público el culo torcido sin alterar lo que viene a ser la esencia de esas historias, es un arte muy complicado. A Neil Gaiman se le da muy bien. Terry Pratchett tenía su propio estilo de hacer una cosa parecida a los retelling que te dejaba yendo a comprarte un sombrero para poder quitártelo ante él. Se empezaron a hacer populares hace unos diez años y la gente, perspicaz como siempre, hábil como ella sola en el arte de confundir la velocidad con el tocino y pasarse de frenada, se ha subido al carro sin tener ni puñetera idea de qué es un retelling, qué es un fanfic, qué es una versión y, aparentemente, sin creerse que puede escribir su propia historia.

Me da penica que tanta gente se dedique a hacer "retelling" cuando claramente les sobran las ideas para contar una historia original. Problema: si saco un musical llamado "La Braulia" va a atraer menos público que si lo llamo "Cenicienta". Esto de tener la jeta y la inseguridad de ampararse bajo un título conocido para hacer caja a costa de los logros ajenos ya me parece bastante rastrero, pero es que lo que hay detrás es desolador: es no creerse que las historias propias valen lo suficientemente la pena para estar al mismo nivel de las anteriores.

Sí, estoy mirando a la serie de Amazon de El Señor de los Anillos, con responsables que claramente tienen ideas a cascoporro para un mundo de fantasía que obviamente no responde a las reglas minuciosamente establecidas por Tolkien para el suyo pero que también tienen tan poca fe en ellas que no se atreven a venderlas por sí solas y las han metido con calzador tras el paraguas de una saga reconocida con la que no tienen nada que ver para vender más. Yo con esta cobardía es que no puedo.

Lo mismo va para los de The Watch.

En serio, la historia de la Braulia merece ser contada, escuchada y entendida, porque trae un mensaje bastante necesario y profundo, pero es tristísimo tener que esconderlo detrás de "Cenicienta". Si se hubiera llamado "La Braulia" y hubiera ido acompañado de "una deconstrucción de la Cenicienta donde no hay ni prueba del zapato" estaría aquí yo hoy piando sus logros, pero titularlo como otra historia QUE INVITA A PENSAR EN UN CUENTO INFANTIL y empezar hablando de nardos y seguir con una cantidad per cápita de señores a medio vestir y reinas viejovérdicas es jugar con las expectativas del espectador y, hasta cierto punto, timarlo. También es, precisamente, infravalorar el potencial y la fuerza de la historia de la Braulia.

La reina para nada objetizando a los señores.

Esto de andar rebuscando y remozando lo que hicieron los que vinieron antes de nosotros no es nuevo, ojo. Ya pasaba en el Bajo Imperio. El famosísimo arco de Constantino no es más que un collage con relieves anteriores porque no había nadie a la altura. Ni este sabor de mediocridad hemos inventado nosotros.

¿Sabéis qué Cenicienta recontada es Cenicienta hasta las trancas, tiene una personalidad gloriosamente definida, los ovarios bien puestos y hace de su bondad un arma poderosísima? La versión con personas de Disney. Es la mejor versión de Cenicienta. Esta sí que da lo que promete.



Larga vida a la Braulia

La historia de la Braulia (de esta "Cenicienta") se habría resuelto, como tantas otras cosas, con un gabinete de psicólogos haciendo una intervención ante todo el elenco en los cinco primeros minutos, pero bueno. Moza que no es como las otras chicas se da cuenta de que es una inmadura egocéntrica que no sabe escuchar y solo el buen fondo del chaval que le mola le da otra oportunidad para hacer bien las cosas.

Tan especial que se cree y, tras pintar el nardo, la historia podría haber transcurrido sin ella, porque quien salva el culo al tirillas es el Principón apareciendo en el último momento. Lo único que hace entre medias es el merluzo, pero cómo molan las canciones.

No sé a quién tengo que agradecerle que las intérpretes de Braulia Cinderella sean dos señoras rubenescas, gloriosas intereses románticos protagonistas, y que se hagan exactamente cero menciones a su talla en toda la obra. Gracias. Se puede. Larga vida a la Braulia.


Moraleja

Llevamos más de dos mil años haciendo retellings de movidas griegas. Desde la Ilíada ("gente mu terca hace cosas horribles por lujuria") a la Odisea ("alguien las pasa canutas hasta llegar a su destino"), pasando por Perseo ("alguien se somete a pruebas hasta rescatar a la princesa") y Perséfone ("cómo gestiono que mi marido y mi madre se lleven a matar yahoo respuestas"). Mirad, todo es un retelling.

