viernes, 18 de diciembre de 2015

De sufrimiento, romanticismo y responsabilidad

Nunca imaginé que me iba a tener que agarrar al discurso de un señor que escribe cosas para seguir respirando. Si habéis hurgado por aquí sabréis que Neil Gaiman es preceptivo en esta casa y que en cierto momento dijo cosas en una universidad que bien podrían acabar siendo evangelio.

Así que (perdonadme por la aberración lingüística que estoy a punto de cometer) habiendo makeado glorious mistakes (no los llamaría "glorious", pero gordos sí que han sido) que han llevado a que explote el gato, lo que queda es el good art. Cuando te las has apañado para cargarte todos tus faros y todas tus brújulas está bien que te quede algo que te asegure que tú sigues siendo tú.

Escribiré bien, mal o mediopensionista, pero pegándome con los leísmos y las erratas encuentro un poco de cordura. El crujido de las teclas resuena como si fuesen los primeros pasos en la dirección correcta. Hay una cierta paz escapándose entre los párrafos. Leí una vez que un tontolnabo había dicho, todo rimbombante y místico, que los artistas tienen que pasarlas putas para sacar lo mejor de sí. No, mirad, hermosos: el sufrimiento no es deseable, ni imprescindible, ni necesario. Ensalzarlo es un error muy grave. Igual queda romántico, pero no cuela.

Lo que es necesario es remangarte el refajo si el sufrimiento llega y no dejarte hundir ni vencer por él. Es responsabilidad de uno dejarse abrumar por las circunstancias o tomar las riendas. Cuando la has cagado a base de bien lo último que te beneficia es hundirte en la pasividad. Lo que empieza a redimirte es hacer algo. Las cosas bien, a ser posible.

Y ya que nos hemos puesto románticos voy a plantaros un cuadro de Caspar David Friedrich, que nunca está de más.

El naufragio de la esperanza, ese momento glorioso 
en que descubres que el hielo puede ser marrón.

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