lunes, 19 de febrero de 2018

Donde hay emoción hay inspiración I: el tapiz de los Astrolabios

He tomado una decisión importante.

Voy a escribir en el blog sobre cosas bonitas.

Últimamente sólo leo protestas, quejas y demás. El mundo está muy mal (soy la primera que tiene agujetas en la ceja de levantarla y en las manos de apretar el puño) y lo primero que se nos ocurre ante una burrada que nos cabrea es ponerlo por escrito (lo hago habitualmente: con la romantización del sufrimiento, con la romantización de las relaciones tóxicas, con los gurús, con la gente que tiene la comprensión lectora de una mata de tomillo...). Pero ¿y las cosas bonitas? Hace mucho que no hago batiburrillos de libros, que no me flipo con cosas bonitas.

Como la (vaguísima) línea editorial que lleva este blog es que las reflexiones tengan algo que ver con literatura, voy a hablar de cosas bonitas que activan la inspiramígdala, que es un corpúsculo cerebral transhumante (ora en el área de Broca, ora en el nervio óptico, otrora navegando por el sistema límbico). Voy a empezar con una pieza que he visto por fin en condiciones hace poco: el tapiz de los Astrolabios.


Me lo quiero llevar a mi casa.




La señora que mejor se lo ha estudiado es Susana Cortés. Este tapiz está expuesto, normalmente, en el museo de tapices de la Catedral de Toledo, en un edificio a cinco minutos andando de la construcción catedralicia. Se tiró muchos años en el Museo de Santa Cruz, pero pertenece a la Catedral. Mola lo que no está escrito: es un tapiz astrológico. Fue tejido en el siglo XV (observad a los personajes, luciendo modelitos a la última moda) en algún "taller flamenco"; toda la vida se ha dicho que en Tournai por el tipo de cielo, pero no es seguro. Amantes de las Danbrowneces, ya tenéis por dónde empezar a escribir.

¿Os he dicho ya que son ocho metros de ancho por cuatro y pico de alto? Sí. Así de grande es. En el comedor de mi casa no cabe.

¿Que por qué mola tanto?
Señoras y señores, bienvenidos al Worldbuilding medieval. Esperad, que me remango.



Este señor es dios padre. Es quien corta el bacalao en este mundo y ha ordenado todo lo que vamos a ver a continuación, por eso está en el mismo lugar que las letras capitales, por donde empezamos a leer un texto. La cartela, la mar de útil para los que pueden leer gótica fracturada, explica así de forma un tanto mística que dios ha puesto ahí a este ser angelical a darle marcha al universo:



Mirad qué mangas me lleva en el vestido, por dios

Y a este otro a hacerlo girar:


 Con una manivela. UNA MANIVELA.

Mientras el pobre Atlas (sí, una figura pagana-mitológica) sostiene el mundo, que para eso está.


Y ahora viene el mundo. ¿Qué forma tiene el mundo? ¿Cómo lo representamos? Pues igual que el instrumento que nos hemos inventado para orientarnos en él: un astrolabio del hemisferio norte, con sus constelaciones.


  Si no te gustan los astrolabios no tienes alma

Ahí, en el medio, está la estrella polar manejando el cotarro. Aparecen muchas constelaciones fáciles de identificar: Andrómeda, Pegaso, Sagitario, Perseo... Voy a aprovechar para comentar aquí que para la intelectualidad medieval astronomía y astrología venían a ser ingredientes del mismo gazpacho. Cómo se mueven los cuerpos celestes no podía desligarse del efecto que tienen dichos cuerpos celestes en la vida de los mortales.

Dicho esto, voy a dejar que un trabajador del British Museum os explique cómo utilizar un astrolabio, por si acabamos todos en un mundo postapocalíptico donde no funcionen ni las brújulas.



A la derecha del tapiz está la exquisita parte donde viene a decir que para entender todo esto tan guay, místico y maravilloso que hay aquí tejido tienes que seguir el camino de la ciencia. Sí. Dios mío, medievales flipándose con la ciencia. Sale la filosofía entronizada (que venía a ser así como el "saber" en general, que compendiaba un poco todo lo demás) y dos de sus facetas, la geometría y la artimética:


Ese cacharro que lleva la geometría en la mano es una plomada 
(aunque parezca un sextante,
la clave para reconocerlo es el hilito con la pesa que le cuelga).
La aritmética se entretiene haciendo cuentas, que para eso está.

Los dos señores de la derecha del todo son Virgilio (el de la Eneida al que Dante sacó haciendo un cameo en La Divina Comedia) y un tal "Abrachis", que se identifica con Abraham y con Hiparco (hale, otro misterio, tirad de ahí). Mi deformación profesional me dice que están ahí para rebotar la lectura del tapiz: lo hemos leído de izquierda a derecha (dios ordena el cielo, el mundo y todo, la forma de hacerlo se entiende con la ciencia, los sabios hacen uso de la ciencia) y ahora lo leemos de derecha a izquierda: los sabios (que podríamos ser nosotros), a través de la ciencia, comprendemos cómo está ordenado el mundo y, a través de esa comprensión, descubrimos mejor a dios/nos acercamos a entender el plan de dios/algo así medieval de que dios mola y lo organiza todo estupendamente.

Además, induce a la reflexión y la duda de forma sutil: ¿dónde está el origen de todo? ¿Dios o la humanidad? ¿Por dónde empezamos a leer? ¿Es dios quien lo organiza a todo o es la humanidad quien atribuye la organización a dios? ¿Nos convertimos en divinidades cuando desentrañamos los misterios de cómo funciona el mundo? ¿Sabían cuando diseñaron este tapiz que podría dar lugar a esta interpretación y todas estas preguntas? ¿Es acaso un tapiz atemporal, capaz de cambiar de lectura según cambian los tiempos?

Pues eso. Si os inspiran los tapices, no os perdáis tampoco el tapiz de Gerona ni el de Bayeux.

Cierro esta entrada con la astrología.


Es pura curiosidad: mirad cómo sonríe, qué mirada de ilusión señalando al cielo, cómo parece querer saberlo todo y descubrirlo todo. Creo que es la figura más bonita de todo el tapiz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe sólo si tus palabras honran el silencio.