Lo triste viene de esta falta de autoestima general, de refrenarse con la propia creación para intentar venderla tras el nombre famoso y conocido. "Mazapán en Invernalia" va a vender más que "Mazapán de EsteSitioQueMeHeInventado". Es un arma de doble filo, como este Cinderella, cuyo título crea unas expectativas que no se ven satisfechas ni de broma y cuya amargura empaña en disfrute de una historia que se merecía su propio nombre, no la sombra triste de una "madrina" que no necesitaba.

Sed valientes. Hale, hasta la próxima.

lunes, 21 de febrero de 2022

Crónica de la Ciudad Baldía

 Pues publico otro libro y me da tantísima pereza promocionarlo que no he hecho ni presentación.


Soy un caos a la hora de escribir. Brújula, dicen. Ni eso. Mis intentos de hacer algún tipo de planificación a base de post-its han sido éxitos relativos; me aburro como una ostra si sé a dónde va a parar la historia. Si encima sé cómo va a llegar allí, apaga y vámonos. Que no, que lo siento; yo escribo para disfrutar del proceso. Morirme del tedio por el camino no es disfrutable.

Tardé un siglo en terminar Tailwhisper porque miraba la escaleta y me aburría. Colega. Al final me cargué un par de capítulos porque con la pereza que me daba escribirlos me dio la sensación de que quien lo leyera se iba a quedar dormido.

Casi todo comienza con escenas sueltas, escenarios, alguna leyenda. Así como esbozos, por el puro jugar con la creación. Tiendo a acabar aglutinando esas escenas/historias independientes en algo más grande, simplemente porque es divertido hacer encajar todo, y porque en ese proceso de encajar salen cosas, me acuerdo de cosas que andaban por ahí escritas, veo si cuadran o cómo se puede hacer que cuadren... Es como para pasárselo pipa. Así, sí. Igual sé cómo van a salir las cosas cuando llevo un 75 % de la historia escrita, y es entonces cuando me posee una furia por terminarlo todo y montarlo porque me hierve la sangre. 

Después va una lectura global detectando huecos (que siempre los hay), cabos sueltos, cosas que faltan que no pretenden ser elipsis narrativas... Tiendo a ir dejando cosas tipo FALTA MUERTE SIESO o FALTA PACO CONTANDO SU VIDA en ese repaso. El 50 % de los "falta lo que sea" nunca llega a ver la luz, porque lo acabo metiendo sutilmente en otras escenas o decido que está lo suficientemente implícito.

Luego eso se queda en salmuera un tiempo. Una lectura allá, una correccioncita por allí. Cuando me he olvidado lo suficiente, viene la Corrección, a sangre y fuego.

El proceso puede llevar entre dos y cuatro años. Hay excepciones, como Golondrinas, que lo escribí en ¿dos? ¿tres meses? en un "no hay huevos" para presentarlo a un concurso que sabía que no iba a ganar, pero oiga, eran tiempos de paro y me podía permitir algo así. No es un proceso rápido. Viridia tardó en escribirse más de una década. Hay cosas que han tardado en escribirse todavía más.

Acramant es un canto a la familia, así en general, con sus luces y sus sombras y sus rayitos de sol con motas de polvo volando a la hora de la siesta. Empezó como una historia de zombis y acabó así, señoras y señores. No iba a ser parte de nada hasta que ese proceso que he mencionado de recorta, pinta y colorea trajo una epifanía en la que vi claro cómo hacer que fuese parte del mismo universo que Khad y la saga de las Flores Dolientes me explotó en los hocicos en todo su esplendor. Madre mía. Me estaba atando los cordones de las botas en un AirBnb en Glasgow antes de ir a trabajar durante un diciembre miserable en el que sólo veía la luz del sol los fines de semana cuando me vino así, en plan inspiración divina, el click. 

Qué queréis que os diga, escribo por esos momentos.

Total, que yo venía a decir que Acramant no fue fácil de escribir y que puede que no lo sea de leer. Quería hablar de muchas cosas (lo de la familia vino tangencialmente): de superstición, de primas, de depresión y hartura de vivir, de mediocracia, de autosabotaje y de la magia de descubrir los redaños que una tiene contra todo pronóstico. Con zombis. Al final tuve que afinar. Los pobres zombis se quedaron un poco por el camino, pero nació Sueño Caraminth, que ahí donde la veis es la piedra angular de la saga de las Flores Dolientes. Qué cosa tan compleja de personaje. Ya la veréis en la última parte de la saga, que no sé si voy a terminar de escribir a tiempo.

Pues eso. Esto sale el día 24. Se puede reservar ya en Amazon la versión digital. Es fantasía rara. Avisados quedáis.