jueves, 28 de septiembre de 2017

La estética Sheikah en Breath of the Wild

Obviamente, este artículo puede contener cosas que los más puristas consideren spoilers de The Legend of Zelda: Breath of the Wild.

Llevo varios meses jugando a TheLegend of Zelda: Breath of the Wild y todavía vuelvo cada noche a buscar koroks. Hace tiempo que me pasé el juego, me cargué a Ganon y torcí la ceja con el final -tan carente de alma y con tantas posibilidades desaprovechadas que casi se me saltan las lágrimas- y, sin embargo, aún no he terminado de jugar. Sigue habiendo rincones que explorar.
Hoy vengo a hablar de santuarios, de Guardianes y de Cherry.
Cuando vi el primero, me recordó a algo. No sabía a qué. Es bastante terrible no poder poner nombre a algo, detectar una influencia pero no saber de dónde viene. Los santuarios me hacían pensar en... Botijos.
En cierto momento, vi este vídeo.



Y se hizo la luz.
Claro. El periodo Jomon. Los “botijos” que me habían llamado la atención en varios museos de Japón. Pero ¿cómo lo habían hecho? ¿Cómo habían conseguido un estilo propio basándose en cachos de cerámica neolíticos?
He descubierto que hay un articulito donde lo cuentan por encima, pero yo quiero descuartizarlo de verdad.
Voy a usar mis poderes de historiadora del arte para desentrañar este misterio y concretar en qué se cristaliza exactamente esa influencia. Muchas veces se confunde mi carrera con saberte de memoria de quién es cada cuadro. En realidad, va de aprender a leer: formas, elementos, sus combinaciones. De convertirte en un Champollion de las piedras (y los pigmentos, y los temas iconográficos, y tantos otros elementos que no me puedo entretener en listarlos todos) de forma que, ante una obra que no conoces de nada, seas capaz de filiarla. De ponderar qué tiene de qué.

Así pues, tú coges un santuario de Breath of the Wild y puedes ir devanando sus elementos estéticos en varios, principalmente:

-Los boceles sinuosos. Todos hemos hecho churritos y caracolitos con plastilina en preescolar: esto es lo mismo. 



-Los elementos decorativos a base de líneas que unen circunferencias. Los voy a llamar “constelación”, a falta de un término más específico.



-Olletes. Las orejitas de los Guardianes, vamos. También aparecen dentro de los santuarios, en las esquinas donde la plataforma aterriza, en los pies de algunas lámparas y en los plintos sobre los que se alzan las plataformas donde los monjes amojamados esperan.



Además, predomina cierto aire de haberse hecho de forma “artesanal”. Las formas tienden a la curva en lugar de a la línea recta o, cuando conviven, se produce un contraste brutal entre ellas (la verticalidad de las Torres y los “balconcillos” que hay en ellas cada cierta altura). El interior de los santuarios también está plagado de planos, en paredes y suelos, pero los adornos (sobre todo, las constelaciones) aparecen en todas partes.
Hay otro contraste constante, ente el efecto cerámica vidriada y cerámica sin vidriar. La cerámica vidriada bien podría pasar por metal pero, dado que no se pone rosa cuando activamos la Magnesis, debemos suponer que no lo es.

Todos estos elementos, que convierten a toda la tecnología Sheikah en un homenaje a la prehistoria japonesa, se quedan “cortos” para transmitir la idea de civilización hipertecnológica al nivel de la cita de Arthur C. Clarke de Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Es normal: los han sacado del neolítico. El punto de genialidad con el que consiguen darle el “efecto Enterprise” es la iluminación interior: los naranjas y azules que dan vida a lo antiguo; el fucsia de Ganon en los Guardianes poseídos por su maldad. ¿Sabéis donde he encontrado eso? Pues sí, en Stargate.


Es un acierto y un efecto muy interesante el que se consigue al coger cosas terrestres del año de la castaña y reinterpretarlas como tecnología hiperavanzada. El mito de la Atlántida -esos antiguos señores que sabían cosas- se cuela así aquí también.
También está muy conseguida la trasposición de esta estética a todos los elementos antiguos: las Bestias, los Guardianes, los cuatro monolitos del castillo, las Torres... Olletes, boceles, “constelaciones”. No hace falta hacer ningún esfuerzo para creérnoslo.
Ahora vamos a detenernos un momento en Cherry. No creo que haga falta mucha explicación.




Obviamente, hay más. Violet-le-Duc en el castillo de Hyrule y en el Templo del Tiempo; las figuras de piedra, las estatuas de la Diosa con babero, los habitantes de los establos... Cada detalle suplica que le encontremos el origen. Habrá que buscarlo.

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